jueves, 20 de diciembre de 2012

La perspectiva del beso






“[…] Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo, porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo –ah, solo en cierto modo- y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y pienso como un hombre solo porque todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él […]”
CORTÁZAR, Julio. “Axolotl” en Final de juego. Madrid: Alfaguara, Alfaguara Bolsillo, 1994, página 157.

“Escucha, cielo; atiende, tierra,
que habla Yahvéh:
Hijos crié y eduqué,
y ellos se rebelaron contra mí.
Conoce el buey a su dueño
y el asno el pesebre de su amo;
Israel no conoce a su Creador,
mi pueblo no entiende”

            La Biblia. Isaías, 1:2-3.


“¡Armen el Pesebre con la mula y el buey y sepan lo que significa! El Papa dice que hay que seguir con esa preciosa iconografía”.
Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, vocero de la Conferencia Episcopal Española. Agencia Informativa Católica Argentina, 28 / XI / 2012

“Hic iacet  Arthurus, rex  quondam  rexque futurus
                                               Anónima y legendaria inscripción sobre la tumba del rey Arturo



Tras los ojos cerrados,
                                       ante el beso:
reminiscencia,
                              correspondencias

de ese gesto repetido
desde su punto cero.


Jesús, ingenuo, nació presa de su estrella
y quiso huir de ser cristo, el ungido
(uncido para siempre al dolor redimidor):

Miró las miradas
                               (bravura castrada,
                              maternidad virginal,
                              putativa paternidad,
                              hibridez estéril)

en un portal de Belén transgresor
                               y alternativo,
                              transversal a la vida.

Allí y entonces,
el lirismo épico del niño dios
se hizo vórtice del tiempo:

                     Edipo arrancándose los ojos,
                     derrotada su voluntad por el destino.

Mercaderes expulsados del templo
(que hacen del mundo su mercado)

El sexo y el llanto de María Magdalena,
viuda de su amor.

Su bautizo tres años antes de morir en la cruz.

José de Arimatea recogiendo su sangre
en el Gólgota
en el grial
del cuenco calavérico
de su padre terrenal.

Se vio a sí mismo quintaesenciado
en reliquia
y enterrado
en Avalón, junto a Arturo.


                            Jesús, volatilizado en la pupila de la mula,
se hizo neurona:
                   el hijo de una idea en el ojo de una mula.

Viaje del logos genésico:

dios-idea-carne-idea…

(el logos hecho carne:
la vida encarnada en idea)


Somos hoy la idea de lo que pensó
mientras huía mirando cómo veía que le miraban
en aquel portal de internet abductor.

Como una luminaria muerta,
su luz, espumillón y guirnalda luminosa,
nos baña póstuma.

Todo eso cabe en el beso
desde el que Jesús nos piensa
dentro del ojo de una mula
que nunca estuvo.

Ante los ojos cerrados,
la boca abierta de una herida
                                               en el tiempo:

perspectiva del beso:

dejar de ver tan cerca

                                      para poder mirar tan lejos;
entornar los ojos
                                      para abrirnos a la mirada adánica
                                      de unos limbos abolidos.





    Secuencia final de la película de
Giuseppe Tornatore Cinema Paradiso
                  (1988)
        Música de Ennio Morricone

domingo, 9 de diciembre de 2012

Destellos XLV


Frente al minimalismo virtual de la nada, el abigarramiento fractal y físico del todo presente y tocable. Antes de que las sombras de aquel acaben por fagocitar a este y trasladarlo a su espacio sin espacio...


     
       “[…] Pero ahora no, estamos en el tiempo de la anestesia, estamos en el tiempo en que las cosas hacen poco ruido. La bomba no mata con el ruido sino con la radiación alfa que es (en sí) silenciosa, o con los rayos de deutones, o con los rayos gamma o con los rayos cósmicos, todos los cuales son más silenciosos que un garrotazo. También castran como lo rayos X. Pero yo, ya, total, para qué. Es un tiempo de silencio. La mejor máquina eficaz es la que no hace ruido. Este tren hace ruido […]”
MARTÍN-SANTOS, Luis. Tiempo de silencio (1961). Barcelona: Seix Barral, Biblioteca Breve, 1985 24ª, páginas 291-292-


Como los Fragmentos de Novalis, estos Destellos buscan su lugar en el mundo, paralelos al discurso racional o trenzándose con él, duración en la urdimbre del ruido. En el silencio aséptico, quieren ser palabras fertilizadoras, agitación, toxina germinadora en una septicemia que nos devuelva a la vida, desde la médula que ignoramos.  Eclipsados por lo siguiente, avanzamos sin apoyar el pie; pero nadie nos ha enseñado a volar ni aprendimos de nadie. Se actualiza la sangre, bombea vida sin nuestro permiso, inconscientes de su prodigio, el músculo más responsable y discreto: pero hace falta poner al día, con alerta consciente y con vocación obsolescente, las expansiones técnicas de nuestro cerebro, si queremos seguir presentes.
Unos Destellos para quien añora una vida a la que poder seguir dando cuerda.




