A
Fernanda García Lao en su venir e irse para volver a venir y quedarse, en ese
vaivén transatlántico tan argentinamente europeo
“Si
quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. Si es necesario este
pueblo, que yo trato de interpretar, está dispuesto a escarmentar a quien se
atreva a tocar un metro cuadrado del territorio argentino”
Desde
el balcón Casa Rosada, Leopoldo Fortunato Galtieri, miembro de la Junta Militar
argentina, declara la guerra a Gran Bretaña el 2 de abril de 1982
Argentina
es una nación vacuna, un país carnívoro de kermeses con olor a asados y
parrilladas. Un lugar donde la porción de vaca cortada es metonimia de fiesta:
tiras, bifes de chorizo, bifes angostos, palomitas de paleta, matambres,
entrañas, vacíos, colitas de cuadril, chorizos criollos… La identidad nacional
pivota sobre la esencia vacuna. Por eso el héroe de esta novela es un segundón
burócrata vegetariano: Jacinto Cifuentes es el funcionario de una patria en
crisis.
Recuerdo
que supe de la Guerra de las Malvinas por mi profesora de Historia de primero
de BUP. Fue una epifanía en esos años de desconcierto adolescente: era
preferible vivir en una democracia como la inglesa que bajo una dictadura como
la argentina. Eso dijo. Minimizando la tragedia del conflicto. Fernanda García
Lao, la autora de la novela, estaba entonces exiliada en Europa y conoció el
hecho, en francés e incrédula, mientras hacía cola para entrar en un museo.
Los
setenta y cuatro días de duró la guerra (del 2 de abril al 14 de junio de 1982)
no nos importan mucho para disfrutar de la lectura. Ni ser unos apasionados del
asado argentino. Basta lo dicho para contextualizar en la historia y en la
realidad un argumento que desborda en fondo y forma esas circunstancias para
ser literatura. En el enfrentamiento salvapatrias de la junta cívico-militar
argentina gana pérdidas. En el enfrentamiento entre el lector y la novela
pierde el conflicto y gana el arte. Nación
vacuna nos lleva a un naufragio como el de Próspero en La Tormenta desde el fracaso en el éxito de la propaganda de guerra
para intentar salvar una dictadura gracias a la Falksland War. La dictadura cayó y el arte se salvó. La operación
mediática de la Argentina militar tiene su reverso en esta novela de Fernanda
García Lao treinta y ocho años después.
En la
ficción, Argentina gana la guerra. Es una nación mostrada en una distopía del
pasado (como la de Juan Soto Ivars en Crímenes
del futuro). El enemigo envenena el agua de las islas M y la vida es
insostenible. La Junta civil, sin militares tras la guerra, emprende una
campaña de repoblación en la que argentinas continentales seleccionadas deben
asegurar con sus vientres que los soldados de las islas se perpetúan y pueden
dar vida a la victoria contra el enemigo. Es una operación para reconquistar la
victoria. Una victoria pírrica en un ambiente de apocalipsis de precariedades,
difuminado en un paisaje de posguerra en el que el animalismo sexual busca, sin
conseguirlo, tapar las grietas de la frustración de los personajes. Libido
femenina que somete a los hombres. Hembras fálicas que usan a los machos, que
los engañan incluso en una política de subsistencia y promiscuidades. Con el
orden natural y social alterado todo pasa por válido. Es la pesadilla que nos
hace vivir Nación vacuna describiendo
un ambiente kafkiano (por esa lógica del absurdo burocrático impuesta por el
punto de partida argumental, por la ironía macabra de un estilo cortante, lleno
de elipsis, fragmentario). Los personajes parecen vacas colgando de sus ganchos,
sin cabeza, en el matadero de sus vidas, regidos por las órdenes de un poder
central y centralizador. Una dictadura desvaída con muchas zonas de sombra
desde las que nos iluminan los personajes, libres y prisioneros en esas grietas
del control. Grietas llenas de sexo furtivo como moneda de cambio.
La
dualidad tensiona todo el relato. Padre carnicero con hijo vegetariano. Padre
activo y militante ante una madre sin maternidad: sus dos hijos, Jacinto y
Leopoldo, son, a su vez, el haz y el envés del emprendimiento (gris y fracasado
el primero, protagonista de la acción; triunfador y brillante el segundo,
agente de los acontecimientos narrados pero en un segundo plano). Una mujer en
disputa “amorosa” entre los dos hermanos, Mona (la seleccionada 1789, la
elegida por el pueblo), que medra y se sacrifica por la causa. Planes contra
Jacinto con Erizo y sus axilas como intersección. Jacinto contra Rubén el camionero
con Mona, la cuñada, en la discordia de la fertilidad salvadora de la mentira. Las
mujeres “Lesbianas Re-evolucionarias en Contra” contra La mujeres del proyecto
original para combatir el
heteropatriarcado de la regeneración. Violencia de la carne y la sangre.
Disyuntivas trascendentes: “¿Coger o
suicidarme?” (dice Cifuentes en el dilema que va del follar estéril a la
muerte fértil). Como Fernando de Rojas dice traer de Heráclito a su prólogo de La Celestina: “Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla”. En
ese caos sobrevenido por una guerra, la prostitución es un arma patriótica y la
degradación se diluye en la tragedia general que la justifica una supervivencia
con connotaciones raciales.
Novela proléptica.
