viernes, 24 de agosto de 2018

Presentación del libro de Juan Soto Ivars Crímenes del futuro (2018) en la Casa de la cultura Francisco Rabal de Águilas (23 / VIII / 2018)









“EL REGRESO DEL MUNDO


   Abrir los ojos, después de que la noche
recluyera los astros en su amplia cueva rasa,
y ver, tras del cristal,
ya visibles los pájaros
en el fanal aún pálido del sol,
moviéndose en las ramas.
Y cantos que hacen mía la bóveda del aire.
Y sentir que aún me late en el pecho
el corazón del niño aquel,
y amar, en la mañana, la vida que pasó,
y esta maga sorpresa
de amar aún el mundo en la mañana.
Y en el nombre del mar, que está lejano
y azul, siempre tendido
desde el remoto amanecer del mundo,
persignarme la frente, luego el pecho,
los delicados hombros que ahora rozo,
y besar, con los labios del niño rescatado,
este mundo tan viejo,
que hoy no alcanzo a saber
por qué, si el amor no se ha muerto,
me quiere abandonar.”

BRINES, Francisco (1932). La última costa, Tusquets, 1995, pp. 11-12

“Antes de que nosotras naciéramos, en tiempos de nuestros padres, todavía quedaba algún poeta. Pero luego se extinguieron. No hacían ninguna falta. A mí siempre me han hecho falta. Todavía más ahora que soy vieja”

SOTO IVARS, Juan (1985). Crímenes del futuro. Barcelona: Editorial Candaya, Narrativa, 50, 2018, pág. 313.


Pueden arder las redes mientras la novela fluye con duraciones diferentes. Juan Soto Ivars, aguileño cosmopolita, sabe jugar y sabe novelar. Y lo hace simultáneamente: escribe para vivir y escribe para durar.

Porque Juan Soto Ivars es, por lo menos, tres escritores complementarios: el  columnista, el ensayista y el novelista. Escribe a distintas velocidades que le dan perspectivas, ritmos y tonos  diferentes a su producción. Podemos ver esa variedad de la unidad haciendo la siguiente cata: leemos el apartado XI del capítulo “Manifiesto autobiográfico” de Un abuelo rojo y otro abuelo facha. Manifiesto contra el mito de las dos Españas (2016); leemos su ensayo Arden las redes. La poscensura y el nuevo mundo virtual (2017); leemos la página 56 de Crímenes del futuro (2018) en la que explica cómo funciona el capitalismo racional; o leemos artículos periodísticos como “Diversidad: la farlopa que el capitalismo ha vendido a la izquierda” (“España is not Spain”, El Confidencial, 11/ VII / 2018), “El Mundo Today” tiene más credibilidad que tu periódico” (“España is not Spain”, El Confidencial, 4/ VII / 2018) o leemos “Màxim vs. Màxim: así es como Twitter boicotea tu carrera política” (“España is not Spain”, El Confidencial, 15/ VI / 2018). La misma realidad poliédrica, con su complejidad y sus contradicciones, aparece interpretada y traducida por Juan Soto Ivars que es pirómano y bombero.

Dice en la página 18 de su “manifiesto autobiográfico” (Un abuelo rojo y otro abuelo facha):

“si algo bueno tiene la imprenta en comparación con el todopoderoso ciberespacio es que aquí, durante unas cuantas páginas, seré yo quien hable mientras usted se queda en silencio”

            Creo que el Juan Soto Ivars novelista es el que, alimentado de los otros Juan Soto Ivars mediáticos y socarrones,  da el mejor de los resultados. Y Crímenes del futuro es, por ahora, la culminación de lo mejor de esa simbiosis. Podemos ver, por ejemplo, transversalidades como la de la importancia del olor: tan animal, pero tan humano; tan incontrolable como evocador y provocador de reacciones. La lejía como sinestesia de la limpieza de posguerra. De la conocida y de la por venir.

