sábado, 30 de marzo de 2013

Los Quiroga Plá de Jorge Semprún


 
A Josep Asensio Ramírez, compañero en paisaje, paisanaje e inquietudes,
con voluntad quiroguiana y abradeña.


José María Quiroga Plá entre Federico Sánchez y Jorge Semprún, alargados por la historia , sombra y luz, grequianamente.


Como una nota a pie de página, rectificación que la perspectiva del tiempo impone: así suena el último recuerdo que Jorge Semprún evoca de José María Quiroga Plá. Median treinta y cinco años.




Versión original francés del texto de Semprún. La traducción castellana que sigue es mía


 Entre Exercices de survie (2012) y Autobiografía de Federico Sánchez (1977) hay más tiempo que el tiempo que los separa:

“José María Quiroga Plá había sido el marido de una hija del gran y misterioso Miguel de Unamuno, de la que fue siempre, unos decenios más tarde, el viudo poéticamente afligido. Porque Quiroga Plá era, sobre todo, poeta, de buena factura clásica, por lo demás. Su castellano sonoro evitaba, sin embargo, los excesos de grandilocuencia.
Enfermo crónico, tratado con insulina de forma regular para limitar los estragos de la diabetes, era, no obstante, un hombre alegre, positivo, cuyo humor demoledor ignoraba los tabús: ni Dios, ni César, ni tribuno. ¡Para él, nada de Saber supremo! Tenía su mérito, ya que fue un comunista fiel y de vieja militancia. Pero él preservó, mejor que muchos de entre nosotros, su espíritu inquieto.
Quiero decir: su espíritu crítico, todo lo opuesto al espíritu de partido”

SEMPRÚN, Jorge. Exercices de survie. Paris: Gallimard, 2012, pág. 52.


“Estaba José María Quiroga Pla, el escritor, que era yerno de Unamuno, y que se las arreglaba para defenderse contra los rigores calvinistas del famoso “espíritu de partido” con una mala leche salobre y corrosiva”

           SEMPRÚN, Jorge. Autobiografía de Federico Sánchez. Barcelona: Planeta, 1977, pág. 17.

Las noventa y cinco páginas de Exercices de survie que aparecieron el 2 de noviembre de 2012, prologadas por Régis Debray en Gallimard, son la reflexión autobiográfica, póstuma ya e inacabada, de un proyecto de varios volúmenes, iniciado en 2005. Jorge Semprún Maura murió, en un París que había hecho suyo, el 7 de junio de 2011 a los 87 años. La múltiple nacionalidad que impone el exilio (como en tantos otros –Jacinto Luis Guereña, José María Quiroga Plá, Max Aub…-) le dio una identidad literaria francesa, una lengua alemana para subsistir en la administración nazi y un poliglotismo que le permitió trabajar en la UNESCO como traductor a las órdenes de Quiroga Plá. Pero murió republicano español, lejos del comunismo por el que combatió y fue combatido (y expulsado de su engranaje oficial en 1964, junto a Fernando Claudín). Francés de idioma, español de patria, republicano de espíritu y mortaja, en tierra francesa, como Antonio Machado.
Este preso número 44904 en Buchenwald (desde principios de 1944 hasta su liberación en abril de 1945, compañero de infierno de Stéphane Hessel) siempre fue un hombre controvertido en su beligerancia humana y política. Su hermano Carlos llegó a acusarlo de “kapo” (kamaraden polizei, colaborador de las autoridades nazis) y muchas voces han cuestionado sus posicionamientos. La suya misma, en esta última publicación, revisa su historia. Estos Ejercicios de supervivencia (como en L’écriture ou la vie de 1994) son reordenaciones literarias de la realidad vivida, reorganizaciones de quien supo hacer del escribir la razón de vivir. Su “amnesia” es el manantial del que brota su memoria a partir de Le grand voyage de 1963: parte de esa historia personal y colectiva la detalla en su última obra. Vuelve a sus veinte años de 1943, a su detención por la Gestapo en Auxerre y a su experimentación de cuatro primeras de las seis fases del protocolo de la tortura: aporreamiento, suspensión con las manos esposadas en la espalda, privación del sueño, bañera, descarnamiento de uñas y descargas eléctricas en progresión. Ejerció la solidaridad del silencio mientras los esbirros del Dr. Haas, el jefe local, presionaban su cuerpo para que delatase a los camaradas. De esas marcas sobre su físico, de las que apenas había hablado, forjó en su mente el espíritu solidario y una fobia a las bromas en el agua que ha llevado con él a la tumba. Después, Buchenwald, donde pudo sufrir la experiencia ajena para escribir en 2001 Le mort qu’il faut (traducido –más bien explicado- como Viviré con su nombre, morirá con el mío).

En Exercices de survie justifica con su versión, sin saberlo, las prácticas laborales que indujeron a Quiroga Plá, otro insobornable crítico, a llamarlo “el señorito” por su aparente desidia. Parece ser que el régimen de traducciones en la UNESCO le permitía acumular el trabajo por la mañana y quedar liberado a partir del medio día para otras “obligaciones” más placenteras, sin dejar de cumplir con su responsabilidad.

