A Gabriel Muñiz, en espera de lo que haya de ser.
En un mediodía
gris, desapacible y frío, el calor del hogar de la poesía saca de su horno dos
haikus recién hechos. El arte se concreta en la tonsurada claraboya cuadrada
que, desde la verticalidad, ilumina y eclipsa con su símbolo el utilitarismo
que nos ciega.
Llueve en el claustro.
Cisterna de la calma.
Todo es ya fuente.
El gran
cordero
hace tañer su esquila.
Asperja cielo.
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