lunes, 6 de enero de 2014

El océano de una lágrima





A Mariam Guerreiro y Andrés García
por la portuguesización de una noche de verano en la bahía de Águilas, en la anchura de la poesía.



Hay letras que vienen mucho después de la música que las sustenta. Casi siempre es así: la música ahoga con su mensaje inmediato lo que las palabras nos quieren decir, a una velocidad no epidérmica.

         Hay una hipérbole amorosa en este texto de Amália Rodrigues que nos viene desde las jarchas. No hay que leerlo desde la sumisión femenina, que le hacer perder la fuerza con que la voz portuguesa lo viste. Pensemos que quien reclama esa lágrima es un hombre, una persona despreciada que ama sin ser amada, que quiere querer sabiéndose no querida y perseverando en su amor. Hasta sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), en su juego poético, lo vio al plantear la paradoja en su romance “Que resuelve con ingenuidad sobre problemas entre las instancias ente la obligación y el afecto”:

“Quien ama porque es querida,
sin otro impulso más noble,
desprecia al amante y ama
sus propias adoraciones”

Amar ya conduce al deseo de ser amado, aunque este horizonte esté lejos: está presente en el acto mismo de amar. Amar es el todo: ser amado la propina. Queremos para querer, no para ser amados. Es el egoísmo más altruista que existe. Pero la esperanza de ser amados se planta en el querer amar. No queremos que nos quieran sin querer antes: el motor de esa fuerza está en un yo que ama y espera el regalo de la correspondencia, siempre después.

         Todo puede ser más físico, también (y no menos trascendente): un deseo que se clava y duele en su insatisfacción y una agonía sexual, sobre el chal extendido, que reclama la lágrima seminal como daga de la muerte más dulce. Lágrima cóncava o convexa.

Intensidad en menos de cinco minutos: toda una historia concentrada en una voz que repite los versos para hacer de su eco una tregua a la urgencia. El corazón del fado nos hiere con su tristeza dulce: explica con su oxímoron lo que las palabras no saben trasladar desde la vida. Puede hacerse y sentirse: si quiere decirse, esta es una buena fórmula.

Ahora cierra los ojos (búscate desde dentro)  y déjate llevar por lo que vas a oír. Tres universos de un mismo universo, a redrotiempo, como buscamos la fuente de los ríos en los mapas.

 Lídia Pujol, Mayte Martín y Dulce Pontes secuencian la lágrima "in crescendo"

Dulce Pontes, ya en solitario, nos regala su versión de 1995 


 
Y, para acabar, la autora, Amália Rodriguez, desde al portada del disco de 1983.


Cheia de penas me deito
E com mais penas me levanto
Já me ficou no meu peito
O jeito de te querer tanto

Tenho por meu desespero
Dentro de mim o castigo
Eu digo que não te quero
E de noite sonho contigo

Se considero que um dia hei-de morrer
No desespero que tenho de te não ver
Estendo o meu xaile no chão
E deixo-me adormecer

Se eu soubesse que morrendo
Tu me havias de chorar
Por uma lágrima tua
Que alegria me deixaria matar

Letra: Amália Rodrigues / Música: Carlos Gonçalves (1983)


Llena de penas me acuesto
y con más penas me levanto.
Ya  se me clavó en el pecho
esta manera de querer tanto.

Siento para mi desespero
dentro de mí el castigo:
yo digo que no te quiero
y de noche sueño contigo.

Si considero que un día he de morir
no desespero por dejarte de ver.
Extiendo mi chal en el suelo
y me dejo adormecer.

Si yo supiera que muriendo
tú me habrías de llorar…
Por una lágrima tuya
(¡qué alegría!), me dejaría matar.


(traducción de Pascual Gálvez)



¿Has llorado? Entonces has amado…