La conciencia civil y el humanismo laico son los hilos que enhebran la razón de ser y escribir de José María Quiroga Plá. Su comunismo atiende también  a esa llamada esperanzada en el hombre. Entre el 29 de abril y el 13 de mayo de 1926 es encarcelado por  participar en la protesta por la concesión de la cátedra de Unamuno (desterrado en Fuerteventura) a Leopoldo de Juan. Llega a ser presidente de la Juventud Republicana en provincia de Salamanca en 1930 (él llamó a la presión de sus amigos –Camón Aznar, Salvador Vila, Ángel Santos…- para presentarse como candidato la “cacicatura”) A mediados de octubre de ese año le nombran director de Claridad, un periódico republicano de Salamanca. Su posicionamiento político (en sus artículos o en los que asume como director aunque ajenos) le hubiesen llevado de nuevo a la cárcel si no lo evita la proclamación de la República (en el juicio de febrero de 1931 lo condenaron a tres meses de prisión y mil pesetas de multa). Se estrena en ese tiempo como orador en un mitin de la campaña abstencionista del partido republicano en el que también participa Unamuno. Se adhiere a la Alianza al Servicio de la República y al Manifiesto firmado, entre otros, por Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y Gregorio Marañón. Pasada la efervescente ilusión de la proclamación de la República, deja la presidencia de Juventud Republicana: no quiere sinecuras ni prebendas, evita que vean en sus méritos especulación sin esfuerzo. En las elecciones de noviembre de 1933 Quiroga Plá vota a la coalición republicano-socialista de Azaña e Indalecio Prieto (a pesar de Largo Caballero) porque le parece la forma más eficaz de frenar a la derecha (que acaba triunfando con una CEDA aliada con el Partido Radical de Lerroux, en cuya candidatura va Unamuno). Los comunistas, piensa, no tienen todavía el espacio político que necesitan y los republicanos más de izquierda están demasiado desunidos. El 12 de mayo de 1934 fecha en Madrid su poema “Cuerpos, hermanos míos”, que Pedro Salinas califica como “poesía de amigo del mundo y de los hombres”, la verdadera poesía revolucionaria para Quiroga Plá. En octubre, retirado en el  Goviendes asturiano de su amigo Pedro Caravia, muestra su solidaridad con la revolución de los mineros y su repulsa por la represión de Doval (“Doval en fuga y el pueblo en marcha” es el testimonio literario de su posicionamiento). En 1935, también presionado por sus amigos, ingresa en la Izquierda Republicana de Azaña. Las coyunturas de la guerra le obligan a comprometerse con la humanidad desde posiciones más combativas: al lado del pueblo, desde su condición “privilegiada” de intelectual, se pone al servicio de Cultura Popular (selecciona libros para hospitales y cuarteles, clasifica documentos, escribe romances tirteicos –como en tiempo de paz, pero en guerra-…) Abandona Izquierda Republicana y se adhiere al partido comunista (“el orden dentro del caos”, escribe en esos momentos inciertos de 1939) Su lucha también era contra les estragos de la diabetes, que le lleva por sanatorios de Madrid, Valencia y Barcelona. Es nombrado para trabajar en el Subsecretariado de Propaganda, casi a la vez que recibe la noticia de la muerte de su suegro Unamuno. En marzo de 1937 es nombrado jefe del Departamento de Censura de Prensa Extranjera, cargo que acepta por disciplina de partido. Su integridad personal le lleva a enfrentarse con “camaradas” que le piden trato de favor por serlo: la conducta de algunos dirigentes filosoviéticos y la represión del POUM (cuyo símbolo es el asesinato de Andrés Nin) zarandean su comunismo. Pero en el periódico comunista Frente Rojo (número 126) aparece su donativo de 35 pesetas para contribuir a la reaparición del diario del partido Verdad y en el currículum que le pide la Junta de Ampliación de Estudios en agosto de 1937 para poder gestionar su traslado al extranjero (a lo que se oponía) se califica como “militante activo del PC”. A principios de julio asiste al II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas en Valencia y Madrid: allí conoce al “camarada” Nicolás Guillén (así lo califica en una dedicatoria del cubano, parejo en edad e inquietudes) En septiembre aparece en La Gaceta su incorporación oficial al profesorado, abortada por el golpe de estado. Pero su labor en Valencia como jefe de censura es prioritaria y le niegan la posibilidad. En noviembre se traslada a Barcelona, a la nueva sede de la Subsecretaría de propaganda: es nombrado jefe de Departamento de Traducciones con el mismo sueldo que como censor. En enero de 1938 pasa a depender del Ministerio de Instrucción Pública, aunque su poliglotismo no le libera del todo de las responsabilidades anteriores. En marzo firma, entre María Zambrano y León Felipe, el manifiesto “Los intelectuales de España, por la victoria del pueblo” publicado en La Vanguardia en apoyo al discurso del jefe del gobierno de la República del sábado 26 de febrero. Su adhesión al gobierno legal se repite en otros manifiestos (publicados en Frente Rojo, El día gráfico, La noche). Sigue colaborando en Hora de España, donde puede llegar a ser de su comité directivo. En julio va a París para participar en las conferencias de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Permanece en Barcelona hasta la ocupación por las tropas franquistas el 26 de enero de 1939, desde donde, todavía con la confianza esperanzada de la victoria, pasa por Figueras hasta llegar a Francia con un grupo de Intelectuales Antifascistas o un convoy especial: le quedan 16 años de destierro parisino con “las raíces al aire”.

