Pan de luz. Obra de Daniel Méndez Guerrero para exhibir y degustar en Gárum |
Para
Daniel Méndez Guerrero, por su generosidad comestible.
Abarcar
con la envergadura humana el mundo es imposible. La metonimia y la sinécdoque
son los brazos desde los que poder besar la realidad. El beso es eso: un abrazo
de labios en directo y presencia. Y los labios la frontera sin usura del vaivén
de la vida: por la que entra y sale lo que nos hace como somos y lo que nos
afirma en el instante ante el rodal del cosmos que besamos.
Hablar,
comer, besar, respirar, expirar, conspirar, lamer, vomitar, cantar, silenciar…
se fraguan en este estuario osmótico de la persona. Tienen también las palabras
la luz de la idea: palabras que ingerimos por la boca que es el oído y por la
boca que es el ojo. Converge la palabra en la idea que forja palabras que
siembran el otro lado de la cara de besos léxicos. Besos que son caricias.
Besos que son arañazos.
Pan
y luz.
Nada
más
necesito.
Luz
heñida,
carne
de trigo bruñida.
Claridad:
agua,
aire
que
den cuerpo
al
espíritu
que
habito.
Pan y luz.
Entrojados
como
forma
en
el ojo
del
viril del asombro.
Fusionados
dan
presente
a
la pérdida
refulgiendo
en
la sombra.
Pan y luz.
Pan
medular para ser
Luz
para ser y pensar.
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