domingo, 10 de diciembre de 2017

Sonetos de carne VIII: El deseo es un destino



 
Imagen de Aykut Aydogdu, ilustrador turco de una sugerente sensualidad. Cultura inquieta.



              “El instinto sexual no es nada más que la voluntad absoluta de vivir
Arthur Schopenhauer




No hacía falta que Freud lo hiciese ciencia y literatura. Es una evidencia vital. El movimiento es puente en la diferencia de potencial: a cada extremo, la potencia del deseo. El camino lo crea la tendencia. Y desear y ser deseado anclan los polos del volatinero fluir del funambulista que somos en el amor. El sexo acerca los cuerpos y aleja la muerte. La realidad es deseo.






Esta quimera de aire de carne
es destino y camino del encuentro:
arabescos y atajos son el centro
de la espiral del vértigo insaciable.

         Sexos centripetados y abarcables
son un ovillo de venas y nervios
que llenan de sangre y placer ebrios
los arrebatos de un caos palpable.

         No hay anillo más ensimismado
que dos cuerpos armándose de amor,
dos lenguas amándose sin reparos
en su estuario sinestesiador.

         Los cauces  anegan abrevaderos
y sobra sed para tanto deseo.






sábado, 9 de diciembre de 2017

Amor y pedagogía para el niño de Mâcon



 
Nacimiento esencialista, con más amor que pedagogía. Autor: Jordi Vilar, Solsona. Gracias a Nacho Hurtado por intermediar en el conocimiento.


        
         El villancico navideño de este año es un experimento formal. Como se verá, es un pesebre viviente alegórico en cinco escenas y una coda. En las cinco décimas, María, José, los tres Reyes, Jesús y Dios dan perspectiva a la acción trágica. La coda, nutrida de las rimas humanas repetidas (el Creador rima por libre) concluye recogiendo lo sembrado en surrealismo medido. La casualidad fuerza la causalidad para darle sentido al sinsentido. Las últimas estrofas, amorfas, son la voz propia del poema.

         Lo que contiene esta mandorla léxica ya es fruto de la interpretación de cada lector. Sobre lo heredado, la carátula actualizadora. Y Unamuno sobrevolando este nacimiento de pedagogías, amores, filantropías interesadas y sensación de libertad en panóptico de arquitectura invisible. Y Peter Greenaway teatralizando la objetualización del niño-producto, del infante centro de interés usurero. Algo de semilla del diablo hay. Algo de esperanza, también. ¿Determinismo de la libertad? Dios o el Big data saben lo que ignoramos jugando a ser felices.



I

María canta su amor
sin sangre entre las piernas.
Ha sido madre y tiernas
son las prendas del dolor
del breve niño al calor
del color en claroscuro
del camino del futuro.
Sobre el fruto de su vientre,
para que su luz lo centre,
hace María un conjuro.


II

José proyecta su oficio
sobre las manos del hijo
y garlopa el crucifijo
sin pensar el sacrificio
de la luz del precipicio.
Entre clavos y viruta
será un hijo de puta
emprendedor y usurero
que engañará al banquero
y hará suya su batuta.


                   III


         Tres metonimias reales,
pedagogos de occidente,
proyectan sobre su frente
las consignas pasionales,
goces y sueños fractales.
-“Hijo ajeno de María,
hacemos apología
de mirra, incienso y oro
para que aprendas en coro
la nueva amorología”



                   IV

         Manipulado en su cuna
por los padres putativos
y adoradores lascivos,
renuncia a su fortuna:
hará del viento tribuna.
Este nuevo Prometeo
se deslastra, se hace ateo,
se desbecerra de oro,
se desnuda en el foro,
se hace palabra y deseo.


                   V

         El orquestador de rimas,
perfecto humo sin diente,
contempla al nuevo cliente
desde sus plácidas cimas:
-“Se cree desobediente,
descorazona a María
deja la carpintería,
y es solo un accidente,
huérfano del padre eterno,
expósito del averno”.



                   CODA

    Pírrico triunfo efímero.

Al calor del claroscuro,
precipicio de virutas,
mandalas fractales de humo
inseminan a María,
hacen su vientre tribuna
de perfiles de elegía
con corazón de subasta.

Dice el verso pie de foto:
señor Prometeo Sísifo
Tántalo, poeta libre,
Ícaro alador y ancla
de la voz de la esperanza.





 
Dos fotogramas de la película de Peter Greenaway The Baby of Mâcon (1993)



jueves, 7 de diciembre de 2017

Algoritmización



 
Esperpento contemporáneo. La tragedia de lo que hace gracia. Tragedia de diseño. Imagen tomada de Cultura inquieta




Títeres por “wifi”, marionetas alegres que gozan de su libertad de hilos invisibles en el gran tabanque del mundo. Eso somos. 