            Y aunque haga más ruido el columnista cuya fórmula es un cóctel de realidad, sátira, ironía y provocación intelectual, artículos como “Recordad el nombre de esta mujer: Elin Ersson” (“España is not Spain”, El Confidencial, 27 / VIII / 2018) apuntan hacia un objetivo literario y humano donde convergen destilados todos sus aprendizajes diarios. La obsolescencia de la actualidad nutre, quintaesenciada, la médula de su oficio novelístico. Los ocho años de doma de Crímenes del futuro (que son más, porque una novela tiene raíces previas a la decisión de empezar a escribirla) están iluminados por los destellos de “lo que pasa en la calle” (que diría Juan de Mairena) durante todo ese tiempo. Pero a otro ritmo, con otra voz. Su “España is not Spain”, con ecos del “Spain is different” del desarrollismo franquista de Fraga (y de Forges y de la Celtiberia Show de Luis Carandell), está escrita, en su mayor parte, desde el sarcasmo, desde un neocinismo ilustrado contra las imposturas. No acaba de encajar con la generación a la que dicen los taxónomos (taxidermistas, más bien) que pertenece, la de los “millennials”. Es, por su lucidez irónica, por su arte de saber provocar, un Sócrates del siglo XXI, una versión literaria del tábano de Atenas en una sociedad que más que líquida es ya gaseosa. En este patio de vecinos global que es el mundo digital virtual, Juan Soto Ivars, desde la fiesta valleinclaniana que va del linchamiento a la infografía romanticoide, de la trascendencia paulocoelhiana a la estigmatización, alimenta su discurso y, singular, se hace oír y escuchar (que de todo tipo de orejas habrá, claro). Podrá, como Sócrates, ser acusado de impiedad, pero en la homeopatía intelectual ha hallado su inmunización. Y en la novela el alminar ateo. Porque en la narración como universo paralelo labra un tiempo que es más de análisis que de opinión.

            Los treinta y tres años de Juan Soto Ivars (Águilas 1985) le han dado para fundar con Manuel Astur  y Sergi Bellver el movimiento literario Nuevo DRAMA que, a contracorriente de la posmodernidad zapinguera, fragmentaria y yoística, busca una estética de modos, digámoslo así, más tradicionales. Para formar parte de consejo asesor de la Fundéu (Fundación del Español Urgente): su neologismo “poscensura” es una muestra de su aportación lingüística. Para ejercer como periodista de la actualidad (cultura, política y lo que se tercie) mordaz, provocador y crítico en prensa, radio y televisión. Como columnista ha publicado en Tiempo de Hoy, Primera línea, Jot Down Cultural Magazine, El Periódico de Catalunya, El Estado Mental, el dominical de El Mundo, Tentaciones (El País) y, sobre todo, El Confidencial. Como colaborador de radio y televisión ha trabajado en No es un día cualquiera de RNE, Las mañanas de Cuatro o La Sexta noche. Su cristológica edad le ha dado para dar profundidad a sus análisis y opiniones y escribir dos ensayos: Un abuelo rojo y otro abuelo facha. Manifiesto contra el mito de las dos España (2016) y Arden las redes. La poscensura y el mundo mundo digital (2017). Y le ha dado para hacer de todo lo anterior creación literaria. Aparte de cuentos, prólogos o coordinación de ediciones, es autor de cuatro novelas: La conjetura de Perelman (2011, cuyos créditos afirman, con ironía sotoivarsiana, que pudo escribirla gracias a la “beca para jóvenes escritores Pepita Moreno”, su abuela, que lo acogió y alimentó durante el proceso creador); Siberia (premio Tormenta al mejor autor revelación, 2012); Ajedrez para un detective novato (XVIII Premio de novela Ateneo de Sevilla, 2013); y Crímenes del futuro (Candaya, 2018), la novela presentada hoy. El detective novato de la sátira de intrigas es, cinco años después un autor que ha madurado en la brega del ajedrez de la vida.