La muerte de Antonio Machado le reúne en la circunstancial casa de Rafael Alberti en París con exiliados, “tiernos todavía”, como Max Aub, Marcel Bataillon, Montesinos, Corpus Barga o Bergamín. Empieza a gestarse la Junta de Cultura Española, concebida en el Círculo Cervantes de París con el proyecto España Peregrina (iniciativa de la Junta de Relaciones Culturales, adscrita a la Embajada de España en la capital francesa) Quiroga Plá  es agente de ese intento por mantener las estructuras culturales fomentadas por la República. Cuando algunos de sus miembros (Bergamín, su presidente;  Larrea, su secretario…) marchen a otros destinos de la diáspora republicana, Quiroga Plá (junto a José María Giner Pantoja) será el responsable de su delegación en París. Empieza a trabajar en la oficina del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles de Negrín y Pablo de Azcárate: por su condición de comunista podría haber marchado a La Unión Soviética, pero su optimismo suicida le induce a quedarse más cerca de España. El pacto germano-soviético de agosto de 1939 le hacen abandonar el Partido Comunista. La entrada en París de Hitler en junio de 1940 le obliga a formar parte de la Resistencia (llevando mensaje y armas, huyendo de las persecuciones nazis por las bocas del metro…). En 1944, cuando la liberación del fascismo en Europa puede llegar a España, se atreve a penetrar en territorio español en un par de ocasiones, aprovechando las incursiones de los guerrilleros en la zona pirenaica de octubre, décimo aniversario de la Revolución de Asturias. La frustrada reconquista le devuelve a la “normalidad de emigrado”. En ese otoño de 1944, en “su” París, funda la Unión de Intelectuales Españoles, que publicará 47 números de su Boletín hasta 1948 y de la que es presidente de la junta directiva. Firma “Un manifiesto de los intelectuales españoles” publicado en El Patriota del Sud-Oest de Toulouse. El 31 de mayo de 1945 interviene en un homenaje a los intelectuales deportados, participa en un ciclo de conferencias organizadas por el semanario comunista Unidad y lucha en julio y se adhiere al telegrama de adhesión al mitin de New York a favor de la República organizado por el Joint Antifascist Refugées Committee en el que se pide la ruptura de relaciones diplomáticas con la España de Franco. En febrero de 1946 habla con el presidente del gobierno republicano Jose Giral. En octubre forma parte del consejo de redacción de Independencia, “Revista quincenal de cultura española”, junto a intelectuales como Jorge Semprún, el más joven de sus redactores. El editorial del primer número, “He aquí una trinchera”,  da cuenta de la decadencia cultural de la España franquista. Junto a Picasso o Victoria Kent, como presidente de la UIE, dirige un cablegrama a Naciones Unidas para que tome medidas definitivas contra el régimen de Franco. El mismo sentido tiene su firma en otro manifiesto similar, aunque ahora en calidad de miembro de la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero (continuación reciclada de la FUE). Asiste al entierro del socialista Largo Caballero. El 24 de mayo de 1947 entra a trabajar en la Sección de Traducción Española de la UNESCO. Su responsabilidad de granjea enemigos: le acusan de comunista o de agente secreto de Franco… Cuando el director de la Institución, George Delavenay, le advierte de la necesaria neutralidad de sus subordinados, genera un conflicto entre el futuro jefe de la Sección de Español (lo será en mayo de 1950) y el joven de 24 años Jorge Semprún, afiliado al PCE.  Los ecos de ese conflicto están en la cita de la Autobiografía de Federico Sánchez. La versión de Semprún en la matización de la cita de Exercices de survie. La falta de profesionalidad o la coyuntura burocrática están explicadas en  También somos lo que callamos de este blog. En el número 7 de Independencia (31 de mayo de 1947) publica Quiroga Plá su poema “Camaradas, compañeros…” En junio representa a la UIE en el Congreso de la Asociación Espagne-France, muy interesada en la causa republicana española. En la asamblea de la UIE de abril de 1948 es confirmado como presidente. Aporta 1000 francos para ayudar a los intelectuales presos en las cárceles franquistas. En agosto se celebra en Wroclaw, Polonia, un Congreso Mundial de Intelectuales por la Paz: Quiroga Plá, por motivos de salud, no puede ir, pero sí reunirse a su vuelta con los asistentes en el hotel Lutetia. Su amigo Max Aub, dice en sus Diarios un 16 de mayo de 1950 respecto a la rígida ortodoxia comunista:

“¿Qué adheridos habéis ganado últimamente que se puedan comparar con Quiroga Plá, Montiel o Comorera?”

