domingo, 2 de noviembre de 2014

Arquitrabes VI: Cangilones léxicos







        
                                               Homenaje a José María Quiroga Plá,
por lo que él sabe.  
 
     

         Carpe diem” en “tempus irreparabile fugit”.  El “locus amoenus” del instante. El “beatus ille” de este “hic et nunc sentidos en directo. Como un castillo de fuegos artificiales, los tópicos iluminan nuestro arrobamiento sin artificio: acaso dando sentido y profundidad, verbalidad, a los instintos. Vivir bien comido, bien cagado, bien descansado y bien follado no es suficiente: hay que entenderlo así, tenemos que explicárnoslo en la noria de los días desde la escalera hacia nosotros de las palabras y sus correspondencias, a contracorriente del fluir del agua, a contrapelo de la intuición. Hay un yo desnudo y fractal, esencialmente personal. 



El asperón de los días, si no toca y erosiona víscera o hueso, nos rejuvenece, nos hace más fuertes, nos esencializa. El papel de lija de los instantes nos acerca al yo más preciso porque elimina lo que le sobra.










sábado, 4 de octubre de 2014

Destellos LXII





Los objetos contienen la vida que absorbieron, son puente entre lo que somos y lo que fuimos.


  


“¿Qué es lo más difícil? Lo que parece más fácil. Ver con tus ojos lo que se encuentra ya ante tus ojos.”
Johann Wolfgang von Goethe.


        “Y te enviaré mi canción:
“Se canta lo que se pierde”,
con un papagayo verde
que lo diga en tu balcón”

Antonio Machado. “Otras canciones a Guiomar a la manera de Abel Martín y de Juan de Mairena”, VI.


“Las cosas con capacidad de convertirse en un recuerdo suponen el deseo personal de atender a la vida, de vivir con atención, con amor

Luis García Montero. Una forma de resistencia. (Razones para no tirar las cosas). Madrid: Alfaguara, 2012.



Ese “oficio de la mirada” que nos revelaba Jacinto Luis Guereña en su poesía se aprende en el teñir la realidad de mirada con cada ver consciente. Volver sobre las cosas responde a los lazos del amor a la vida, es lealtad a lo que se ha mirado sin el desprecio usurero del buscar lo siguiente. Usura de un falso “carpe diem”: ha mutado en goza lo por venir (sin saber que siempre es un gozar del no gozar, un disfrutar de la insatisfacción). ¿No estamos vivos, acaso, porque la sangre siempre vuelve al corazón y la realidad a nuestro cerebro? ¿No es ese volver la llave del seguir siendo?

No ver lo que se tiene delante, si se ha cultivado la nostalgia, no nos desahucia de la vida, pero la hace gozar en diferido. Siempre es mejor que vivirla en virtual. Cuando se añora lo que ya no es estamos gozando de la duración. Y la duración es la vida, es el volver, es revisar (remirar y volver a ver).

Quien fotografía su intranscendencia cotidiana está cultivando recuerdos en el tiempo, está enraizándose en el río heraclitiano que nos lleva. Su huerto es el de la duración.






Todo hombre es inmortal porque no puede vivir su muerte.



La nostalgia es el espejo desazogado y enaltecedor de lo perdido.



Pie: pez abisal de la cama.




Realidad aumentada: nota a pie de página de quien no ve lo que tiene delante. Memoria (o inteligencia) exógena.




La virtualidad es la agonía alegre de una perenne actualización, una procesión silenciosa hacia la penitencia de la supervivencia inducida.




Falsa democracia aquella que piensa y hace la trampa antes que la ley.




Un futbolista es un esclavo de lujo.




Educar es ir contra el instinto para crear la intuición cultural que nos libera del “homo” (animal), potencia el “sapiens” (racional) y equilibra sus extremos. Educar es buscar la intersección de intereses divergentes.




Aprender a naufragar: asignatura que siempre queda para septiembre.









La identidad habita en el reconocernos en los objetos que también fuimos








sábado, 13 de septiembre de 2014

Arquitrabes V: patrimonios



Embarcadero de El Hornillo y Hacienda El Hornillo desde la playa de Los Cocedores (2014)

  

      
         Cualquier construcción de fábrica es un atentado contra el paisaje. El paisaje mismo ya es una forma de atentar contra la naturaleza, un prisma manipulado desde el que vivir lo que se ve, una aprehensión egoísta de lo que siempre quedará afuera.

         Pero hay patrimonios y patrimonios. Y solo el tiempo, por encima de las intenciones, valora la dimensión del atentado. El patrimonio cultural es aquel que sobrepasa su dimensión económica y la modificación operada y se impone para disfrute del futuro, que minimiza las transformaciones y maximiza lo heredado. El patrimonio especulador es el miope, el que se agota en su presente y exhibe ya para siempre su error, el negocio que no se consolida como bien ni se mimetiza con el paisaje, el que siempre es un pegote.

         Hay negocios sin más valor que su precio y negocios que pasan a ser la esencia  misma de un lugar. La adecuación histórica no siempre depende de los hombres, suele ser más una sedimentación del tiempo que acaba conformando el sentir de quienes miran. El lucro perseguido suele ser también un indicio de su pervivencia o su aborto cultural.

         Pocas veces un desmonte tiene más contenido semántico: “des-monte”.
Estas imágenes son la voz del paisaje de una denuncia: patrimonio cultural olvidado; patrimonio especulador potenciado.

 
Embarcadero de El Hornillo (1887-1903). Urbanización El Hornillo (1965-2014-?) Desmonte de Isla de El Fraile Resort.




    
Antes de 1966, solo la casa del Coronel y una explotación agropecuaria urbanizaban la costa de la bahía de El Hornillo. Cuando Fortún edificicó "Las Cuatro Plumas", en 1966, abrió la veda urbanizadora. Los madrileños para los que se construyó (que tuvieron un papel relevante en el intento de promoción turística con coartada cultural) llegaron a la playa virgen desde esa "Torre Eiffel horizontal" que es el embarcadero de El Hornillo (diseñada por el ingeniero Gustavo Gillman)    


Mientras la urbanización crece (no sin los estragos del mal diseño y la crisis), la estructura del Embarcadero se oxida olvidado de lo hombres, amado por la herrumbre.


El progreso (ese caminar hacia adelante que se le supone etimológicamente) es es una de las máscaras de la fachada de la especulación: solo tiene valor cultural aquella obra a la que el tiempo y los hombres le dan la razón, por encima del éxito. Las modas y las fortunas pasan; el paisaje es lo que se hereda.