jueves, 12 de junio de 2014

Sonetos de carne I



Man Ray, Rayograph (1922)
Gelatin silver print (photogram)
9 3/8 x 11 3/4″ (23.9 x 29.9 cm)
The Museum of Modern Art, New York. Gift of James Thrall Soby
© 2012 Man Ray Trust / Artists Rights Society (ARS), New York / ADAGP, Paris






         A la intersección entre la vida y la literatura, en su simbiosis vital, vienen a habitar estos sonetos de carne. Podrían ser simples Destellos domados, pero son mucho más. El verbo se hizo carne y aquí la carne se ha hecho verbo.


         Como en los “Sonetos votivos” de Tomás Segovia, el sexo explícito busca en la palabra la duración del orgasmo que lo trascienda.


         Aquí va el primero.




Cuando te haces flor y buscas tu eje,
                   un ramo de sangre entra en tu centro
                   y  las hormigas bajan a su encuentro
entre los vaivenes del desmadeje.

         En eso, el beso: risa bivalva
que libera una lucha de moluscos
contorsionistas que buscan los bruscos
espasmos de la raíz que nos salva.

         Desde dentro, violento, te culmino.
Desde dentro, telúrica, me siembras.
Haces denso el instante que fulmino.

Escrutaba tu rosa de mis vientos:
                   perdido entre malezas sin camino,
en ti encontré el caos más perfecto.





5 comentarios:

  1. Esta combinación, querido Ábradas, arriesgada pero acertada, ya la intenté yo también en mi Morir al día y en mis Sonetos a Sibila. Encauzar lo magmático en la estrecha senda del soneto le da vida, mantiene lo efímero en el cuerpo incorruptible del verso. Cuanto más artificiosamente natural, más vivo. Claro, que te acercas más a la ofrenda soneteril de Tomás Segovia que a la mía.
    Sigue ensayando esta fórmula que encierra la gracia de consolidar la fugacidad del placer carnal para poder revisitar la misma duración del goce. Este soneto no es su víspera: es su celebración consumada.

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    1. Sexo mental, querido don José María. La carnalidad de la retórica: un oxímoron vital en los senescentes, supongo. La vida se extiende ante nosotros, pero cada vez es menos nuestra. Y el sexo es la médula misma de la vida. Hacer el amor con la palabra no deja de ser una de las versiones onanistas de la soledad.
      El soneto, efectivamente, proporciona el cuerpo perfecto (cuadriculado pero abierto, rígido pero flexible, amoldable a los compases de la imaginación o de la descripción).
      Usted fue mi maestro en el arte del soneto.

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  2. Respuestas
    1. Gracias por pasearte otra vez por aquí. Ya sabes que en estos Limbos seguimos, a pesar de la nieve de la vida impuesta, echando leña al fuego de la poesía.

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  3. Gracias, José María Souza Costa. No hay idea (ni blog) simple: la mente que lo piensa y los ojos que lo leen siempre pueden encontrar su conexión profunda si se busca el tiempo y la intención y hay algo que compartir. Gracias por tus deseos: fortaleza, paz, amistad y felicidad nunca sobran.

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