AZNAR SOLER,  Manuel, Diarios (1939-1972). Barcelona: Alba Editorial, 34, 1998, pág. 169

En 1952 es vecino de Jorge Semprún, que vive cerca de su misma calle, en Montmartre. Su salud se complica cada vez más y ya no puede rendir en el trabajo. En mayo de 1954 se le acaban las prórrogas laborales y tiene que dejar, definitivamente, París para pasar a Ambilly y Ginebra, ciego y con un ánimo maltrecho, con paréntesis de optimismo quiroguiano. Muere el 28 de marzo de 1955 en una clínica ginebrina, a un mes de los 53 años de compromiso con el mundo. Esto dice Max Aub en sus Diarios (obra citada anteriormente, páginas 261-263) como excelente síntesis:

“Ha muerto Quiroga. Me escribe su mujer -su viuda-. He llorado como un imbécil; con Quiroga y Chabás, muertos a la misma edad (¿cincuenta y tres, cincuenta y cuatro años?), desaparecen mis dos amigos escritores más cercanos. Chabás era mi amigo desde mis primeras letras, murió distanciado -él de mí, no yo de él- por razones políticas (el Partido Comunista decidió que yo era un “traidor a la causa del pueblo español”).Hasta donde yo sé Quiroga se había apartado del partido hacía cinco o seis años.
         [...] Ignoro cuándo ingresó Quiroga, supongo que hacia el treinta o el treinta y uno, tal vez el treinta y tres. Tampoco sé cuándo lo dejó. Pero, cosa curiosa, no hay rastro de ello en su obra, ni se rebajó nunca a hacer otra de circunstancia. Tal vez por ello los comunistas le tuvieron en poco -como escritor-; por otra parte, tuvo puesto de responsabilidad durante la guerra, en la censura periodística y en la información con los corresponsales extranjeros.
         [...] José María era un tipo estupendo, malhablado y muy entendido en lo suyo.
                   Yerno de don Miguel, eso lo marcó para toda la vida; no la tuvo muy feliz (yo recuerdo sus amores con Bola, una periodista soviética, en Barcelona). Luego se casó con una excelente mujer, que le ha atendido magníficamente hasta la hora de su triste muerte, el 28 de marzo, en Ginebra. Hacía dos años que José María estaba ciego. Ni él ni Juan pudieron escribir su obra. Los segó la guerra (es más cierto por Quiroga que por Chabás, llevaba éste otros males adentro). La culpa, una vez más, de Franco.
                   La muerte de ambos me deja solo, porque si algo quería yo todavía del mañana era charlar algunas horas, algunos días, con Juan y con José María. Discutir de lo suyo, de lo mío. No podrá ser, entonces, ¿qué interés -desde ese punto de vista- tiene para mí seguir en la brecha? Siempre estuvimos bastante solos -y esto nos unía-. Ni fuimos del grupo de la Revista de Occidente (más ellos que yo) ni del de Juan Ramón Jiménez, ni del de Alberti, ni de la Residencia (F.G.L, Dalí, Moreno Villa [...] ). Estábamos un poco aparte, sin la personalidad necesaria para ser cabeza de grupo. Eran de los pocos, con Enrique Díez-Canedo, que creían firmemente en mi importancia como escritor. Los tres han muerto. Y aquí me quedo, al garete.
                   Viejo José María, aquí estoy para lo que pueda servirte. Te moriste en Suiza, yo estoy en México, ¿quién lo había de decir? ¡Cuántas copas, cuántas comidas juntos! Más durante la guerra. Nuestros recuerdos (sí, nuestros, porque los tuyos ya son míos sólo) son de Barcelona y de París -algo de Valencia-; que de Madrid, los anteriores, los de la paz, ésos se hundieron -por lo menos para mí- en el olvido.
                   José María, José María... ¿Recuerdas cómo te iba leyendo -capítulo por semana- Campo cerrado, que luego te dediqué?... Allá arriba, en la buhardilla del 5 de Capitaine Ferber, mis hijas repartidas entre familias de obreros.
                   Te moriste en Suiza, yo estoy aquí en América -no quería venir, tú tampoco-Queríamos estar cerca de España, lo más cerca posible. Y fíjate...”

