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La playa de la Torre de Cope, antídoto contra las invasiones del alma. Atalaya a pie de agua contra la alarma |
A Gabriel Muñiz,
por “obligarme” a pensar en haikus para trascender la
mirada
El mundo nos acompaña siempre, sobre todo cuando estamos
solos. Llevamos mar en los ojos cuando el mar queda lejos: como una rosa de
olas nos acaricia de mareas presentes. La clausura abre el océano mental, nos
lleva en su vaivén, nos libera de los lastres abrasivos de un tiempo prestado
que constriñe nuestras fronteras interiores. Ahora estamos y somos desde dentro,
aislados en el continente inexplorado en que vivimos realquilados siendo
propietarios. Nos rezamos y rezamos al universo en que somos, ahora en reflexión
sin reflejo, en reciprocidad
biyecticamente humana: somos uno y somos el otro y nos necesitamos. Primero hay
que ser en soledad.
El mar ausente
nos da lecciones de olas para ser en la duración del volver desde la aparente
destrucción, que es siempre recomposición para seguir siendo.
Pétalos de
agua.
Azul, vacuna el cielo
toda alarma