domingo, 26 de enero de 2020

“Present continuous”


 
Simulacro de pecho



         Este “present progressive” lacerado de “ing forms”, este presente continuo que gerundiza las acciones y acelera los pensamientos, que vive en proyecto y es aborto de futuro, arrebatador de duración, va, gota china, bota malaya o espada de Damocles, hipotecando la vida con banda sonora de felicidad. Las intenciones se aceleran, emprendedoras, y se abisman al escalar los planes no medidos por la impaciencia hacia el cambio compulsivo y de voracidad insaciable.

         Tres mil años en un instante. El logos, encauzado por ingenieros, economistas y el egoísmo, da a luz la sombra que requiere el artificio del ingenio sin raíz ni palabra que ahora nos ilumina. Los cauces, estuarios y deltas son consecuencia natural del fluir. El clima es sabio. La climatología lo pervierte al estudiarlo porque lo pone al servicio del contrapelo, de la contracorriente, de los remansos usureros de la aceleración. Hay un tiempo geológico que escapa a todos los relojes cuánticos.

                                              

                                                                 
En el paisaje, ser isla.
Ser idea en el humo.

Mear sobre detergente:
ser espuma de palabras
en el naufragio del agua
en que vuelan,
raíz de vida y de muerte,
las esperanzas humanas
lastradas y evanescentes,
embriagadas de algoritmos.




domingo, 12 de enero de 2020

Guerra y palabra


 
"Según sentencia del tiempo", no queda la palabra: quedan las armas.




         Suena Pergolesi. Stabat Mater: conecta con su hilo de sinestesias Philippe Jaroussky los mundos de este mundo. Se trenza con su voz la de Wim Mertens que, sin decir nada, lo dice todo. Sus ecos han estado (y me han hecho ser) en el claustro del Monestir de Sant Cugat. “Estabat Mater Dolorosa”: la meditación cantada sobre el sufrimiento de una madre por la pasión de su hijo. El “via crucis” del camino de la vida, el himno del viento de ser:

“Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa
Dum pendebat Filius”


         Sobre la guerra crece la vida también. Sobre la guerra pasada. Que sobre la guerra futura no hay experiencia, solo esperanza. Y la esperanza es ya fruto caducado, incomputable para los algoritmos inductores de felicidad. En esta orilla de la realidad la carne y la sangre siguen su curso hacia el mar del morir que nos hace humanos. Las cruzadas, esa cruz de guerra con la coartada del amor y la redención liberadora del pecado, construyeron claustros y lucharon por el monopolio de la fe. Su herencia es nuestra. La herencia que dejemos también será nuestra. Y nuestra la responsabilidad. Con mirada de dios (esa idea que debe hacernos mejores, sin dogmas religiosos, desde la razón del sentimiento) proyectamos vida en el fértil huerto del mañana.

         Ante un capitel del maestro escultor Arnalis Catelli, todo el pasado y todo el futuro de concentra en dos versos endecasílabos blancos.  Los 144 capiteles del claustro nos hablan desde estos veintidós golpes de voz que son aldabonazos de conciencia. Y también, fundamentalmente, canta el capitel 145, el que fue necesario para contrarrestar la usura del tiempo y compensar la grieta del peso de la piedra sobre el aire. Norte, sur, este y oeste cuadriculan, en el círculo divino del paralelepípedo sin aristas, la fuente del conocimiento.

         Es el claustro centro de un alrededor que se cree centro sin claustro y multiplica los centros en el pánico de la agorafobia asumida como libertad, bajo el yugo de lo comprable.

         Ungidos de palabra. Uncidos por la libertad muda ahíta de imágenes.

                                              

                                                                 
Tras una guerra nos quedan las armas.
Tras la palabra, el crecer humano.




Cainismo humano: la acción anula, performativa, la dicción.

 
 
La perspectiva lo cura todo: es el tiempo enquistado en piedra de claustro glocalizado

lunes, 6 de enero de 2020

Pan y luz



Pan de luz. Obra de Daniel Méndez Guerrero para exhibir y degustar en Gárum




Para Daniel Méndez Guerrero, por su generosidad comestible.


         Abarcar con la envergadura humana el mundo es imposible. La metonimia y la sinécdoque son los brazos desde los que poder besar la realidad. El beso es eso: un abrazo de labios en directo y presencia. Y los labios la frontera sin usura del vaivén de la vida: por la que entra y sale lo que nos hace como somos y lo que nos afirma en el instante ante el rodal del cosmos que besamos.

         Hablar, comer, besar, respirar, expirar, conspirar, lamer, vomitar, cantar, silenciar… se fraguan en este estuario osmótico de la persona. Tienen también las palabras la luz de la idea: palabras que ingerimos por la boca que es el oído y por la boca que es el ojo. Converge la palabra en la idea que forja palabras que siembran el otro lado de la cara de besos léxicos. Besos que son caricias. Besos que son arañazos.



                                                                 
Pan y luz.
Nada más
necesito.
Luz heñida,
carne de trigo bruñida.
Claridad:
agua, aire
que den cuerpo
al espíritu
que habito.

         Pan y luz.
Entrojados
como forma
en el ojo
del viril del asombro.
Fusionados
dan presente
a la pérdida
refulgiendo
en la sombra.


         Pan y luz.
Pan medular para ser
Luz para ser y pensar.