domingo, 12 de mayo de 2013

Destellos LIII

Dejarse llevar, tenso, por el equilibrio entre forma y pensamiento que es la caligrafía. Fluir del algo hacia la nada de la ininteligibilidad y el borrón horizontal con atisbos de bucle. El teclado se hace polea del esfuerzo comunicativo y devuelve al mundo los algos privados condenados a la inefabilidad caligráfica. Un texto nunca se agota, nunca se acaba si llega a ser texto porque es causa y consecuencia.
El andamio de yuxtaponer signos me salva del hilo de tinta que enmaraña con algarabía sorda mi expresión. El ovillo habita en mí, pero no sé tejer a mano. Me he perdido para poder encontrarme en el laberinto. Al fondo, junto al Minotauro, un destello azul. Ariadna duerme y sueña en la entrada.





Paradójica atemporalidad del presente: todo lo abarca y nada es suyo.
“Dormir”: absolutez verbal de la autarquía lingüística: acción total de la aparente inactividad. Vida bajo la vida muerta.
Mediodía sin sombra. La lleva dentro y la desparrama en el antes y el después de ese meridiano encandilador del nacimiento que es el presente total de cada instante.

Bucear en este silencio de colores.

Esperanza sin espera
                                      : vida hacia afuera, sin centro.
Impaciente esperanza
Recordar es volver a hacer pasar por el corazón la vida. Darle cuerda al recuerdo para ser y poder seguir siendo.
Se diluye el criterio en el magma del relativismo necesario. Ser es concretarse en un yo al pairo de las coyunturas.
Simetría de la realidad. Frontera entre lo que veo y lo que me ve, entre lo que siento y lo que me siente, entre lo que vivo y lo que me vive: esa es la patria del ser.
El SIEMPRELOMISMO quiere ser el tajamar de la novedad, la isla en el mar revuelto de lo original sin origen; el corazón y la brújula de los petimetres perdidos.
La fuerza de la voz del agua esculpe cauces con su paciente volver a seguir siendo.
Una palabra, una canción, neutras y planas en su virginidad, se renuevan y acumulan sentido en cada volver a ser. Como el agua.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Destellos LII



“-Me encanta este hueco ¿Cómo se llamará?... Esto es mío: pediré al rey que esta maravilla se llame el bósforo de Almasy”

De la película El paciente inglés (1996) de Anthony Minghella, basada en la novela homónima de Michael Ondaatje (1992)

        

En estos Limbos se pudre la vida en la impaciencia de escaparates, en el eclipse de “banners” que roban pantallas, impertinentes. Fogonazos de falsa felicidad que nos encandilan sin tregua para pararnos ante la fotografía que dejan tras su cegadora sombra de luz. Inconsciencia de lo ilimitado: consciencia de los límites. Lo divino humanizado frente a lo humano tangible: Dios frente a Jesús, desde los ojos del hombre.
En el fluir del cálamo currens, islas de lapsus calami. Allí, en sus profundidades insondables, pueden habitar los nombres sin nombre de los nombres: la corva del codo (ser pliegue o fosa no le basta); el trilcedumbrismo cesarvallejiano; la inefabilidad del placer o del dolor; la frontera eterna del momento; la médula del mar; el horizonte épico…

Verbalización del desequilibrio yinyángnico. Recuperación del léxico griego para acorralar el dolor y, al conceptualizarlo, estar más cerca de su raíz real. El dolor (con pasión o sin ella) descompuesto en algos, achos, odyne, ponos, lipes o kedos según radique en el frío, el miedo, los dientes, el sufrimiento o la fatiga, la propia piel, o los seres queridos. Para la alegría  hay menos matices, que permite ser vivida con menos necesidad de palabras.

Los destellos quieren acercarnos (¿pueden?) a la epifanía eterna y fugaz de lo nombrado. Juan Ramón Jiménez nos mira desde su limbo y sonríe, hecho ya “nombre conseguido de los nombres”, más allá de la transparencia (o transparencia pura ya).




 
Fotografía de Man Ray.
Bautizar juanramonianamente la escotadura supraesternal,
ese hueco de la fosa yugular en el estrecho
que va del cuello a la parte superior del espacio torácico.





Es el futuro. Literalmente ¿De dónde viene?
Ecuación del sueño: ¿en qué  orilla habita la incógnita? ¿Qué playa es la de la certeza?
Vivir sin duelo. Habituarse a los entierros que son las fronteras de los instantes. La muerte como fiesta de lo nuevo. Para el enterrador es un negocio. Ya somos todos enterradores sin más beneficio que socavar la tierra que nos sustenta.


Haz y envés del viento: busca su perfil y haz de él el bisel que acuna tus sueños.
Sonrisa de Melpómene; llanto de Talía: reflejo de la vida en las cuencas vacías de Edipo, valleinclanianamente.
El gran error: concebir la muerte desde la vida.
Ser verbo. Ni sujeto (agente o paciente) ni objeto (directo o indirecto). Ser verbo: puntal y repartidor de los papeles temáticos en el circo de la vida. Dejar al pairo de la voluntad de nadie solo las circunstancias.
Prometeo frente a Epimeteo: poder pensar antes de hacer para hacer lo que se ha pensado. Y no perder el tiempo que quisimos ganar pensando en la imprudencia de la equivocación, a solas con la esperanza cautiva, que siempre es humo de pajas.
Para nutrir la musculatura intelectual, sentimental o imaginativa no basta con saciar el apetito: hay que alimentarlo.

Nombrar para saber: renombrar para vivir.