viernes, 31 de diciembre de 2021

Meditaciones metafísicas II

 



 

Entre crepúsculos, el enjambre de la maraña mental
(amanecer y atardecer en Águilas para enmarcar un fragmento de cintas llenas de vació sobre cristal del artista Lorenzo Martínez Martínez)


 

 

                                        A Gabriela Amorós, por la lírica vital.

                                        A Pilar Navarro, por la sustancia vital.

                                        A Clara Roldán, por la música vital.

                                        A Saül Martínez, 

                                                        por ayudarme a encontrar el cabo de la maraña 

                                                        y enseñarme a convertirla en madeja.

 

 

 

“Ser, nada más. Y basta.

Es la absoluta dicha.

¡Con la esencia en silencio

Tanto se identifica!

 

        Jorge Guillén. “Más allá” en Cántico

 

“El presente es el cambio mismo, solo eso: el cambio”

 

        Miguel Serrano Larraz, Cuántas cosas hemos visto           desaparecer.

 

“De lo irreal llévame a lo real,

de la oscuridad llévame a la luz,

de la muerte a la inmortalidad”

 

        Upanishad

 



       Podemos pasear o pensear: con pasos que arraigan en presente continuo como fotogramas estancos del movimiento; como metrónomo y dinamo de ideas. Hoy he elegido pensear durante las más de cuatro horas andadas con unos veintinueve mil pasos que me han desplazado unos veinte kilómetros de volveres.

         Hay situaciones en los que la presión estresa la respiración. Y espacios que son el lugar hiperbárico en la que poder ser: en el pneuma entre inspirar y espirar fluye la vida y se ordena el universo musicalmente. En ese aquietamiento espiritual alimentamos la vida y de él bebemos para el quietismo que compensa la hiperactividad.

         Mientras los pies desplazan la mente se revelan los centros. Son ejes de abanicos que se abren hasta formar un círculo como de burbuja. Uno y otro, superpuestos, buscan otros centros en sus intersecciones. El caminante es, por dentro, una fractalidad de pavos reales. Para el entorno solo es alguien que camina. La atalaya de la consciencia se piensa y se sabe: se piensa pensándose, solipsista, sin salir del yo. Se identifica con quien recuerda haber sido y con quien proyecta seguir siendo, dueño relativo de su destino y de su pasado. Y así se hace centro del paisaje que camina.

         Reconoce lo que mira y ve lo que vive ya como recuerdo y como imaginación. Esa debe de ser la realidad holística del presente total, con su aroma de leyenda que canta como una alegría triste con corazón de tristeza alegre, como de César Vallejo habitado por Julio Cortázar.

         Aunque hay que aprender a saber no pensar, solo pensando podemos sernos. Como ese espacio de paz consciente entre tomar aire y devolverlo al mundo: ese paréntesis da sentido a los conjuntos del respirar. Así abstenerse de pensar es barbecho para pensar mejor. Morir asfixiando las ideas no mejora el ser: la hipoxia cerebral pasajera y controlada fertiliza la mente, en cambio.

         Un jazmín robado ha llevado al andariego al verano y a la casa familiar junto a la estación. La magdalena de Proust en una dimensión olfativa que preña todos los sentidos de recuerdos presentes. Ser es percibir y ser percibido, que decía, más o menos, Berkeley. Como amar, que es amar y sentirse amado. Percibimos con la mente. Pensamos lo que vemos, olemos, gustamos, tocamos y oímos. El estímulo, sinestésico, lo transforma en vivencia el pensamiento, que es más que razonamiento. Aunque hombre sin atributos, el paseante lleva consigo todo un universo: centrípeto al vivir (que es pensar) y centrífugo al escribir (que también es vivir). Se observa observando sin salir de su mirada pero detrás de los ojos, desde la visión a la altura y profundidad de la glándula pineal (¿el tercer ojo?). Ese centro activa el tantién que es centro geodésico del cuerpo y sucursal del alma. Ambos nódulos se abrazan en el corazón que habla desde la garganta.

