He salido de casa a vivir el
ambiente de este Sant Jordi dominical. Que el domingo devalúa la fiesta, que es
fiesta sin domingo, que dominguea, cual pascua, cualquier día de la semana… Las
personas se convierten en gente, los lectores en clientes. Los libros en
productos y las rosas en oportunidades. Como hecho diferencial tiene un
excelente perfil mercadotécnico. Pero la sensibilidad de libros y rosas,
pervertida, se hace coartada comercial. Y, bajo la fiesta, agoniza real,
desterrada por realidades más digeribles desde la velocidad feliz de nuestros
días, la belleza.
Asido.
Blandida.
Cogido.
Empuñada.
Como un botín.
Como una ofrenda.
Contra el pecho.
Enarbolada.
Bajo el sobaco.
Como florecida en la mano.
En la mano o en bolsa
(de papel, por supuesto)
Solitaria o espigada.
Con su atrezo,
que, desenvainados,
pierden liturgia y sentido
social.
Pasean
los símbolos
por las calles con sol y
gente,
con su corazón
de sombra y soledad
ignorados.
¡Es una fiesta!
¡La fiesta del libro y de
la rosa!
La multitud, enjambre
alegre,
Hace suya la felicidad de
comprar.
(Sant
Jordi despacha lo lírico
y lo épico de su
heroicidad
tras un rimero de
ejemplares
con espinas: su dragón y
su princesa
son de otro mundo.
Florecen palabras en el
desierto.
Desertan los pétalos de su
corola)
(Un
castaño borde se eleva
en flor que aspira a cielo
bajo un azul herido de
aviones
y destierros)
Nunca un símbolo
ha sido más de su presente:
Reivindicación nacional
parcelada en cohortes
partidarias:
solidaridad de emprendedores:
negocio de usura
altruista:
literatura de escaparate y
solapa:
rosas de cultivo sin raíz:
amor a las letras, a las
flores,
a la amada, al amado, a
Catalunya,
a la madre, al padre.
Mañana, tras la esquina del hoy festivo,
cada uno a lo suyo.
Y la rosa a su
marchitarse.
Y el libro a su silencio.
Las cifras resumirán la
felicidad
de esta procesión
compulsiva
de lectores, botánicos
y zahorís del amor
(a la cultura, a la
persona…)
Y hasta
el año que viene:
És bo, molt bo, que el llibre tingui la seua festa. Però acaba sent la festa dels no-lectors, del que compren un llibre a l'any, i probablement un best seller signat -que no escrit- per algun personatge mediàtic. Sempre ens quedarà, però, la opció Carroll: celebrar la lectura els altres 364 dies que no són Sant Jordi.
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