Andrés Trapiello afirma que volvió a militar en el PCE en su última edición de Las armas y las letras (Madrid: Destino, Imago Mundi, 2010) en la sección “Las personas del drama” (página 579):
“Pertenecía a Izquierda Republicana, pero durante la guerra se afilió al Partido Comunista, que abandonó al firmarse el pacto germano-soviético, para incorporarse definitivamente a él de nuevo tiempo después”
No tengo constancia de ello en su abundante epistolario. A juzgar por las numerosas imprecisiones (que pueden considerarse positivas porque, al menos, se interesan por el poeta) hay que poner en cuarentena la afirmación. Como la boda con Felisa de Unamuno que le adjudica Jon Juaristi en su Miguel de Unamuno (Madrid: Taurus-Fundación Juan March, 2012) o la “Soledad de Unamuno” (sic) con la que lo casan Jordi Gracia y Domingo Ródenas en la página 340 de su Historia de la literatura española 7. Derrota y restitución de la modernidad. 1939-2010 (Barcelona: Crítica, 2011).No hay mala intención en ninguno de ellos: solo la coyuntura desinformativa impuesta por la historia de la desmemoria forzada por la negación. Felisa fue la madre adoptiva del hijo de Quiroga Plá y una esposa que pudo llegar a ser pero que no fue. Salomé de Unamuno, de la que sí que fue viudo, lo sumió en una soledad que tuvo que combatir desde el asperón de los días y que pudo compensar en el exilio, distanciado ya de Felisa de Unamuno, con el amor y los cuidados de Suzanne Duval,  con quien sí que se casó en diciembre de 1947.

Jorge Semprún, que sobrevivió a tantas trampas de la muerte, las sorteó como Gérard Sorel, el resistente, o Federico Sánchez, el clandestino. También fue Rafael, Agustín Larrea o Jacques Grador. En su autobiografía literaturizada premiada con el Planeta en 1977, su nombre de guerra fue Federico Sánchez, clandestino militante del PCE oculto bajo esa identidad entre 1953 y 1962. Le faltaba la perspectiva que el tiempo le ha dado y que le ha alejado de la herida abierta por su expulsión por mantener el pulso contra los “rigores calvinistas” del espíritu de partido: había dado mucho por él y podía sentirse agraviado en una injusticia histórica. Si la revisión de esa deuda le salió en castellano, su despedida de ese alias clandestino, Federico Sánchez se despide de ustedes (1993) le salió en francés: Federico Sánchez vous salue bien. Un atractivo quiasmo de lenguas y circunstancias.

Y es que la frontera entre la literatura y la vida las hace jugar en una ósmosis en la que la una enriquece y se alimenta de la otra. Quiroga Plá y Semprún, comunistas (más el segundo, por su obediencia a las altas esferas, aunque fuese expulsado en 1964 y pasase entre 1888 y 1991 como independiente ministro de cultura en la democracia). Semprún y Quiroga Plá, escritores, fabuladores de vida literaria, unidos ya por la historia y la literatura desde que José María Semprún y Gurrea, padre del novelista, prologara el Morir al día del poeta en 1946.

Y Valses de la memoria al pairo del silencio, por debajo de las circunstancias que lo hacen naufragar sin playa, de momento.

lunes, 11 de febrero de 2013

Destellos XLVIII


El óxido acaba haciendo de todo su vasallo: hasta de los desmontes que roban paisaje para privatizarlo. Tensión férrea de la ruina: testimonio de lo que se es mientras se deja de ser, imperceptiblemente.



“La poesía es un espejo que torna hermoso hasta aquello que es deforme”
                  
                            Percy Bysshe Shelley

“Todo, en el mundo, existe para acabar convirtiéndose en libro”

                            Stéphane Mallarmé


Pero también debe, la poesía, deformar aquello que es bello fuera del poema. Un libro sigue siendo, como en su origen etimológico, la parte interior de la corteza: lo oculto a la luz de la vida que recoge desde su perspectiva de sombra reflexiva. La existencia, pues, fluye hacia la nada de sus ahoras si no es retenida en las páginas de quienes la pueden pensar para después. La poesía es ese cazamariposas de horizontes vivos.

Destellos como cohetes de la verbena que es siempre la vida, pensada desde su mecha y no desde sus colores en el cielo oscuro.


Muerte: omnipresencia de la ausencia.
Los fragmentos de ahora se incrustan en los después, se proyectan en los antes en recurrencia necesaria del ser.
Memoria de ordenador: cementerio de recuerdos, fagocitosis nihilista de los símbolos físicos de la vida.


Antimelancolía de la emoción superior de la pantalla. Frente a la vida y su ruina física y dionisiaca, la apolínea y aséptica supremacía de lo virtual. El arte amordaza a la vida  desde sus parámetros, el artificio sustituye a la emoción de lo vivido.

La sombra que proyecta la experiencia ilumina el camino hacia lo que podemos llegar a ser.
La verdadera experiencia artística es la simbiosis perfecta entre la sensibilidad de un fotógrafo ciego, un músico sordo y un poeta analfabeto, asesorados por un perfumista sin olfato y un diplomado en caricias sin huellas dactilares. Así,  el arte es puro concepto sin forma, experiencia pura de los sentidos mentales.
Vivió siempre con el corazón en un puño: era un comunista cordial.
Arborescencias mentales del irse por las ramas: no hay necesidad de pasear por los cerros de Úbeda. El más allá está siempre más acá.
Problema doméstico de verticalidad masculina: meada bífida y sus efectos colaterales.
 



domingo, 3 de febrero de 2013

Destellos XLVII


En el abradeño tómbolo de El oso, el freo obliga a mojarse para comunicar tierra con tierra. A veces, la corriente impide esa sinapsis.





