domingo, 8 de diciembre de 2019

Alegría triste de la luz


Así, estrenando maleta y calzado, hacia el exilio radical de la infancia, esa patria ultrajada por los presentes.





         En la pomposa navidad, de retórica lumínica y discursos inflamados de bondad impostada y tarjetas de crédito y débito, fluye la vida en su sencillez atávica. Un universo biodegradado en su hiperconexión se enreda en logomaquias 3D con filtros de Instagram que cotizan en cirugía y frustración feliz de escaparate de juguetería de posguerra que pueden llevarnos a casa, sosteniendo la insostenibilidad. La impaciencia tiene su antídoto en la duración. La insatisfacción, en el tuétano del hogar sin chimenea y con fuego.

         Es que el amor se ha puesto a un precio que solo los pobres pueden pagar. Y la pobreza es hoy, como siempre, un valor en alza para los ricos de corazón.




“Siempre la claridad viene del cielo;
es un don; no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias”

Claudio Rodríguez. Don de la ebriedad (1953)






                                                                 
Fulge la luz alegre
feliz en la tristeza
fundada en la pobreza
de un oscuro pesebre.

No hay moneda que enhebre
claridad de belleza
sin manchar con torpeza
y prurito de fiebre,

         ni fasto que celebre
sin perder la cabeza
la radical riqueza
que vive en la intemperie.

         Luce la navidad
preñada de orfandad.

         


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