            Lo mediático y controvertido de Juan Soto Ivars podemos medirlo, como punta de iceberg, en su polémica con Juan Luis Cebrián, director del grupo Prisa, de junio de 2016. La denuncia de algunos periodistas de otras empresas de la relación de Cebrián con los papeles de Panamá y su amenaza de denunciarlos cuajó en un último artículo de Juan Soto Ivars (su despido fue, claro, fulminante) en Tentaciones. En esa columna de despedida y de despido, en forma de acróstico, afirmaba “Cebrián es un tirano como Calígula”. Y lo reflexivo podemos leerlo en Crímenes del futuro.

            Es fácil clasificar la novela como una distopía, porque eso la coloca en una estantería que la relaciona con Los viajes de Gullivert de Swift (1726), Un mundo feliz de Huxley (1932), 1984 de Orwell (1949), Fahrenheit 451 de Bradbury (1953) o El cuento de la criada de Atwood (1985), incluso con la serie televisiva Black Mirror. Pero Crímenes del futuro es más que una recreación contrautópica o antiutópica: en ella podemos leer, bajo sus formas noveladas, una crítica a la ingenuidad de la utopía y otra a la posible nostalgia estéril de la retroutopía. El futuro es incierto, como repite el eslogan de los vendedores de futuros, y Juan Soto Ivars señala una dirección que nos lo hace reconocible por los indicios de presente y de pasado que hemos heredado o que estamos construyendo (por acción o por omisión). Para los “pajilleros de la indignación” pide un esfuerzo superior a la compulsión obsolescente del recreo ante la pantalla. La digestión de la realidad para construir esta ficción realista pide lo que el mismo autor dice (Un abuelo rojo y otro abuelo facha, pág. 44 y 45) que cada vez es más difícil:

  “[…] Entre mis amigos escritores son multitud los que abandonan temporalmente sus perfiles de Facebook para leer a gusto. Profundizar más allá de la corteza de un ensayo o una novela hasta alcanzar la gloria de su tuétano es más difícil ahora que hace veinte años. No digo nada nuevo, sé que antes que yo lo dijeron otros: al libro le fueron apareciendo enemigos en las ondas de radio y los rayos catódicos de la televisión. No ha habido una sola camada de escritores que  no se quejara de que el pueblo lee muy poco y hasta del apocalipsis de la cultura, que es una forma de patalear contra nuestro voto obligatorio de pobreza. En la vanidad de los escritores está el hecho de creerse una raza extinta (ex-tinta), un fin de raza, dicho con la voz engolada de Michi Panero en El desencanto. […]
Porque hay un exceso de distracciones que secuestran la atención. La pantalla 

“[…] No es una ventana que se abre y se cierra como la televisión, sino que se parece más a una lentilla que nos pusimos un día y ahora no podemos arrancar de nuestros ojos.[…]

El miedo que de niño sentía ante el noticiario de Ana Blanco es posicionamiento crítico e irónico y provocador como columnista ahora y una actitud reflexiva de analista como novelista.

En un tiempo no muy lejano a nuestro presente y durante unos cincuenta años se desarrolla la trama de la novela. Su acción, con simetría de espejo, parece reflejar, invertida, unas causas y unas consecuencias paraleles a la de la Guerra civil española del siglo pasado. Si antes de leer Crímenes del futuro leemos Un abuelo rojo y otro abuelo facha, entenderemos mejor el planteamiento general revisor de maniqueísmos. Los rebeldes no son militares golpistas sino un grupo organizado que pretende politizar una sociedad que el capitalismo racional del sistema financiero global ha despolitizado (corrompiendo a los políticos para hacer evidente que su forma de gobernar no funciona). Son los revolucionarios militantes de la socialdemocracia capitalista. Los Decapitados atacan el orden del Ente y pierden una guerra que consiguen mantener un año y medio. En la posguerra la Nueva Patria restablece, en parte, el orden alterado en un intento de crear estructuras propagandísticas que restañen heridas y devuelvan una forma de vida de satisfactoria democracia de nuevo cuño. Hay ecos de la paz que el régimen franquista tanto voceó que se mezclan con otras propagandas de concordia, reeducación y caridad. Y  todo pasa en una España representada por Madrid DF, una Extremadura que viene a ser el extrarradio rural de un centro arrabalero y compartimentado en fronteras de alambre y una Catalunya y una Euskal Herría que son naciones federadas. La novela tiene tres partes complementarias que dan tres perspectivas y tres tiempos y que el autor, con la denominación clásica, llama “libros”. 