                                           “Las palabras, la única moneda
          del misterio”

                   Aurora Luque

Engendradora de musicalidad y de abismos de silencio, la palabra que no es concepto porque es ella la que hace concebir

                   María Zambrano


M'exalta el nou i m'enamora el vell

                   J. V. Foix


Las palabras son puentes, sinapsis, istmos entre dos continentes. La conexión entre dos puntas de embudo. La palabra puede ser un cañón entre dos valles o el coso del ojo de una aguja que enhebra el hilo de los pensamientos. Y el pensamiento mismo. La palabra es el espacio que en la bujía hace saltar la chispa del movimiento.
La palabra, altavoz en el que grita la vida su derecho a la entropía.
Don Quijote muere por exceso de realidad. Pero, blasdeoterianamente, “le queda la palabra”.
La novedad asesina a todo lo demás: hay Limbos viejos que reclaman una duración abortada por los nuevos, que ya nacen viejos. Queda la palabra, destello, eterna crisálida sin eclosión completa, víspera del orgasmo perpetua, tráiler de lo que será y nunca acaba de ser.
Palabra: isla en mar sin atosigamiento.

        
El viejo sueño de la ubicuidad, frustrado una vez más cuando parecía al alcance de la punta de nuestros dedos: estar sin ser en todas partes a la vez no es ubicuidad, es dispersión.
Tecnología: cauce de la novedad sin espacio para la duración.
Este latido vive en y del anterior. Matando al padre el hijo asesina su posibilidad de engendrar.
La estela de la palabra está detrás, no delante. El poder genésico es filosofía metafísica en este mundo: realidad en el trasmundo poético.


La urgencia de la velocidad nos ha hecho pasajeros, turistas, emigrantes y huéspedes de nuestro tiempo.

Corazón excoriado: san Bartolomé de la intimidad, en su celda se deja despellejar por su resistencia al cambio. Su piel, curtida, servirá para fabricar resistentes fundas de tabletas digitales.

Se precipitan los días hasta llegar a uno que no supimos programar.
El cuerpo de dios es el mundo: somatiza lo que piensa y crea la realidad.
Accidente de tránsito.
A la santita se le enredó el escapulario en el alma y la ahogó. Nunca pudo llegar a su destino y entró en estado de putrefacción  apenas salida de la décima estación: despojada de sus vestiduras, erró su camino de perfección y no pasó de la vía purgativa, iluminada a lo lejos por una unidad que ya no podrá ver ni en un portal de internet.
Para vivir hay que beber la raíz del agua.



Martirio de san Bartolomé de la colegiata de Osuna, fechado entre 1617 y 1619.
José de Ribera.
Como un corazón desollado vivo por el tiempo verdugo: martirio mudo

Martirio de san Bartolomé de José de Ribera, El Españoleto.
Grabado producido entre 1624 y 1628.
Podéis ver más imágenes del martirio del apóstol aquí

domingo, 27 de enero de 2013

Destellos XLVI

Isla herida por el hombre. Embarcadero de mineral herido por el tiempo. El mar y su palio discontinuo de cielo como garantía de la esencia.
Es una fotografía, pero fue paisaje vivido.




¿Vivir atado a un árbol por no tener columna vertebral? El exoesqueleto humano siempre es una solución excepcional, de urgencia. Curtir la piel para que sustente los órganos pide una coraza que nos blinde y aísle de quienes queremos ser en el nosotros. Un nosotros que no es la yuxtaposición de yos ciegos y sordos: es la declaración del dar lo que hemos cultivado desde la reflexión íntima. Que dar, compulsivamente, vacío solo nos aleja como las fiestas de etiqueta con una copa en la mano y el hilo musical ensartando los oídos de los parloteadores, enhebrando sus orejas de besugo.

Construir sobre el hueco: la estructura de la poesía levanta el edificio de la imaginación.

Se pierde el valor de las páginas de los libros, amarilleadas por el tiempo. Un tiempo vivido juntos. Presagio de muerte sí, pero a ritmo humano. ¿Cómo amarillea una página web? Que no lo haga, quizás, es síntoma de su aborto intrínseco, de su muerte a ritmo de la nueva humanidad.

Nuevo hombre hidrópico y tantálico, estos “Destellos” son para ti.


Una migraña densa, intensa y efímera: eyaculas dolor.
Desorden de la libertad:
un supermercado para las  micronecesidades.


Se extinguen las estrellas a lo lejos: refulgen las vidas aquí abajo.


Universos paralelos:

Celda de la soledad reflexiva, búsqueda del yo más suyo y profundo: el que habita tras la pantalla de los párpados.

Balcón del egoísmo exhibicionista del vivir hacia afuera.