En la oscuridad, el edificio, ajedrez de luz y sombra, parece una radiografía de la intimidad.
Vivir sobre la tumba que construimos. Cavar para crecer: ¿Qué dices que estás tan callada?
Ver en cada reflejo el último espejo antes de la muerte. Y salir del marco de la realidad.

Rodeados de malabaristas del humo, de gestionadores de la nada por arte de birlibirloque, hacemos la biopsia de nuestro corazón solos ante una pantalla lisonjera, psicotrópica, irisada y falsa.

La felicidad y la libertad están sobrevaloradas.

Letra muerta en papel mojado: eso somos por hiperinformación.
La gravedad su ley impone a todo lo que se erige: hasta lo más enhiesto se vence a su peso. Todo se horizontaliza.
Elevar al cubo             
(de la basura)
el pensamiento.
Vivir siempre en la víspera del gozo (ignorando lo tantálico y sisífico de su imán motriz)
Morir y nunca tener la experiencia suficiente para afrontarlo ni la serenidad para poder contarlo.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Destellos XLIV

Caligrafía del corazón


“[…]esa gente que en vez de decir lo que saben se desviven por aprender
BARRIL, Joan. “Sonata de huelga con taxi y lluvia”, en “Bucólicos anónimos”, El Periódico, jueves 1 de noviembre de 2012, pág. 39

         “[…] el mentido robador de Europa,
media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas […]”

         GÓNGORA, Luis de. Soledades (1613), versos 2-6.



Hay un silencio fértil que es abono de palabras. Esa espera que madura en su barrica lo que dará a la luz, sin más prisa que la del peso de lo que se quiere decir. Sobrevuelan las mariposas negras y densas del insomnio que se suicidan en el faro del pensamiento nocturno y lúcido. Escribir para comunicar. Escribir para saber: en ese monólogo nace la comunicación del conocimiento. Colmar la nada de espera y sembrarla de palabras que son la raíz de la idea. A sotavento del tiempo, calcular la base por la altura de las aristas de la ignorancia para gritarlo a barlovento. Teofanía del pensamiento. El peso de la luz, la densidad de la claridad: la extremaunción del refulgir.
Fuera de los carriles del pensamiento: destellos líricos

En el universo analógico no éramos más libres, pero sí más conscientes de nuestra esclavitud. Esta falsa sensación de libertad nos da unas alas de Ícaro que nos precipitan hacia lo más profundo de la raíz ignorada. El peaje de esta libertad nos controla más que nunca a cada uno en nuestra madriguera.
Infancia: coraza de alegría.
Iluminaciones léxicas que relampaguean sobre autarquías temporales y espaciales.
- ¡Ya sé! ¡Ya sé! ¡Lo comprendo todo!
(Ya estaba muerto)


Odisear brujuleando hacia ninguna parte: el regreso a Ítaca está asegurado.

En la frontera entre el libro y el mundo habita la vida.

Diluir la muerte con metáforas para hacerla digerible, sin darnos cuenta  de que es el excipiente de nuestra inexistencia. Nanometría del abismo.
Al pairo en la nada.
                                      Todo:  aquí y ahora: Ya.
                                                                                     Dios
Solo dura lo que acaba. Lo eterno madura y se consume de eternidad lejos de nuestro tiempo.
Me ciño el alrededor: corona de espinas o bálsamo que centra el yo.

sábado, 20 de octubre de 2012

Destellos XLIII





Homenaje al poeta Jaime Gil de Biedma y a la fotógrafa Colita: La persona frente al personaje sobre un fondo pautado de sombras. Fotografía de Carmen Gálvez Navarro
 




“Recuerda que yo existo porque existe este libro,
que puedo suicidarnos con romper una página”

García Montero, Luis. Diario cómplice. Madrid: Hiperión. Poesía Hiperión, 106. 1987, pág.47



He aquí un destello sin luz, ciego. Más bien un agujero negro.

