domingo, 8 de abril de 2018

La timidez serena de los árboles





 
Umbral de la pasión, distancia hacia el beso.






                            Para Pilar, encina, roble y bosque.


         La timidez de los árboles: no se abrazan sus ramas, aunque sus raíces se aman. La timidez con raigambre que desadaniza la trascendencia del instante compartido y necesita perspectiva para valorar lo que la costumbre parece asegurar. Ausencia de tacto para tocarse. Deseo de luz donde pajarea el amor. En esas ramas serenas que no se rozan también están raíces que se retuercen en un lecho de pasión. Un nido de luz y aire da vida a los nidos que, úteros rampantes, criaran las raíces del vuelo.

         No es el olmo de Machado: son un roble y una encina que arraigaron, trasplantados, para amarse en el bosque elegido.

         Tierra, hiedra, troncos, ramas, pájaros. No se trata de dejar de crecer: es un dejar espacios para seguir creciendo por dentro, desde la raíz. Desde el suelo, a contracielo, se crean ríos de luz. Hay quien dice que es una consecuencia del roce de los ápices: es más prevención de las médulas que erosión del contacto. Para no herir el hábito desde la costra de la costumbre usurera. 

         Alelopatía bioquímica positiva que, en las personas, abona el amor de la raíz con vocación de duración en sus culminaciones arborescentes. En nueve cuartetas de rima asonante entrelazada viajamos del sustrato radical del amor a su cielo eterno.

         Prólogo del beso.


En el bosque, encina y roble.
Sus raíces se abrazan,
alimentan con sus flores
la corteza tan amada.

    La hiedra trajana trepa
por su tronco hacia la copa
sembrada de aire y promesas
vistiéndolo con sus hojas.

    La araña teje su trama
de geometría de encajes
que son puente entre las ramas
de los árboles amantes.

    La savia de luz de faro
ciega sube por el leño
para acariciar los pájaros
que se posan como besos.

    Sangre ascendida del suelo
quiere, placenta, ser nido,
arraigar en nuevos vuelos,
culminar y ser latidos.

    Muchos soles entrojados
saben sustanciar en lluvia
los arroyos subterráneos
que fertilizan las dudas.

    Ejes entre tierra y cielo,
respirando el mismo viento,
van creciendo paralelos
haciendo durar el tiempo.

    La timidez de los árboles
abre grietas de deseo
para poder desearse
dando fértil luz de freo.

La timidez de los árboles
crea sinapsis de amores,
distancia que acerca mares.
Roble y encina en el bosque.
     


 
Dosel que respeta sus bases.


 

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