         El caminante es consciente del privilegio: anda pensando porque puede permitirse ser un diletante fértil. Ese mismo sendero, de la almadraba de Calabardina al pueblo de Águilas, lo recorrieron por obligación nutricia pescadores en alpargatas para vender el fruto de su sudor marinero. No hay pensamiento sin consciencia de conciencia social. No lo hay para mí que pienso en mi yo social de ser sintiente. Caminar es progresar y progresar poner la razón y la emoción al servicio del horizonte desde la consciencia plena de presente preñado de pasado. La etimología, como casi siempre, ilumina itinerarios: la “conscientia” latina era conocimiento compartido (y compartir es partir el pan para repartirlo, para compartirlo, para distribuir la unidad entre los que somos). “Cum” y “scientia”: con conocimiento, de uno mismo y del alrededor en tiempo y espacio. Conciencia moral y consciencia cognitiva de autopercepción intelectual. Un pescador de mitad del siglo XX podía ser consciente de su consciencia y de su conciencia. No hay conciencia ni consciencia artificial, de momento y desde el test de Turing. Caminando y consciente del caminar he llegado a la metafísica de la consciencia por analogía. Por analogía y por amor.

         Razón vital lírica: poner el animal leído a sentir afina razón y voluntad para que rimen al pasear. La maraña que puede habitar la cámara oscura del cráneo destila ideas si se educa el proceso. Para eso meditamos, metafísicamente con la razón, empíricamente con los sentidos conducidos por la mente, o buscando la esencia de la consciencia de ser sin ideas que la contaminen.

         Hubo vaticinios. Hay modelos algorítmicos que suplanta la magia de la predicción. Puede que solo haya presente, que todo sea simultáneo y sincrónico y que la historia diacrónica sea una trampa mental para vivir perceptivamente. Quizás siempre estemos vivos y muertos a la vez y no lo sepamos. Respiramos y el corazón late: no nos piden permiso ni para hacerlo ni para dejar de hacerlo. Pero mientras respiramos y latimos podemos ser conscientes, si lo pensamos, de que lo hacemos ajenos a nuestra voluntad. Podemos modular la respiración: es más difícil controlar el corazón. Somos cuerpo y aura; sangre, aire y alma somos. En el espíritu nos forjamos como ser sintiente y pensante en la fragua cero de un estuario rojo (gracias, Gabriela Amorós Seller). Somos sustancia lírica que se pervierte queriendo ser épica. Somos el amor que engendramos como amantes y como amados. Seres de estares que han concretado el ente de la existencia y que viven de la conciencia de esa fragilidad ontológica domesticada para querer durar. Podemos, si queremos y nos entrenamos, vivir el presente con la nostalgia melancólica del recuerdo “NowHere”. Y podemos dejarnos arrastrar por la obsolescencia programada hacia el abismo consumista de la nada holística. Caminando, cada paso es un “carpe diem” hollado, eterno en su ser “hic et nunc” intransferible. Zenón, buscando argumentos para la permanencia inmóvil de su maestro Parménides, sabe en qué pienso. Hay un Heráclito compulsivo que ignora la evidencia y un Heráclito sereno que la asume, el que nos enseña a ensartar la permanencia en los cambios, el que nos ayuda a hilvanar la duración en la consciencia de ser en la identidad de la mudanza. El futuro, además de una especulación matemática, es un horizonte por hollar con los pies que llevamos ahora puestos. En la impermanencia, la  voluntad mental de permanecer y ser en la identidad, como corazón enhebrador de instantes auténticos ajenos a los usureros de la realidad editada. Seres cultivadores de la sapiencia que es la simbiosis entre lo pensante y lo sintiente desde la conciencia de la razón y cociente de la sintiencia.

         Ser y basta.

