A los Sables, marineros en tierra huérfanos de huertos
submarinos.
Como un
espectador de lujo, el barco atalaya su mar desde la Marina de Cope. Quiso
descansar en sueño bajo las aguas que le dieron la vida y lo han condenado a
una vigilia tantálica: no pudo elegir su destino y los musgos de secano
olvidarán las algas que pudieron habitarlo. Los pájaros y la lluvia, escasa
siempre en estos saladares, serán los peces y salobres con los que habrá de
conformarse.
Un barco en
tierra siempre es náufrago.
Plantar
un barco
como quien
siembra peces.
Naufraga el aire.