La primera,  “Los Decapitados”, narra la situación anterior a la guerra y tiene a Julia, la extremeña que llega al DF para poder redimir la opresión del cacique de su pueblo (contra el que el Movimiento Obrero Revolucionario al que pertenece su padre poco puede hacer) como personaje conductor. Como futura abogada, desde la cultura legal (la misma que Héctor tendrá que imponer en su aislamiento de la segunda parte para regular la convivencia salvaje), podrá subvertir el orden injusto. Conoce a César, hijo de un rico antiguo ejecutivo del Ente que la asiste y relaciona con el movimiento rebelde. Conoce a Pálida y a su hermano Bruno, protagonistas del tercer libro. Y desde su centro narrativo conocemos el contexto y lo que supone Margarita (personaje de la segunda parte) en la trama. El intento de vencer el sistema desde la cultura acaba en fracaso por causas poco épicas. Y Julia vuelve a su punto de origen. Seis capítulos sin títulos (divididos a su vez en secuencias) nos han descrito el ambiente prebélico que es uno de los futuros posibles para el lector presente.

El libro segundo nos sitúa en una alegoría bíblica que hiperboliza el haz y el envés de la felicidad en la relación de pareja, microcosmos de la vida social. Lo titula “El diluvio universal” y sus tres capítulos (“Isla”, “Sed” y “Cacería”) son muy significativos. Paralela al éxtasis y degeneración del amor entre Margarita y Héctor trascurre, lejos y ajena, la guerra de los Decapitados contra el Ente. Ella es una modelo deseada que presidía con su promesa de felicidad  el paisaje urbano que Julia tenía desde la ventana de su austera habitación de becada en la comuna de estudiantes. Él era su fotógrafo exclusivo y amante. Kolemann, un magnate de los perfumes, había sacado a Margarita de un arrabal de Sevilla y la había convertido en un icono. Esa isla es edén e infierno. Cuando Kolemann es asesinado en la guerra, la semana del reportaje glamuroso se transforma en un aislamiento y degeneración que acaba en jauría con solo dos personas, una Adán y una Eva abandonados por su dios a su suerte de animal racional. Como en uno de esos programas de televisión con famosos que saltan de un helicóptero para convivir en una supuesta isla, lo que debía ser una fachada de belleza y lujo exótico (con la guerra al otro lado de esa realidad artificial) pasa a ser una prueba real de vida en sus extremos, el erótico y alterado por el resentimiento.

El tercer libro, “La salud de los ojos”, con cinco capítulos sin título (y sus secuencias, como la primera parte) nos lleva a un largo tiempo de posguerra en el que la protagonista es Paula, su proyección de Bruno (su hermano y lazarillo vital e intelectual asesinado en la guerra) y una Julia a la que poco le queda de la que fue en la primera parte (apenas el estigma del amor de César en unas fotografías que atesora escondidas y un hijo, Jasón, que tiene la edad de su antiguo amante). Paula ha dejado de ser Pálida para ser la presa 2745 primero, el ejemplo de la reinserción social y la bondad de la transición que vende la Nueva Patria después y un juguete roto herido de pasado al final. En este tercer libro se recoge todo lo sembrado argumental y estilísticamente.