         El caminante es un ente: su cuerpo y su mente, trenzados, lo proclaman en la membrana digital del universo humano, desde las fascias que acogen su alma de ser que existe desde la identidad que construye su consciencia (que teje en el telar del presente un tapiz vital con la urdimbre del futuro y la trama del pasado- horizontal la trama, vertical la urdimbre: trasversal el presente del tejer-). Vivir en gerundio, alimentado de participios y de perífrasis aspectuales ingresivas, incoativas, frecuentativas y reiterativas: lleva el caminante recorridos muchos pensamientos que son faro. Nunca se siente saciado de vida y saca a bailar al dasein heideggeriano para conjurar la banalidad del mal arendtiana: la intuición hecha energía cósmica desde el yo pensante y sintiente. Porque vivir pide forjar el talento de dedicar cuarenta horas a la semana, con atención plena, a ser (en cinco años se consiguen las diez mil horas de las que habla Glanwell para ser un “fuera de serie”). Para que haya serie se necesitan perspectivas que la avalen al superar su estándar o al no llegar a él. Sin buenismo talentoso, todos cabemos en este arca de Noé humano, al margen de los algoritmos que impostan la serie. El diluvio es la cascada digital que bebemos como maná.

         Somos entidades ontológicas, prisioneras de las bancarias y la tecnologicocracia, que necesitamos hacer narración de los datos para entender la vida. Como principio, el fin no justifica los medios porque somos presente en proceso continuo, somos método, somos más camino que destino, más causa que consecuencia, más raíz que fruto, más aspiración que logro.

         Cantar para amortiguar el ruido y destilar silencio: para eso son los pasos. Para darle cuerda al ser recordando y poner en hora el presente que se abre al mañana preñado de posibilidades que serán origen de caminos del alma.

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Haikus LVII

 

 

El silencio del mar: maestro de silencios



              A Lucrecia Hernández Navarro, 

                                         por ese beso en el crepúsculo aguileño de marzo de 1956

 

 

                                       :una parella

que ja no es mulla i va al revés, en desacord

desfent l’amor, apassionadament.”

 

       Mireia Calafell, “Naufragi” (fragmento final)

 

 

 

Hay silencios cómplices y silencios densos en el amor. Hay silencios que cabalgan, fértiles, la distancia arrebatados y otros, yermos, que naufragan en la proximidad sin puentes. Silencios que son pantalanes infinitos. Silencios que son abismo insondable de silencios. Silencios incorporados y silencios extracorpóreos que pueden ser silencios osmóticos, del amor a la indiferencia o del amor al amor, en sus distintas densidades.

Noli me tangere” dicen que le dijo Jesús resucitado a María de Magdala: no “no me toques”, sino déjame ir, no me cojas para retenerme. Dicen que dijo eso pero no lo que pensó. En el camino para comunicar su vuelta a la vida se llevó consigo el tacto de María y lo gozó y la Magdalena sintió en sus manos ese gozo de tocar desde el pensamiento de Jesús.

 Vergel o páramo: en romper el hielo del silencio o quitar el tapón que lo retiene al otro lado de la posibilidad está la llave maestra para llegar al otro silencio, ese en el que sobran las palabras porque no son suficientes, porque siempre serán escasas y falaces para decir mejor que diciendo.

Porque el silencio no siempre calla ni deja de decir lo mismo. Y hay que aprender a dialogar sin hablar. Y conseguir que hablen las manos con la piel, sin imposturas aljamiadas. Que hable el deseo hecho carne.

Este haiku de duermevela inquieto cuaja el desasosiego ontológico que puede habitar en la intersección de los amores.

 

 

       desabrazarse

tocar la nada toda

al encontrarse








El perfil de las dunas: tres libros de poesía en un volumen

 



 

HERNÁNDEZ NAVARRO, Lucrecia (2020). El perfil de las dunas. Madrid: Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen, 810

 

Mil ejemplares de El perfil de las dunas sacaron la poesía de Lucrecia Hernández de la intimidad de sus cajones líricos preñados de vida hecha palabras. En 2021 salió, con el número 848 de la misma editorial Vitrubio, su Águilas. Nombre secreto del azul.

Porque escribir es como besar, dice, este poemario heterogéneo (por los tiempos de escritura, por la métrica, por el tono) besa al lector que pasa sus páginas. Por eso está bien empezar con el beso que su novio Luis le dio en un atardecer de Águilas del 18 de marzo de 1956 que nos revela el poema XXX de la primera de las tres partes del libro.