El peor pesimismo es el optimismo progresista, el que dibuja un progreso sin hipotecas de pasado. El mejor de los mundos posibles siempre está por venir. El mundo ya era un hospital para Baudelaire: ahora, en la opulencia mísera, es un parque temático. Carestía de esencias y sobras de contingencias. Es el decorado de la felicidad.

Hay un destino algorítmico cifrado en un pasado obsolescido. Los más hípsters pueden imaginarlo dentro de un mandala. Los más conservadores, en la mano del Pantocrátor dentro de su mandorla. Los más pragmáticos, en los campos con puertas que son las casillas de los formularios. Porque entre la lógica y la mística hay un puente matemático. Lo que no cabe en la cabeza, cabe en la memoria exógena de la técnica. Las infinitas coyunturas, las infinitas combinaciones de variables, las alternativas infinitas para concretar la acción piden la seguridad de un calculador que las simplifique, que elija por nosotros en la anarquía sin criterio del exceso de libertad hecha esclavitud. Hamlet podía dudar: ¿quién duda ahora sin ser arrollado por la máquina de decidió sin pensamiento humano? La realidad amorfa pide patrones de sastre para diseñar la cada vida. La multioferta pide mapas de causalidades. Sobre su magma, la falsilla, el patrón o el mapa para leer la realidad. Lo accesorio, lo artificial, ahoga lo básico. ¿Procesar el mundo en ideas, educar la intuición? El futuro no estaba en el horizonte, sino en las manos y los ojos que lo proyectaban. Ahora lo venden dentro de la mirada. El futuro está aquí y ahora en un “carpe diem” de la impaciencia.

Acabo de leer el libro de Belén Gopegui Quédate este día y esta noche conmigo. Si trasladamos un siglo el pensamiento sobre la crisis, quizás entendamos mejor dónde estaban y dónde estamos. La perplejidad existencial de Unamuno, destilada literaria y filosóficamente, podría ser ahora la de Gopegui. Y viceversa.

No es una novela. Ni un ensayo. Es un diálogo moral, como la poesía de Jaime Gil de Biedma o la de Carlos Barral. Una moral física, para habitar el mundo. La voz de un narrador omnisciente en segunda persona, interpelando a Google, nos trae a Mateo, un estudiante de ingeniería de veintidós años, interesado por la robótica y confuso ante el valor del mérito humano. Y con él, a Olga, una empresaria y matemática jubilada que concibe el relato estadístico como la forma más precisa de la libertad. Y al becario que debe admitir la solicitud que ambos envían a la Singularity University de Silicon Valley. El diálogo cruza diálogos e instancias de una ficción muy real: la voz narrativa con Google, pero también con el lector, a quien interpela en su reflexión moral; el interpretador de currículos (con su encabezamiento binario -010, 000 y 001- ), mediador humano entre humanos y sistema digital, becario precario, con el lector, desvelando la burocracia oculta de las pantallas; Mateo con Olga, Olga con Mateo, en bibliotecas, bares o la casa de la matemática. En esos diálogos trenzados, de un renacimiento actualizado, lo humano y lo algorítmico también dialogan para dar luz a los excesos de una red en la que la moral del comercio es la que regula las transacciones de información. La genética del “big data”, el efecto mariposa de una palabra, incluso que se ha omitido. El fatalismo de nuestro navegar en libérrima felicidad de libre albedrío. La relatividad del esfuerzo para llegar, la responsabilidad de lo que decidimos o dejamos de decidir, el azar parametrizado. Y, en su dimensión moral, tiene mucho de tragedia que dialoga con la comedia del mundo. Con su narrador-corifeo y esa catarsis que queda fuera del texto.

Prisioneros en la libertad de un sistema robotizado, aun nos queda la educación humana. Aprovechemos, que habrá un tiempo en el que las máquinas serán conscientes de ser máquinas y el margen de maniobra humano tendrá un valor residual.  Los “smartphone” de los bolsillos son la avanzadilla: tan bonitos, tan útiles, tan brillantes…

Los encuentros del desencuentro. La tragedia sobre el lujoso tabanque del compadre Fidel valleinclaniano, retablo de las maravillas cervantino. Los espectadores, a lo suyo: cada uno en el patio de Monipodio de su pantalla, ajenos a la experiencia moral del arte.

 Y escribir a mano lo que se piensa para pensar sin ser pensado por un algoritmo, por una red neuronal inteligente robotizada, ya no es compatible con este nuevo mundo de mundos. La esperanza, herida, agoniza en su víspera de gozo anticipada.


GOPEGUI, Belén. Quédate este día y esta noche conmigo. Barcelona: Penguin Random House, 2017.