lunes, 19 de junio de 2017

Trascendencia de la materia


















          A Pol Garriga Martínez y Cecilio Garriga Escribano, por lo que saben. 



   
    

             El camino de perfección empieza en la materia.

        El objeto almado sufre por la usura de los maltratados por la especulación, se siente agraviado por la cosificación de la materia utilizada, ajena a su voluntad de existir. Porque un libro, por ejemplo, es todo lo que ha necesitado para ser. Y una vez sido, vive en quien lo ama: acariciando su lomo, proyectando sus páginas, mimando su consistencia en los anaqueles de su biblioteca, actualizándolo en cada relación, sintiendo el troquel de la impresión…

        Una edición de 1874 de la Gramática de la lengua castellana de la Academia Española, regalada por un “caro alumno”, libriza la relación del vuelo: es puente material entre una experiencia intelectual (en pretérito perfecto compuesto de indicativo, primera persona del plural compartido) y otra experiencia intelectual (en futuro perfecto de indicativo, segunda persona) Sus letras, casi en bajorrelieve inverso, impreso, contienen arte y conocimiento en una cadena liberal entre la idea y su producto mecánico, reproducible en cuerpo y alma. El libro, exiliado como el Próspero de Shakespeare o Filoctetes de los océanos etéreos de datos esclavizadores y libericidas y libricidas, reivindica con su presencia el valor de su desprecio.

        El ascetismo 4.0 (sin vocación mística ya) radica su vuelo en las cosas. Purgando el precio y trasminándolo en valor, los objetos se iluminan de ciencia infusa que viene de atrás, de muy lejos, en correspondencias. La unión quedará a ras de suelo: la materia y su amante comulgarán hasta ser uno, como un centauro ontológico.

        Amor de tacto, olfato, oído, gusto, vista y abstracción. El pasar de páginas, su rugosidad, el tiempo enmohecido en manchas marrones de su paisaje, el bisbiseo del paginear, el aroma a tinta, cuero y papel viejo y su evocación de sabor telúrico. La onomatopeya de su tipografía, tipo a tipo trabajada. El oro de sus nervios o el del troquelado de su tejuelo. El efecto de agua o marmoleado de sus cubiertas (piel de su piel, sin máscara de sobrecubierta ni solapa enfajada). O el estampado de sus tapas interiores. La precisión de su encuadernación: lomo, bisagra, lomera, cajo, cabezada, estracilla y tarlatana, con las costuras al aire, como heridas suturadas, al abrirse al mundo.  La cortesía de las guardas o el prólogo de la portadilla y la portada. Este prodigio de la técnica mecánica, antes de ser contenido, como continente, fascina en su simplicidad analógica y su peso. El saber inseminado seduce desde su contingencia necesaria, sinestésico y metonímico. Los arañazos son zarpazos de tiempo, experiencia acrisolada: la asepsia digital ofrece una experiencia siempre nueva, sin adanismo, como de hospital sin peso ni vida. El tesoro de la entraña pide aventura de tocar sin pantalla.

El camino de perfección culmina, en éxtasis a veces, en la exégesis de la materia.







2 comentarios:

  1. On hagi la Història de la llengua o del que sigui impregnada i prenyada en uns fulls amb olor d'àcars i el pas del temps no hi ha color amb la virtualitat. Això també passa amb l'amistat més enllà de les relacions prèvies. Gran regal pel que significa!

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  2. Un honor esta entrada, y un ingente orgullo no solo ver que el presente te haya agradado, sino contemplar el ímpetu con el que lo aprecias, tanto por su valor material como por el simbólico, tal y como esta entrada expresa, rebosante de una profundidad y una belleza inigualables.

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