La vida es una ola infinita
sin playa. Vivir es volar sobre su cresta en orgasmo con faralaes, cabalgar
sobre su relámpago continuo de agua. Nada de nadar. Nada de bucear. Nada
(menos) de bracear a contraola. Fluir por el cauce enhiesto que el viento
labra, sin más talento que estar allí para fluir y henchirte de cantos de
sirenas 5.0. Como una giralda de carne.
En la democracia de los
surferos de espumas, de cacareo tan mediáticamente incluso, los buceadores y
nadadores son endecasílabos perdidos entre versos libérrimos.
Nubes que contienen todos los
algoritmos en su embudo invisible contemplan, maternales y encriptadas, el mar.
Los pecios sueñan con el éter de los dioses y las alegorías. Este cielo, tan
azul, que todos vemos, qué lástima que no sea cielo ni azul, qué lástima que
sea un código de barras, una telaraña de señales de cables etéreos.
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Genealogía vital.
Ecosistema: Raíces, tronco, ramas,
hojas, frutos.
Abuelos: padres: hijos: nietos.
El tronco es presente. Presente de
presentes. La raíz, sin exhibición aérea, nutre y es nutrida en simbiosis por
las hojas. Lucen las flores que son por ser raíz, que se manifiestan por tener
un tronco en el que germinar y haber sido rama en la que multiplicar su feraz
belleza.
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“Quien ama porque
es querida,
sin
otro impulso más noble,
desprecia
al amante y ama
sus
propias adoraciones”
Sor
Juana Inés de la Cruz
Dos no se aman
si uno no quiere.
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Disidencia en la corriente de la inercia. Y no es
contracorriente.
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Pincel
de la raíz.
Pintura
de sombra:
amarillo
retama.
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La realidad es lo menos verdadero.
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Newton obsolesce ante la nueva ley de atracción
universal: piensa en positivo y levitarás de felicidad; piensa en negativo y te
transformarás en Dante ciego, sin el lazarillo de Virgilio, cargando una cruz
de plomo por los círculos del infierno.
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Hialina, el alma es andamio y encofrado del cuerpo.
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Ha de nacer el nuevo Fausto. Y nacerá con cincuenta años.
Y no querrá ser nunca joven.
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Ludopatía social pedagógica.
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