La hipoteca es la resaca de la compra.
Todavía no pasa nada… Está  la posibilidad agazapada y expectante. Vivir hasta hacer infinitas las opciones de lo posible.
Sentidos: agujeros para henchirnos de mundo.
Cerebro: traductor de los impulsos vitales, reversible.
El peso difuso de lo que solo podemos ignorar: falsa sensación de conocimiento exógeno, dispersión de la posibilidad certificada sin horizontes inalcanzables de tan cercanos.
Vivir por debajo de las posibilidades que nos da el tiempo, por encima de las que nos da la vida

domingo, 13 de enero de 2013

Lectura de la imagen


Realidad trascendida por la mirada atenta de Manuel Morales, quien me ha regalado ese instante para que lo transforme en palabras.


                                  A Manuel Morales, por su amistad y por prestarme sus ojos.

Como en algunos libros de texto de la EGB, esta habitación de los limbos pretende transubstanciar lo que podemos ver con los ojos en lo que nos permiten ver las palabras. La cita de María Zambrano, que supo “escuchar con el tercer oído” y supo “ver con los ojos del alma”, es ya un lugar común en este seno:
La poesía son los ojos con los que vemos lo invisible
Que puede ser glosada por Julio Cortázar (“Para escuchar con audífonos” en Salvo el crepúsculo. Madrid: Alfaguara, 1985, pág. 37:
Cómo no pensar, después, que de alguna manera la poesía es una palabra que se escucha con audífonos invisibles apenas el poema comienza a ejercer su encantamiento
Y la transmutación de la percepción está servida. Vemos, pero podemos ejercer de ciegos si no leemos la imágenes en toda su potencia sinestésica y conceptual. Ver con la mente para explicarnos lo que vemos con los ojos: esa es una de las dimensiones de la poesía, la que ensancha el espíritu dentro del cuerpo, lejos de las nubes a las que nos obligan a subir las ideas digitalizadas. La palabra como banda sonora del paisaje que nos acoge como un decorado.
Esta es la primera lectura de la imagen.

Rectángulo robado al cielo, que baila sobre las supuestas aristas  de la regularidad esperable. Geometría de la raíz que aspira a elevarse en vuelo por el hueco. Los obeliscos son estelas de hormigón con vocación ascendente: albergan los mecanismos que trasladan las ilusiones del suelo a su concreción en altura, a sus respectivos cubículos de techos cotidianos.
El enigma de la sombra frente al encandilamiento de la luz: sugerencia de lo cerrado frente a la claridad meridiana de lo abierto. Oblicuidades, sueños biselados esculpidos sobre las proyecciones de todos los horizontes que caben en este cubo de aire que acota el infinito.
Parecen torres de un recinto carcelario sin vigías: columnas desnudas que sustentan su cima y lastran nuestra condición grave de desagües de la divinidad, de pararrayos de la incertidumbre de universo. Bajo nubes y ventanas el hombre es nota del pentagrama de las baldosas y es música que solo él debe permitir oír, ver, oler, tocar, gustar y sentir. Ser sinfonía sorda puede ser su mejor concierto.
El capricho vaporoso de los trazos celestes se hace añicos y cuadricula al reflejarse opaco en este suelo desde el que miramos.
No estamos  presos: somos libres de nuestro enclaustramiento en la costumbre que nos trae y nos lleva en este espacio y tiempo de encuentros y desencuentros que es la vida. La coyuntura de este templo pagano de obeliscos planos nos aferra a la existencia mientras nos acuna la posibilidad de habitar el templo del tiempo sin ventanas que es la muerte.
En esta porción rectilínea del mundo curvo, seguimos siendo mientras podamos imaginar formas reconocibles en el diseño efímero de las nubes. En este aquí y este ahora podemos merecer querer seguir siendo mientras la soledad consciente sea el contraste necesario ante el abismo del todo que nunca seremos en vida. El silencio amortigua la luz con su sombra recortada sobre el hormigón: solo se oyen los pasos sordos hacia un jardín y el recuerdo del aire caracoleando en los oídos ajenos.
Otros nichos nos esperan para hacernos sentir vivos como en un cuadro de Edward Hopper.

jueves, 20 de diciembre de 2012

La perspectiva del beso






“[…] Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo, porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo –ah, solo en cierto modo- y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y pienso como un hombre solo porque todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él […]”
CORTÁZAR, Julio. “Axolotl” en Final de juego. Madrid: Alfaguara, Alfaguara Bolsillo, 1994, página 157.

“Escucha, cielo; atiende, tierra,
que habla Yahvéh:
Hijos crié y eduqué,
y ellos se rebelaron contra mí.
Conoce el buey a su dueño
y el asno el pesebre de su amo;
Israel no conoce a su Creador,
mi pueblo no entiende”

            La Biblia. Isaías, 1:2-3.


“¡Armen el Pesebre con la mula y el buey y sepan lo que significa! El Papa dice que hay que seguir con esa preciosa iconografía”.
Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, vocero de la Conferencia Episcopal Española. Agencia Informativa Católica Argentina, 28 / XI / 2012

“Hic iacet  Arthurus, rex  quondam  rexque futurus
                                               Anónima y legendaria inscripción sobre la tumba del rey Arturo



Tras los ojos cerrados,
                                       ante el beso:
reminiscencia,
                              correspondencias

de ese gesto repetido
desde su punto cero.