La primera parte lleva el título del poemario. Treinta y tres composiciones presentadas con números romanos y un poema pórtico (“En un impredecible perfil / de imposibles triángulos, / quedó la página sepia de mi vida, / estrujada, por la inmisericorde gigantesca / mano del tiempo”)  que da la clave de interpretación de lo que sigue. Los “triángulos imposibles” con “impredecibles perfiles” son las dunas axiales y simbólicas de esta parte del poemario. La duna, submarina o terrestre, es un cúmulo de circunstancias que el azar del viento o el agua han diseñado para ser en el tiempo. La duna es inconsistente aunque su vocación fuese de pirámide faraónica: sus perfiles los difumina el tiempo y la historia que los hace bailar y cambiar, en su coreografía de ser en su estar. Un desierto o una playa pueden parecer siempre el mismo desierto o la misma playa pero nunca son los mismos. Como si Parménides hubiera fagocitado a Heráclito y viceversa. Amaneceres, crepúsculos (los de Águilas son espectaculares) enmarcan los versos libres, con tendencia a la silva arromanzada, la asonancia y el octosílabo, y la esperanza, la belleza, la libertad de la arena haciéndose y deshaciéndose en duna cuajan en palabras que siempre son canto a la evanescencia, despertadores del sueño que bulle en el alma. Dunas alas, dunas con perfiles sin aristas: dunas que cabalgan para serse en amor sobre lo voluble y volátil. Desiertos poblados de estrellas como en el célebre “Carmen VII” de Catulo. El poema XXV y el XXVIII pueden ser un mascarón de proa  para navegar los rumbos que marca la voz poética de “El perfil de las dunas”.

La segunda parte es, para mí, la constituida por los  nueve poemas que se desprenden de la estrofa de cuatro heptasílabos “Atados”.  Es un poema con poemas que son notas a pie de página, una variante de acróstico sin secreto: “Si caminar atados / Es sufrir a dos voces, / Cuando caminas libre / Es que caminas solo  se desglosa en los textos “Si”, “Caminar”, “Atados”, “Es”, “Sufrir”, “Dos”, “Voces”, “Libre” y “Solo”. El amor y la ausencia del ser amado enhebran los versos: heptasílabos combinados con otros metros más largos (y algunos más cortos, como son de mar) son ensartados para componer un paisaje con reflejos melancólicos y resignación esperanzada. La vida es un camino de diálogos, de dulces ataduras y sufrimientos compartidos: es la dependencia de una felicidad cuyo eco late en la libertad de monologar, avanzando jánicos, con un ojo puesto en el horizonte, otro en la estela  y el tercero, en el centro del cerebro sintiente, en el presente de cada verso. El poema del primer beso, el XXX, de “El perfil de las dunas”, como el sol en los crepúsculos aguileños (o en la Rima IX de Bécquer) tiñe de rojo amor todo el libro: rojo de auroras; rojo de atardeceres.

La tercera parte, que podemos titular “Las horas secretas y otros [poemas]” (con ese deje machadiano) es la más heterogénea. La sensación de variedad queda algo mitigada porque el último poema, “Palabras de arena” nos lleva a la primera parte. Podría ser el último o el primer poema de “El perfil de las dunas”: “Ya, las muertas palabras / Forman dunas de olvido. / Palabras que, vibrantes, / Daban vida a la vida”. El tiempo en sus horas secretas labra poemas: las horas se atropellan o fluyen plácidas. Así brotan los versos. Treinta y tres composiciones (las mismas tiene la primera parte), con “Las horas secretas” y “Palabras de arena” incluidas, que podemos leer en dos bloques temáticos: el tiempo y las pérdidas, sus luces y sus sombras (“Las horas secretas”, “No volveré”, “El rincón”,  “Mi grito es libertad”, “La sombra”, “caminar”, “las horas que huyen”, “La imagen del yo”, “El soplo amigo”, “Verás”, “Los días”, “Corazón desnudo”, “La luna”, “Grito”, “Tu voz”, “Compás de espera”, “Arpegio”, “Soñar la vida”, “Huellas”, “Esta noche he soñado”, “Palabras de arena”) y los doce poemas que son homenajes y evocaciones a personas, objetos y ciudades (con aire popular intimista “Mi niño duerme en mi alma”, “Cántame en la reja”, “A mi tata”, “La muñeca” o “El vestido rojo”; con referencias de mayor vuelo “Jardín cerrado” -que nos lleva al de Emilio Prados-, “ A la memoria de Federico García Lorca”, “Sevilla”, “Córdoba”, “Moguer”, “Málaga” y “Noche en Granada”.