Novela ucrónica. Novela nave sobre un pasado que dosifica la acción anticipando
la ficción que recrea una historia que nunca pasó. Fernanda García Lao inventa
unos personajes que de estoicos acaban siendo hedonistas en el naufragio
impuesto con párrafos breves como olas de un mar entrecortado. Novela de
realismo simbólico cortante desde la voz de un burócrata aséptico, distante,
desapasionado, pero en una orgía vital sin más placer que el frustrante y
animal del sexo. Los espacios en que se mueven los personajes contribuyen a la
sordidez: el matadero (ese que nos lleva a la novela homónima del argentino
Esteban Echevarría, crítica también a un despotismo dictatorial del siglo XIX);
Rawson (hijo crudo en inglés –hijo vegetariano afilador de cuchillos de un
padre carnicero-), ciudad desde la que fletar hacia las islas M la salvación en
el barco Nación Vacuna; el limbo con cementerio y almacén de la espera para el
embarque tras el anuncio del aborto de la misión; esas isas M no holladas
durante el argumento como destino de la derrota… Las cápsulas de carne, una
especie de “Avecrem” que concentra todo el simbolismo de la novela, condensan
la metáfora de las vacas abiertas en canal, el alimento de subsistencia, la
gragea libidinosa, viagra pansexual de carne para compensar ausencias de
apetito sexual. Carne de vaca para provocar la causa de la recuperación tras la
catástrofe bélica. Cápsulas como vacunas contra la pandemia provocada. Vacunas
hembra. Edward Jenner descubrió que la viruela bovina inmunizaba de la viruela
humana. Era inglés, de Gloucester. Los ingleses emponzoñan la potabilidad de
las islas M y las mujeres “triadas”
consumidoras de cápsulas cárnicas llevan en su cuerpo la vacuna. Su
cuerpo es la vacuna que llega por mar en el Nación vacuna desde el continente
al archipiélago patagónico. Como en
tantas leyendas (la de Sant Jordi entre ellas) la mujer es el agente (paciente)
sacrificado por la causa general. Pero las mujeres de Fernanda García Lao, en
la manipulación nacional, son quienes dominan sexualmente. También son
utilizadas pero tienen espacios de poder sobre los hombres.
En una
frecuencia de tono que nos puede recordar 1984
de George Orwell, perlada de atracciones como la del sudor de las axilas que se
mezclan con las cuadrículas burocráticas de un encargado del registro, los
personajes de Nación vacuna son
ganadores de un Proyecto que los humilla pero que deben aceptar como un
privilegio por su valor salvapatrias. Una revolución farmacéutica desde la
única corbeta en el puerto de Rawson que la victoria contra el enemigo ha
podido conservar en condiciones de navegar. “Hembras por la Patria” que no
embarcan en loor de multitudes en la corbeta, que tienen que intentar cumplir
su misión en un precario barco pesquero, el Quisquilla I, rebautizado como
Nación Vacuna, en un trozo de costa sin puerto, anónimamente. Cuerpos
procesados, de vacas, de mujeres, para salvar a los militares confinados en
cuarentena, aislados, literal y metafóricamente. No hay vacunación inocua. La
redención puede habitar en la vagina.
Toda la
novela presenta unos espacios fantasmagóricos, entre kafkianos y beckettianos,
con un Jacinto Cifuentes transparente, responsable pero pasivo entre onanismos
oníricos potenciados por la lascivia de las cápsulas vacunas. Vulvas inflamadas.
Mejillones que se abren como plantas carnívoras para que Jacinto mordisquee su
carne naranja del sexo y entierre los cadáveres de sus valvas negras. Jacinto
Cifuentes invisibilizado por la máquina burocrática, muerto oficialmente y vivo
de facto. Responsable de engendrar en coitos programados el heredero, fingir un
éxito militar con un fracaso administrativo que el funcionario va a remediar.
La mentira como cimiento social.
Más allá y
más acá de las coincidencias con coyunturas pandémicas presentes, Nación vacuna es una excelente ficción
de una brevedad (140 páginas) que engaña porque entre los huecos de los
párrafos hay mucha historia contada en silencio. Es la historia de un burócrata
sometido al sistema en toda su contradicción de épicas de serie B explicada
desde el estilo telegráfico de la administración y sus asepsias con el que
frontalizar la putrefacción de lo narrado, para que los trámites de carne
amortigüen su olor a sangre, para que los populismos de cloacas se confundan
con los trasiegos nutricios de un matadero en su orgía cárnica.
Hemos
empezado con las palabras reales de Galtieri con las que quiso vestir de gesta
nacional una bravuconada militarista. Acabamos con las palabras reales de la
ficción que son eco literario de su sustrato histórico (pág. 116). La maniobra
populista busca efectos y no verdad: el Nación vacuna no había zarpado, pero
tenía que estar en las islas M y cumplir su misión:
“La Junta ya
logró su objetivo: levantar el perfil en las encuestas. La realidad es
carísima, dice Erizo. Prefieren hacer como que nos fuimos”
Las
dos juntas, la militar de la dictadura y la civil de Fernanda García Lao,
fracasan en su objetivo: una pierde la guerra a pesar de la propaganda; la otra
va a ser engañada por las “misioneras” pero pierden el rumbo y son llevadas al
destino que querían evitar y la solución se pierde en la costa negra ante las
banderas de los que perdieron.
GARCÍA
LAO, Fernanda (2020). Nación Vacuna. Barcelona:
Candaya, Candaya Narrativa, 65.
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