Aunque pudiera parecer que las protagonistas son mujeres, el protagonismo es de la voz narradora desde la que las conocemos. La menos protagonista es Margarita, de la que sabemos, en todo caso, desde la perspectiva de Héctor, desde cuya pasión, paranoia o falsos celos vemos la degradación de la relación. Son personajes redondos que Juan Soto Ivars construye desde la poliedria. Sobre todo Pálida- Paula, que es uno de los grandes aciertos de la novela, el personaje medular de la acción que se complementa para conseguir el final catártico con el de Julia. Muchos detalles en la construcción de los personajes muestran la técnica de su autor. Julia, como una versión de la Andrea de Nada de Carmen Laforet o del Andrés Hurtado de Pío Baroja, pasa de ser promesa de cambio regenerador por la cultura a ser un producto de las coyunturas y conformarse, desde un espíritu cristiano, a gozar como samaritana en la redención ofrecida por la oportunidad. Su relación con César nos hace pensar en la que, al revés, nos planteaba Juan Marsé en Última tardes con Teresa: él es el chico bien con conciencia política y ella la Pijoaparte que tiene que alternar para ponerse a la altura de lo que se espera de ella. César es quien le desordena la vida y Nicolás, el herido de guerra con el mismo nombre que el profesor que la animó a salir de la opresión desde la cultura, la llevará al orden de la fe en la represión, el exilio y la vuelta al nuevo Madrid. Pálida y Bruno son una excelente pareja literaria: ella, ciega de nacimiento, es salvada por su hermano de las garras pederastas del padre. Él, revolucionario culto de cuño anarquista, hace de los libros una herramienta de cambio, pero no entiende las metáforas y es su hermana quien se las tiene que explicar. Bruno y César son complementarios: el segundo es un privilegiado hombre de acción; el primero, un concienciado hombre de reflexión que considera que la cultura debe ser el motor director de la acción. Y Margarita, la modelo despampanante, es más fondo que forma, mientras que Héctor, su amante y propagandista de su apariencia,  es superficialidad porque solo cree que existe lo que ve y puede fotografiar. Otros personales van dando forma a los principales: Barnés para los infundados celos de Héctor, el doctor Cano para dar contraste a os posicionamientos ideológicos de César y Bruno…

Lo mejor de la novela, para mí, es la voz narrativa. Las voces narrativas que dan vida al argumento desde el estilo de la novela. Y la intertextualidad es el bajo continuo que le da el tono. La más fácil de identificar es la que viene marcada en cursiva. El libro primero tiene incrustados fragmentos de canciones: “La copa de la vida” de Ricky Martin, pág. 12; la rapsodia extremeña “El miajón de los castúos”, pág. 15; canto a san Isidro Labrador, pág. 16; “Cuando amanece” de Estopa; “Entre mil dudas” de Fangoria; “Lo único que consigo hacer bien es el mal” de Ilegales, pág. 48; “Cuartel de invierno” de Vetusta Morla, pág. 50; “La bien pagá” de Miguel de Molina, pág. 68; un fandango de Camarón, pág. 72; “La pastilla roja” de Alaska y Dinarama, pág. 73; “Ciega, sordomuda” de Shakira; “En un barrio que hay en mi ciudad” de Julio Iglesias, pág. 106; “El vals del obrero” de Ska-p, pág. 115. En la tercera parte sabremos que esos textos estaban reunidos en un libro de coplas con el que Bruno consolaba a Pálida. Los libros en el tiempo anterior a la guerra, en los que los polideportivos se reconvirtieron en graneros, eran muy baratos: los gitanos los vendía a peso para encender los fuegos de hogares y rastrojos:

“Un librito de coplas que Bruno encontró en alguna parte fue para ellos el fósforo de la cerilla en el primer invierno terrible de la libertad” (pág. 261)
            Como símbolo y motivo argumental es un recurso excelente. Que en su relación con los fragmentos en cursiva de la segunda parte (todos detalles, casi como titulares de prensa prosaicos, que dan cuenta del desarrollo de la guerra fuera de la isla) y al único marcado del tercer libro, en la última página, con un fragmento del poema “El regreso al mundo” de Francisco Brines, crean una transversalidad que enhebra la acción y declara, como mantiene Bruno, la importancia de la cultura (de la literatura) para dar consistencia humana al mundo. En esta tesitura la nota a pie de página que abre la mención de Momo o Manolito cobra un sentido trasgresor de carácter popular de educación contra el Ente.