En la paleta poética de Lucrecia Hernández conviven voces que cantan con versículos o que entonan melodías tradicionales: “Mi grito es libertad” y “Cántame en la reja” pueden ser dos muestras de esos colores líricos. “A mi tata”, en versos menores, evoca un costumbrismo que convive con alientos más arriesgados. Lo tradicional y lo enraizado en aires de innovación se trenzan en este poemario de cantos y gritos en un compás de espera poético que restaña heridas y apunta ilusiones, en el jardín cerrado de la palabra abierta al universo.




viernes, 24 de diciembre de 2021

Meditaciones metafísicas (capitalistas) I

 

En el amanecer de la Nochebuena, dialogan la alzavara, el mar, el cielo y el tómbolo.
Hay ojos que lo gozan

 

 

 

       Podemos meditar cartesianamente o hacerlo en oración para desnudarnos de la “res cogitans” y quedarnos con el tantién al aire al pairo del todo holístico. La metafísica nos saca de la historia, nos funda sin tiempo ni espacio en el eterno infinito. El capitalismo compra la oportunidad espiritual y, magmático, fagocita lo que mira rentabilizando lo efímero y la insatisfacción.

         Contemplar es fundirse para refundarse sin reinvenciones ni salidas de zonas de confort. Un largo paseo por la costa aguileña al abrirse el día llena de luz y razones las inercias comerciales, que pueden ser el traje del emperador para un corazón insobornable.

         Nunca el “carpe diem” ha sido tan caprichoso como este “Nowhere”, tan distante del “hic et nunc” del aura walterbenjaminiana. El mindfulness autoyudésico ha colonizado las meditaciones: la filosófica dualistas de la conceptualización y la ontológica advaita vedanta del desprendimiento esencial.

         Sabernos centro de un alrededor digital nos abruma si lo pensamos. Si nos dejamos ser, todo lo pantallizado nos hace centro y píxel del universo.

         Prefiero ser ante el mar y en el mar. Ser paisaje autocontemplado.

 

 

Se vende suelo

con derecho a trozo de cielo

(con centro negociable).

Razón aquí,

en este ahora,

si lo puedes pagar.

(Si eres insolvente,

hipotecas el vuelo

de estar siendo en el Ser

en un crédito a plazos

de fastciberusura).

 

Que desegotizarse

y alinear los chacras

cotiza en bolsa.

 

 

 

 

 

domingo, 19 de diciembre de 2021

Destello domado: villancico 2021. Smarthome de Belén

 

El heraldo es el mensaje y el mensaje la excusa para el negocio

 

 

 

 

 

 

                         A Francesc Gomila Lluch, maestro en magisterios

 

                         A mis estudiantes y aprendices, con más amor que pedagogía

 

                         Al poeta y juez Andrés de la Orden, por haber sido agente y paciente

                         de un agravio  

                                (y por tomarle prestada mi interpretación de su estilo lírico)

 

                         Al ser Gabriela Amorós Seller, por el estuario vital de fraguas

 

                        A Pilar Navarro Aragoneses, base y capitel de todos mis fustes

 

                        A Wim Mertens, por su lenguaje sin lengua

 

 

El multimetaverso es ya un universo paralelo e impostado de simulacro. Platón expulsó a los poetas, paridores de versos, de su república ideal: por mentirosos, por recrear las sombras y por ser incapaces de ascender dialécticamente hasta la noesi. Siempre han sido malos los tiempos para la lírica y por eso sigue en la resistencia y sus juglares en un exilio interior. El engaño de la poesía, sin embargo, es semilla de verdad.

