Andarivel del
presente: pasado a un lado, futuro al otro, burlando la corriente sobre el
puente de la duración.
Y cada año es
noticia: el calor (tan cacareado, hasta agotar las existencias de ventiladores
y aires acondicionados) nos abandona. Y el frío y sus modas nos reciben. Las
calles son un desfile de carnaval: los ansiosos por cambiar exhiben su invierno
(y se saltan el otoño, transición de transiciones) y los nostálgicos de verano
se resisten al cambio y, conservadores, se perpetúan en sus chanclas.
Ese espacio
temporal nos pone a prueba porque es la clave de bóveda del pensamiento. Nos
mueve la insatisfacción: ese poder inmóvil que todo lo cambia. Querer estar
donde no estamos para estar mejor. Sentir el calor o el frío que no tenemos. Es
el verdadero motor inmóvil.
Estos tres
haikus graban en el aire del agua corriente de estos limbos la noticia que una
mañana de transición lanzó la radio al efímero espacio de la nada. Acababa el
verano pariendo su otoño. Yo pasaba por allí.
Las transiciones.
Del viejo
calor nace
el frío
nuevo.
En
las fronteras
vive en
muerte la vida:
se
regenera.
Insatisfechos
cruzamos la
raya:
fértil
barbecho.
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