Tengo una certeza: moriré a los cuarenta y seis años. Será una muerte poco heroica, sin épica alguna. Como todas: morimos solos, de hipérbole lírica. Pero no podré decir, como César Vallejo:

                                    Me moriré en París con aguacero,
un día del cual ya tengo el recuerdo”

Una parada cardio-respitaroria me separará del que ahora creo ser (lo anterior a ese tránsito carece de valor, una vez traspasada la frontera estigia)

Y si esa primera certeza falla, tengo una de reserva: seré eterno. Superada esa supuesta agonía, ya nada me puede matar. Seré póstumo a partir los cuarenta y seis años, como Jaime Gil de Biedma. Pero como carezco de sujeto lírico, seré yo en plenitud vital quien disfrutará de esa duración, que, quizás, abarque solo unos pocos años más. En el silencio de mi nombre resonará el eco de Bécquer amplificado por Cernuda:

        En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba”



sábado, 13 de octubre de 2012

Destellos XLII


                        A Manel Garcia Rodes, que habita desde hace seis años los limbos desde los que nos contempla irónico y vivo.
Jano, presente romano sin antecedente griego, conoce el tiempo desde la encrucijad de cada instante. La imagen es del blog El pórtico de Jacqueline Murillo


Refulgir en esa nada que somos.
El tiempo, como una avenida, arrambla los presentes, los anula por superposición y coexistencia caótica, los simultanea en un tumulto sincrónico: los arrastra hasta llevarlos a un futuro que todavía no existe y en el que nos perdemos. En la elipsis del querer llegar a un punto que no es este, en el “fast forward” de los reproductores vive la duración, precisamente. Habita fuera del tiempo y sus torrenteras. La vida late y se expande en los lapsos de las urgencias de una película porno o en el parpadeo de la pantalla sometida al “zapping”. La frontera del intervalo alberga y entroja la luz instantánea que somos (y no siempre sabemos poseer)
Pedagogía de la concentración en el naufragio de la dispersión: la duración es maestra que enseña la calidad de la vivencia del tiempo de un tiempo fuera del tiempo. Vivir de la novedad es vivir sobre el hueco, sobre el vacío sólido de promesas de felicidad: ahí también puede residir la duración, pero hay que abolir los espejismos del horizonte. Vivir del recuerdo es creer, falsamente, que se puede revivir lo que ya no es: la experiencia reside en el presente sin necesidad de la melancolía de los retrovisores, forma parte indisoluble del aquí y el ahora. También la duración tiene lugar en ese espacio temporal si se cortan las amarras que nos anclan y se achican los pesos muertos que nos lastran. Jano, bifronte o cuatrifronte, se instala, dinámico y efímero, en cada unos de los puntos del movimiento imposible de la paradoja de Zenón: Aquiles y la tortuga progresan inmóviles en su fluir temporal.
Refulgir en esa nada que somos, sin heroicidades épicas ni martirologios: destellos sonoros, neumas luminosos.

Sospechosa felicidad: seguro que esconde un puñal.
Matemáticas: poesía pura de la denotación, abstracción absoluta, perfección formal de la esencia. Es su aplicación la que la pervierte y contamina.
Vida: sincronía de diacronías.

¿En este instante se agota mi riqueza de futuro? No: este instante trasmina y centrifuga duración, trasciende su tiempo.

Revisión digital de la dualidad alma-cuerpo. En los limbos, en las nubes, habita el alma que da substancia a los dispositivos sin memoria. Platón adulterado, conducido por Caronte hasta los campos Elíseos y obligado a beber del Leteo para desconectar las ideas de sus materializaciones. Cuerpo y espíritu, de nuevo, en simbiosis, pero con peaje industrial.

Compromiso de la palabra. Indeleble ha hollado el silencio como columna cuyo capitel es el yo.
Perenne provisionalidad, estabilización del cambio perpetuo.
Claustrofobia del rincón que puedo ser. Su antídoto es la agorafilia, que siempre está en el alrededor del yo.
Obsolescencia programada del instante. Resiliencia obsoleta, inútil ante la programación vertiginosa de la vida, que se concibe como un ascenso al abismo del Maelström sin romanticismo, porque es real.
Paisaje urbano en una frontera: “senyeres” y “estelades” conviven con alfombras aireadas en los balcones como apéndices de la intimidad. Tejidos son y los ácaros no entienden de colores.

domingo, 30 de septiembre de 2012

El milagro de la condensación del espacio hasta hacerlo infinito y de presencia ausente