Jesús, ingenuo, nació presa de su estrella
y quiso huir de ser cristo, el ungido
(uncido para siempre al dolor redimidor):

Miró las miradas
                               (bravura castrada,
                              maternidad virginal,
                              putativa paternidad,
                              hibridez estéril)

en un portal de Belén transgresor
                               y alternativo,
                              transversal a la vida.

Allí y entonces,
el lirismo épico del niño dios
se hizo vórtice del tiempo:

                     Edipo arrancándose los ojos,
                     derrotada su voluntad por el destino.

Mercaderes expulsados del templo
(que hacen del mundo su mercado)

El sexo y el llanto de María Magdalena,
viuda de su amor.

Su bautizo tres años antes de morir en la cruz.

José de Arimatea recogiendo su sangre
en el Gólgota
en el grial
del cuenco calavérico
de su padre terrenal.

Se vio a sí mismo quintaesenciado
en reliquia
y enterrado
en Avalón, junto a Arturo.


                            Jesús, volatilizado en la pupila de la mula,
se hizo neurona:
                   el hijo de una idea en el ojo de una mula.

Viaje del logos genésico:

dios-idea-carne-idea…

(el logos hecho carne:
la vida encarnada en idea)


Somos hoy la idea de lo que pensó
mientras huía mirando cómo veía que le miraban
en aquel portal de internet abductor.

Como una luminaria muerta,
su luz, espumillón y guirnalda luminosa,
nos baña póstuma.

Todo eso cabe en el beso
desde el que Jesús nos piensa
dentro del ojo de una mula
que nunca estuvo.

Ante los ojos cerrados,
la boca abierta de una herida
                                               en el tiempo:

perspectiva del beso:

dejar de ver tan cerca

                                      para poder mirar tan lejos;
entornar los ojos
                                      para abrirnos a la mirada adánica
                                      de unos limbos abolidos.





    Secuencia final de la película de
Giuseppe Tornatore Cinema Paradiso
                  (1988)
        Música de Ennio Morricone

domingo, 9 de diciembre de 2012

Destellos XLV


Frente al minimalismo virtual de la nada, el abigarramiento fractal y físico del todo presente y tocable. Antes de que las sombras de aquel acaben por fagocitar a este y trasladarlo a su espacio sin espacio...


     
       “[…] Pero ahora no, estamos en el tiempo de la anestesia, estamos en el tiempo en que las cosas hacen poco ruido. La bomba no mata con el ruido sino con la radiación alfa que es (en sí) silenciosa, o con los rayos de deutones, o con los rayos gamma o con los rayos cósmicos, todos los cuales son más silenciosos que un garrotazo. También castran como lo rayos X. Pero yo, ya, total, para qué. Es un tiempo de silencio. La mejor máquina eficaz es la que no hace ruido. Este tren hace ruido […]”
MARTÍN-SANTOS, Luis. Tiempo de silencio (1961). Barcelona: Seix Barral, Biblioteca Breve, 1985 24ª, páginas 291-292-


Como los Fragmentos de Novalis, estos Destellos buscan su lugar en el mundo, paralelos al discurso racional o trenzándose con él, duración en la urdimbre del ruido. En el silencio aséptico, quieren ser palabras fertilizadoras, agitación, toxina germinadora en una septicemia que nos devuelva a la vida, desde la médula que ignoramos.  Eclipsados por lo siguiente, avanzamos sin apoyar el pie; pero nadie nos ha enseñado a volar ni aprendimos de nadie. Se actualiza la sangre, bombea vida sin nuestro permiso, inconscientes de su prodigio, el músculo más responsable y discreto: pero hace falta poner al día, con alerta consciente y con vocación obsolescente, las expansiones técnicas de nuestro cerebro, si queremos seguir presentes.
Unos Destellos para quien añora una vida a la que poder seguir dando cuerda.




En la oscuridad, el edificio, ajedrez de luz y sombra, parece una radiografía de la intimidad.
Vivir sobre la tumba que construimos. Cavar para crecer: ¿Qué dices que estás tan callada?
Ver en cada reflejo el último espejo antes de la muerte. Y salir del marco de la realidad.

Rodeados de malabaristas del humo, de gestionadores de la nada por arte de birlibirloque, hacemos la biopsia de nuestro corazón solos ante una pantalla lisonjera, psicotrópica, irisada y falsa.

La felicidad y la libertad están sobrevaloradas.

Letra muerta en papel mojado: eso somos por hiperinformación.
La gravedad su ley impone a todo lo que se erige: hasta lo más enhiesto se vence a su peso. Todo se horizontaliza.
Elevar al cubo             
(de la basura)
el pensamiento.
Vivir siempre en la víspera del gozo (ignorando lo tantálico y sisífico de su imán motriz)
Morir y nunca tener la experiencia suficiente para afrontarlo ni la serenidad para poder contarlo.