            Lo más elaborado de la narrativa de Juan Soto Ivars en estos Crímenes del futuro es, sin embargo, la enunciación del discurso, en el que utiliza una gran variedad de registros y técnicas desde los que presentar acción y personajes.  Frente al omnímodo poder del Ente o de Nueva Patria, no hay un narrador omnisciente como abanderado de una tesis que disfrazar de argumento. Sabemos qué pasa, qué piensan o qué hacen los personajes desde una antología de posibilidades narrativas que frontalizan la forma para dar mayor riqueza al fondo. De todos los recursos destaco una variante del estilo indirecto libre que nos permite conocer la voz del personaje desde la del narrador, sin filtros léxicos que rompan el ritmo. Lo combina con diálogos teatrales, monólogos interiores, narración en segunda persona (del singular y también del plural), surrealismo onírico que se confunde con la realidad de la ficción narrada, boletines informativos incrustados en el discurso o juegos entre lo que dice el personaje y lo que piensa, que el autor va balizando con prolepsis y analepsis que centran el presente de lo narrado. Y todo ello con semillas líricas que van haciendo avanzar la acción en sus diminutos cuadros estáticos, que contrastan con escatología y vulgarismos que le dan empaque realista a lo narrado.

            La complementariedad entre Pálida y Bruno nos da la clave de la bóveda de la novela. Ella, ciega, primaria, sabe interpretar desde la vida la cultura que su hermano le acerca en la lectura que ella solo puede oír y sentir y él solo sabe leer. Muerto su lazarillo intelectual, pero sintiéndolo muy presente, con la una visión adánica (que le han dado en Portugal, en el hospital José Saramago, autor de Ensayo sobre la ceguera, 1995, el sistema desde las manos de Milena Carvalho) el mundo es una sinestesia que le da a la novela una riqueza narrativa muy bien tramada. Lo aprendido con su hermano le permite ver el mundo tras la operación experimental propagandística y mediática y nos lo enseña a ver a nosotros los lectores y al equipo de médicos que le han dado la vista que nunca tuvo:

Las palabras eran carcasa vacías en comparación con la belleza de las cosas” (pág. 276)

Pero es la palabra que aprende con Bruno la que le da los ojos para interpretar el nuevo mundo que se abre tras el telón de la oscuridad. Empieza el tercer libro con un texto de Alejandra Pizarnik (pág. 217):

“Las amenazas de mi padre cuando tenía cuatro años. Miedo a volverme ciega, muda, miedo de que se cumplieran sus amenazas. Por la noche yo encendía la luz a cada instante para comprobar que no me había vuelto ciega; yo me iba al fondo de la cama, a lo negro, y susurraba una sílaba –NO- para comprobar que no me había vuelto muda”
            La escena final, trágica, edípica, es una columna catártica, una guinda medular que sostiene toda la narración. Julia, Paula y Margarita, y el nombre de Bruno, que no oímos, protagonizan la epifanía y apoteosis íntima con la que concluye la novela: redimida, cuidada y exhibida en un cartel que ya no podemos ver desde la ventana del nuevo hogar en la Nueva Patria, las tres mujeres encarnan los crímenes de uno de los futuros posibles.





Preguntas

Dices que Juan Carlos Suñén te dio la definición de poesía más precisa que has oído (“poner palabras donde el lenguaje no ha logrado hacerlo por sí mismo”). ¿Cómo definirías tú la novela? ¿Argumentar sobre el futuro es la mejor forma de hablar del presente? 