  Los zuckerbergbelivers (metonimia del emprendimiento salvaje en la selva entrópica digital más civilizada) lo han hecho mejor que Aristocles, el de espalda ancha: los han invitado a quedarse y a diseñar la mentira y a buenizar con mariposas las tripas podridas del mundo, usura con disfraz espiritual que todo lo muele en su máquina de hacer churros costumizables.

Cheerleaders pedagógico-estadísticos fundan el “logueros”: una fusión de “logos” y “eros” sazonada de selfies y memes para las neodiscusiones bizantinas: el sexo de los ángeles revolotea sobre las ruinas de la cultura, en el naufragio de la atrofia intelectual, en la hipoxia cerebral de la sobrestimulación digital infrahumanizante. Progresismo prosaísta falaciofelizocrático sobre evidencias pseudoneorocientíficas. El dios-razón de Descartes es un algoritmo usurero.

Hipotiempo en el hipertiempo:  flujo exponencial inasumible desde un cuerpo si no se descorporeíza. Blockchain humano de nódulos y eslabones de la cadena del sistema. Chaplin en tiempos poscontemporáneos de mecanicismo digital, engranado, engranaje y engranante en un presente espídico de mineros del bit. Dios o la matemática algorítmica: lo oculto siempre presente que dice Kafka. El exhibicionismo de la ocultación de la transparencia del espejo negro de las pantallas. Lustre de neolilustración de una pragmática usurera y lucrativa para lo efímero de ser flor y estéril y castrante para ser raíz que da tronco y frutos.

La revolución, la falsa disrupción, es hoy un simulacro conducido por el auriga de la estadística, traducido a voz en cada domicilio (es el nuevo fuego de hogar) por las asistencias humanoides de Cortana, Siri, Alexa…El faro de naufragios felices que iluminan, actualización del espíritu santo que convierte la idea en carne y la orden en acto, es el éxito del mayor de los fracasos: la razón vital de la persona-masa. La teletienda de cada televisor de cada casa ha cuajado en pantallatienda del mundo en todas las manos de todos los clientes que reverencian al gurutecnólogo icono del Forbes actualizado en nuestro ciberdelirio.

El ser humano es, ontológicamente, frágil, vulnerable, precario, paciente e inventor de esperanzas. Su médula existencial ha sido una resiliencia lírica apuntalada por el talento técnico, la imaginación y la conciencia consciente de finitud. El solipsismo era un riesgo que el alrededor curaba. La mutación humana, consecuencia del humanismo mismo, nos obliga a no poder salir del yo como clientes del colaboracionismo. Pensamos como opinadores del selfi, refractarios al trauma que nos hace. La hernia de vivir es el florero en que progresamos haciendo germinar botánica de plástico. Impostamos un emprendimiento épico como tirita para la herida lírica. Esa es nuestra paradoja contemporánea: la metafísica, ideologizante, nos acota y doma lo que existe fuera del tiempo y del espacio y convierte lo inmutable, eterno y universal en producto costumizado y comprable. El relativismo es  ahora absolutismo metafísico del “hogar” de Jeffrey Bezos.

La idea primera de este villancico se ha desbordado en silva de versos blancos para, humildemente, intentar dar luz en la oscuridad del gris brillante del mundo. Desde un estilo tan impostado como el modelo de neolengua sobre el que naufragamos en éxito. Perdón por la diáspora concentrada, como el sol en una lupa, en este espacio sin lugar.

Vivir en la insatisfacción es un don para progresar. Los mundo felices son una trampa del poder que no es nuestro. Vivimos de resonancias, consonancias y disonancias, humanamente, sin más prótesis tecnológicas que las que puedan compensar huecos. Cuando al técnica es tecnología y esta una ideología controladora de un sistema social, cuando la matemática es estadística usurera colonizadora del pensamiento, cuando incorporamos los datos al ser humano y lo datificamos, estamos abriendo las puertas de Troya al dolo, festivos, ingenuos y alienados, alineándonos con quienes (que son empresas) diseñan el “Brave New World”.

