“[…]Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En tus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido.”
Cernuda, Luis. “A un poeta futuro” en Como quien espera el alba (1941-1944), recogido en La realidad y el deseo (1924-1962)
“Puedo asegurarte que cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación, duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria…”
Bécquer, Gustavo Adolfo. “Cartas literarias a una mujer, II”, publicada en El Contemporáneo (martes 8 de enero de 1861)
“Si ahora pudiese estar mirando tus ojos
iba a estar escribiendo aquí esta canción”
García, Manolo. “Carbón y ramas secas” en Arena en los bolsillos” (1998)
Tiempo de barbecho entre dos extremos de mi yo. Tiempo de vivir para poder escribir. En el hombre que vive habita larvado el poeta futuro, realidad de un deseo que fue deseo saciado de realidad y ahora es presente pletórico de vida recordada. Sentir para contarlo en esta extensión trasversal que es Ábradas: destila la palabra aquí aquello que los ojos tocaron allí. Y todo es esto.
No hay otra forma de retener el tiempo que viviéndolo. Poder contarnos después esa vivencia es un lujo. Contárnoslo mientras lo vivimos, un privilegio de poetas.
Destellos: ecos de la vida de un viajero a velocidad cero; chispazos de soledad de chinchorrero.
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Un fotógrafo anónimo trae hasta aquí a Francisco Serrano Robles, el Sable, como orgulloso chinchorrero a la luz del día en la playa de Calabardina. Como marinero encargado del bote de la luz en el arte de la traíña, la oscuridad de la noche y la soledad bordan su espera. Los potentes focos fingen ser luna para arracimar a los peces y hacerlos pescados. |
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No estaba perdido: estaba encontrándose.
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Sin conexión, sobre una pantalla negra, el reflejo de la imagen de un muchacho solo y desvalido.
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Cero: huella de la nada de cada cosa.
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Se agosta agosto, se autoinmola. Y, sin ruido apenas, empieza a septiembrear y se transforma en otoño.
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Exuberancia minimalista del desierto.
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Obviedad trascendente: cuando buceo, pienso en lo que veo; cuando buceo, vivo lo que siento.
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Cementerio. Jardín de muerte: abono de la memoria.
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El mismo traje de agua que te da la vida es tu mortaja. Las aguas del mar te bautizan cuando te acogen y te ungen con la extremaunción que te inmortaliza en agua.
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Pasan lentas las horas y rápida la vida. La eternidad, que asesina el minuto, ríe burlona.
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La aureola del alrededor centra e ilumina el presente.