Los efectos secundarios de esta transustanciación están por comprobar. De momento, el universo físico deja más hueco para otras cosas mientras los libros, sonámbulos, pululan planos y ciegos por los limbos de la librería de Babel, que tiene una sola estantería infinita y sin peso. Los libros son paisajes que dan a todas las ventanas; son puertas abiertas en todas las pantallas. Pero se impone leer entre líneas, que ahora quiere decir  aprender a leer esa segunda capa insondable de la superficie, aquello que vive bajo su escritorio: a veces laberintos de enlaces que se bifurcan en dualidad binaria recurrente de difícil retorno. El hilo de Ariadna, casi desovillado, rueda hacia el centro de ningún lugar.
Este apunte es el noray que abarloa a esta pantalla un pecio que duerme bajo las aguas de la navegación masiva. Duerme, no nació muerto: fue parido con vocación de aire porque para ser papel ya no había presupuesto.



El número 13 de la revista Laberintos, dinamizada por el doctor Manuel Aznar Soler y alentada y nutrida por un grupo de investigadores movidos por su interés en los estudios sobre los exilios culturales españoles, se ilumina ante los ojos de sus posibles lectores en una versión digital, abortada su aventura física de cuidada presentación en papel en su número 12. Aquí la podréis leer en esa versión “facsímil” a la que nos lleva el “pedefar” los volúmenes para hacerlos superficies sin fondo enmarcadas en la pantalla, emergidas de sus profundidades.
Si tocáis la imagen que sigue a este párrafo, os quedan horas de lectura para llegar a su quilla hundida sobre el lecho de arena de la indiferencia. Entre las páginas 179 y 209 vive “La poesía de José María Quiroga Plá: una realidad reflejada en el espejo desazogado de la historia de la literatura”. Es un repaso a su obra completa con un “Menú degustación poético” (páginas 193-209) con el que hacer veinticinco paradas en veinticinco textos que nos acercan al poeta que fue y que quiere seguir siendo. La inmersión es vuestra: yo bajé a pulmón.



AZNAR SOLER, Manuel (director). Laberintos 13. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles. València: Biblioteca Valenciana, 2011.
 



Destellos XLI

[…]Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En tus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido.”

Cernuda, Luis. “A un poeta futuro” en Como quien espera el alba (1941-1944), recogido en La realidad y el deseo (1924-1962)

Puedo asegurarte que cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación, duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria…

Bécquer, Gustavo Adolfo. “Cartas literarias a una mujer, II”, publicada en El Contemporáneo (martes 8 de enero de 1861)


Si ahora pudiese estar mirando tus ojos
iba a estar escribiendo aquí esta canción

García, Manolo. “Carbón y ramas secas” en Arena en los bolsillos”  (1998)


Tiempo de barbecho entre dos extremos de mi yo. Tiempo de vivir para poder escribir. En el hombre que vive habita larvado el poeta futuro, realidad de un deseo que fue deseo saciado de realidad y ahora es presente pletórico de vida recordada. Sentir para contarlo en esta extensión trasversal que es Ábradas: destila la palabra aquí aquello que los ojos tocaron allí. Y todo es esto.

No hay otra forma de retener el tiempo que viviéndolo. Poder contarnos después esa vivencia es un lujo. Contárnoslo mientras lo vivimos, un privilegio de poetas.

Destellos: ecos de la vida de un viajero a velocidad cero; chispazos de soledad de chinchorrero.



Un fotógrafo anónimo trae hasta aquí a Francisco Serrano Robles, el Sable, como orgulloso chinchorrero a la luz del día en la playa de Calabardina. Como marinero encargado del bote de la luz en el arte de la traíña, la  oscuridad de la noche y la soledad bordan su espera. Los potentes focos  fingen ser luna para arracimar a los peces y hacerlos pescados. 



No estaba perdido: estaba encontrándose.
Sin conexión, sobre una pantalla negra, el reflejo de la imagen de un muchacho solo y desvalido.
Cero: huella de la nada de cada cosa.

Se agosta agosto, se autoinmola. Y, sin ruido apenas, empieza a septiembrear y se transforma en otoño.

Exuberancia minimalista del desierto.

Obviedad trascendente: cuando buceo, pienso en lo que veo; cuando buceo, vivo lo que siento.
Cementerio. Jardín de muerte: abono de la memoria.
El mismo traje de agua que te da la vida es tu mortaja. Las aguas del mar te bautizan cuando te acogen y te ungen con la extremaunción que te inmortaliza en agua.
Pasan lentas las horas y rápida la vida. La eternidad, que asesina el minuto, ríe burlona.
La aureola del alrededor centra e ilumina el presente.