(Perdón: quizás el genio maligno cartesiano me ha engañado y nada de lo que he dicho y voy a seguir diciendo puede erigirse como evidencia racional -científica y mecanicista-. Lo confieso: soy humanamente lírico y muy ingenuo -etimológicamente-. Quizá la modernidad no sea más que una moda en el tiempo de dios y los protocolos una contingencia humana en la aspiración a ser infinito en la gramática de ser absoluto).

 

“En el combate entre tú y el mundo, secunda al mundo”

 

                Franz Kafka, Aforismos de Zürau

 

“Yo soy la luz del mundo, aquel que me siga no andará en las tinieblas, pues tendrá la luz de la vida”

                La Biblia: Juan, 8:12

 

Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio

                La Biblia : Juan, 2:17

 

“¿Y algo de publicidad

móvil

en las sotanas?

 

Por supuesto, nada

de marcas

 

de condones”

 

                Tomás Soler Borja, “Capitalismo 2.0”, Cash

 

“¿No ves que toda el agua del mundo es agua bendita?”

 

                Miguel Serrano Larraz, Cuántas cosas hemos                            visto desaparecer

 

“Il vecchio mondo sta morendo. Quello nuovo tarda a comparire. E in questo chiaroscuro nascono i mostri”

 

                Antonio Gramsci

 

“El arte es un mediador entre lo conceptual y lo concreto”

 

                Robert Musil. El hombre sin atributos

 

Smarthome de Belén

 

El vagido del niño

va trenzando en el aire

el rebuzno rapeado de Kronos

con el lento mugido de Kairós.

 

 Revolotea un algoritmo cuántico

preñador de yermos con simulacros

de fértil panamor.

 

Postrados, en altura

holográfica (y tictoqueando)

los magos de occidente

inoculan sus cookies esmailantes

(intrusivas y caballo de Troya)

que extruyen felicidad asperjada

en epifanías bannerizadas.

 

La madre, amor, contempla,

abrazo de labios y umbilical.

El padre, putativo y pedagógico,

implementa la posibilidad:

poseído, sacrifica a Kairós

para el monopolio monetizable,

ciberevanescente,

de los bitcoins de Kronos.

 

    Todos devoramos ya a nuestros hijos

y la calidad de la cantidad

a la trágala dulce,

a contradigestión.

   

    La aureola del niño

es una hostia led patronizada

                          patrocinada.

 

    Pastores en la tolva del progreso

vierten sus presentes obsolescentes

para proyectar instantaneicidios.

(El largo brazo de ángel enramado

los lleva al cementerio del Icloud

preñado de selfis que inmortalizan

lo eterno de la nada

-una nada más que rellena el todo-)

 

    Membrana del magmático universo,

fascia conectiva del alma humana,

sincronía de tiempos,

aquí distópico de la utopía

hecha con jirones de la esperanza:

¿inmanente inminencia,

canto de sirenas, implementada

por esta tecnolibertología?

 

Sobre lodos asépticos,

la anatomía mística

(¿ser dejándose ser,

ser dejando de ser?)

vibra en la cámara oscura del mundo

del exhibicionismo

y el universo datificado

se concentra y destila

 

    su haz de luz sobre la frente de Cristo.

Llora y parece que ríe de niño.

 

 

 

 

jueves, 16 de diciembre de 2021

Haikus LVI

 

Cielo y nubes en los ojos desde este encuadre pixelante que remite a la experiencia humana, si se ha gozado rodeado de aire libre, lejos del ciberclaustro.

 

 

 

 

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (“yo he visto lo que no podríais creer”). ¿Sueña el selfi-selfish con la nube? (“mi duck face seduce el universo”): ¿Puede un poema engendrar un haiku? Quizá no pero mi villancico de este año ha parido estos diecisiete golpes de voz escrita contra la pantalla del mundo.

Con estrambote.

 

 

       Nada en el todo

estoicismo epicúreo

nada en la nada


    naufraga en nada:

Nada en el  lodo