lunes, 30 de diciembre de 2019

Glándula pineal: ignorar y saber


 
Ungido por el sol, el aire lírico es agua; la idea, mar. Fotografía de Ramón Bodegón



         Primera aproximación a la médula de saber. Descartes tuvo que improvisar, entre tanta duda metódica de su sistema lógico cartesiano, un estuario para conectar la “res cogitans”  de la mente con la “res extensa” del cuerpo. En ese nudo de sustancias, en ese centro osmótico de naturalezas habita el hito de ser, la trasminación que cuaja en presente los tiempos, los espacios y la luz. En esa encrucijada, filosofía, matemáticas y poesía levantan su arco del triunfo efímero y eterno como una epifanía. El poeta amasa su cochura y el horno de la poiesis cuece la palabra en su transubstanciación.



Filosofía + Matemáticas = Poesía

Matemáticas + Economía= Especulación



La primera es la ecuación que engendra versos como este para acercarnos en su lejanía la mar:


“Dans un tumulte au silence pareil”

(Dentro de un tumulto azul de silencio)

Paul Valéry. Le Cimentière Marin (1920)

O como este, “Danza de la muerte”, de Federico García Lorca, cruel y lúcido, de Poeta en Nueva York (1929-1940) que alma la materia léxica:

“De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres”


La segunda ecuación arma algoritmos sin corazón que rigen los destinos humanos desde la virtualidad real de sus deseos libres pervertidos. El dogma del número, falazmente axiomático, asertivo y aséptico,  abole el del mito con todo su lastre de fábula, sangre y espítitu.

Entre la verborragia y el silencio, la poesía.
Entre el azul y la estadística, la palabra precisa en su sugerir abierto.


Solo sé que no sé nada

                                      Sócrates


Solo lo que se nos presenta en la mente con distinción y claridad es intuición evidente de conocimiento: antes del método, todo es provisionalmente  falso. La certeza es producto de la racionalización metódica del magma del pensar que destila la idea universal.

                                      René Descartes


De lo que no se puede hablar, es mejor callarse”

                                      Ludwing Wittgenstein


“La mejor forma de decir es hacer”

                                      José Martí


         “No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero”
                                      María Zambrano


“Dios” es un objeto intralingüístico y no murió con  Nietzsche: vive en la palabra, podemos hablar de él sin que tenga que ser más que materia léxica. Sobre el dios extralingüístico es mejor guardar silencio para no enlodazar el pensamiento y levantar la torre de babel de la confusión de causas y efectos como ladrillos de ignorancia ignorada.

Hacer es decir y decir es hacer. Decir es construir con palabras sobre los planos mentales que ha diseñado el pensamiento, ese arquitecto que ha interpretado las palabras como conceptos para bajar el infinito a la  escala humana.

Ignorar lo que sabemos abona el pensamiento. Saber lo que ignoramos siembra el pensamiento abonado. Ignorar que ignoramos y levantar sobre sus cimientos vanos el pensamiento puede dar lugar a imperios al pairo de “brokers y cuñados que nada saben de lo que dicen saber pero actúan y hacen actuar fuera de la lengua.

El vate comunica el conocimiento que la investigación poética le ha revelado y, palabra en boca, teje los mimbres que desvelan los centros a quien quiera escuchar con los ojos, sin más prisa que la que alimenta la pausa, sin más  velocidad que la de la duración.

La poesía es la bisagra pineal del armazón humano.

Bello es el ser sin apetito

Byung-Chul Han




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