 ¿Qué influencia tiene tu abuela Pepita Moreno en esa recreación de un posible futuro con ambiente de posguerra del pasado? Explica cómo llegaste al tono, a la voz de  Crímenes del futuro. Cfr pág. 86 de Un abuelo rojo… 

 Explica el proceso creativo de ocho años (que son más de esos que van de 2009 a 2017) y cuatro lugares (Yecla, Madrid, Águilas y Barcelona, que serán más)

¿Por qué Crímenes del futuro como título? Relación con Hambre (1890) de Knut Hamsun (1859-1952) ¿Hay unos crímenes del futuro larvados en esta fiesta del presente? 

 ¿Cuál dirías que es el tema de la novela?

¿La has construido como una novela moral?

Es una novela de personajes, impresionista de alguna manera, porque aunque se sustenta en una ideología vemos el mundo no desde el panfleto sino desde vidas en construcción que se cruzan. ¿Cómo te planteaste la construcción de tus personajes?

Explica la evolución de Julia y la de Pálida-Paula-presa 2745.

¿Es César, con ese nombre, una reencarnación literaria del Che?

¿Busca tu novela una revolución íntima de las personas para que protesten por las pequeñas injusticias que pueden dar lugar a los crímenes del futuro? ¿La felicidad del consumidor actual alterada por la fluctuación algorítmica de los precios es un indicio para que nos empecemos a cabrear ahora? 

¿El capitalismo racional será una consecuencia de las políticas, por ejemplo, de Aznar, a quien les pones calle en tu novela?

Algunos de los objetivos políticos de los revolucionarios son las conquistas  sociales que ya tenemos (enseñanza y sanidad públicas, por ejemplo) ¿Qué quieres decir?

Si tu novela fuera un panfleto político (es decir, no fuera literatura) cómo venderías el mejor de los sistemas posibles partiendo de los dos modelos conocidos y (creo yo) fracasados (comunismo y capitalismo)?

 Es una obviedad, pero creo que tu respuesta puede ser iluminadora ¿Para ser menos cabrones de lo que parecemos en la redes sociales debemos, como sociedad, dar más importancia real  a la literatura? 
  
 ¿Eres pirómano en tus columnas y en las redes sociales y bombero en tus ensayos?
  
 Dices en una entrevista (de Jesús Fernández Úbeda en Zenda, 16 / V / 2018) que el personaje que más se parece a ti es el doctor Cano porque lo identificas como un perdedor que duda, que no se impone y anula al que duda. Yo quiero interpretar en tu novela que la cultura (con la literatura como mascarón de proa) nos ha de llevar a un futuro mejor. ¿Qué piensas al respecto?
  
 ¿Qué aporta Nuevo DRAMA al paisaje creativo de la segunda década del siglo XXI?

¿Cuál es tu responsabilidad como miembro de consejo asesor de la Fundéu?

¿Cómo compatibilizas los ritmos de escritura de las columnas de actualidad y de la novela?

¿La isla, edénica al principio y prisión de la degeneración animal después, es una forma de plantear la imposibilidad de la felicidad? ¿Llevarse a una isla desierta en la que eres el centro al amor de tu vida es un error? ¿Habla esta segunda parte de la insatisfacción medular del ser humano?

Imagínate en modo taxonomista literario. ¿Dentro del panorama novelístico actual, dónde te clasificarías? ¿Qué novelistas, poetas, dramaturgos, periodistas y ensayistas son los que más te han marcado como lector que escribe?

 Diferencias entre las charlas TED (technology, Entertaiment and Desing) y la lectura de una novela o un libro de poemas. Reflexión sobre la armonía de la adictiva disrupción tecnológica y los ritmos conocidos del conocimiento.

 ¿Tienes ya una nueva novela en proceso de gestación?

Tu novela, argumental y estructuralmente, tiene un final subrayado con un poema. ¿Qué importancia le das  a la poesía en la literatura y en la vida?

 Si la cultura no nos ha de llevar a un futuro mejor, ¿cómo cultivar el presente para  llegar al mejor de los futuros?



No hay comentarios:

Publicar un comentario