sábado, 20 de octubre de 2012

Destellos XLIII





Homenaje al poeta Jaime Gil de Biedma y a la fotógrafa Colita: La persona frente al personaje sobre un fondo pautado de sombras. Fotografía de Carmen Gálvez Navarro
 




“Recuerda que yo existo porque existe este libro,
que puedo suicidarnos con romper una página”

García Montero, Luis. Diario cómplice. Madrid: Hiperión. Poesía Hiperión, 106. 1987, pág.47



He aquí un destello sin luz, ciego. Más bien un agujero negro.

Tengo una certeza: moriré a los cuarenta y seis años. Será una muerte poco heroica, sin épica alguna. Como todas: morimos solos, de hipérbole lírica. Pero no podré decir, como César Vallejo:

                                    Me moriré en París con aguacero,
un día del cual ya tengo el recuerdo”

Una parada cardio-respitaroria me separará del que ahora creo ser (lo anterior a ese tránsito carece de valor, una vez traspasada la frontera estigia)

Y si esa primera certeza falla, tengo una de reserva: seré eterno. Superada esa supuesta agonía, ya nada me puede matar. Seré póstumo a partir los cuarenta y seis años, como Jaime Gil de Biedma. Pero como carezco de sujeto lírico, seré yo en plenitud vital quien disfrutará de esa duración, que, quizás, abarque solo unos pocos años más. En el silencio de mi nombre resonará el eco de Bécquer amplificado por Cernuda:

        En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba”



sábado, 13 de octubre de 2012

Destellos XLII


                        A Manel Garcia Rodes, que habita desde hace seis años los limbos desde los que nos contempla irónico y vivo.
Jano, presente romano sin antecedente griego, conoce el tiempo desde la encrucijad de cada instante. La imagen es del blog El pórtico de Jacqueline Murillo


Refulgir en esa nada que somos.
El tiempo, como una avenida, arrambla los presentes, los anula por superposición y coexistencia caótica, los simultanea en un tumulto sincrónico: los arrastra hasta llevarlos a un futuro que todavía no existe y en el que nos perdemos. En la elipsis del querer llegar a un punto que no es este, en el “fast forward” de los reproductores vive la duración, precisamente. Habita fuera del tiempo y sus torrenteras. La vida late y se expande en los lapsos de las urgencias de una película porno o en el parpadeo de la pantalla sometida al “zapping”. La frontera del intervalo alberga y entroja la luz instantánea que somos (y no siempre sabemos poseer)
Pedagogía de la concentración en el naufragio de la dispersión: la duración es maestra que enseña la calidad de la vivencia del tiempo de un tiempo fuera del tiempo. Vivir de la novedad es vivir sobre el hueco, sobre el vacío sólido de promesas de felicidad: ahí también puede residir la duración, pero hay que abolir los espejismos del horizonte. Vivir del recuerdo es creer, falsamente, que se puede revivir lo que ya no es: la experiencia reside en el presente sin necesidad de la melancolía de los retrovisores, forma parte indisoluble del aquí y el ahora. También la duración tiene lugar en ese espacio temporal si se cortan las amarras que nos anclan y se achican los pesos muertos que nos lastran. Jano, bifronte o cuatrifronte, se instala, dinámico y efímero, en cada unos de los puntos del movimiento imposible de la paradoja de Zenón: Aquiles y la tortuga progresan inmóviles en su fluir temporal.
Refulgir en esa nada que somos, sin heroicidades épicas ni martirologios: destellos sonoros, neumas luminosos.

Sospechosa felicidad: seguro que esconde un puñal.
Matemáticas: poesía pura de la denotación, abstracción absoluta, perfección formal de la esencia. Es su aplicación la que la pervierte y contamina.
Vida: sincronía de diacronías.

¿En este instante se agota mi riqueza de futuro? No: este instante trasmina y centrifuga duración, trasciende su tiempo.

Revisión digital de la dualidad alma-cuerpo. En los limbos, en las nubes, habita el alma que da substancia a los dispositivos sin memoria. Platón adulterado, conducido por Caronte hasta los campos Elíseos y obligado a beber del Leteo para desconectar las ideas de sus materializaciones. Cuerpo y espíritu, de nuevo, en simbiosis, pero con peaje industrial.

Compromiso de la palabra. Indeleble ha hollado el silencio como columna cuyo capitel es el yo.
Perenne provisionalidad, estabilización del cambio perpetuo.
Claustrofobia del rincón que puedo ser. Su antídoto es la agorafilia, que siempre está en el alrededor del yo.
Obsolescencia programada del instante. Resiliencia obsoleta, inútil ante la programación vertiginosa de la vida, que se concibe como un ascenso al abismo del Maelström sin romanticismo, porque es real.
Paisaje urbano en una frontera: “senyeres” y “estelades” conviven con alfombras aireadas en los balcones como apéndices de la intimidad. Tejidos son y los ácaros no entienden de colores.

domingo, 30 de septiembre de 2012

El milagro de la condensación del espacio hasta hacerlo infinito y de presencia ausente



Los efectos secundarios de esta transustanciación están por comprobar. De momento, el universo físico deja más hueco para otras cosas mientras los libros, sonámbulos, pululan planos y ciegos por los limbos de la librería de Babel, que tiene una sola estantería infinita y sin peso. Los libros son paisajes que dan a todas las ventanas; son puertas abiertas en todas las pantallas. Pero se impone leer entre líneas, que ahora quiere decir  aprender a leer esa segunda capa insondable de la superficie, aquello que vive bajo su escritorio: a veces laberintos de enlaces que se bifurcan en dualidad binaria recurrente de difícil retorno. El hilo de Ariadna, casi desovillado, rueda hacia el centro de ningún lugar.
Este apunte es el noray que abarloa a esta pantalla un pecio que duerme bajo las aguas de la navegación masiva. Duerme, no nació muerto: fue parido con vocación de aire porque para ser papel ya no había presupuesto.



El número 13 de la revista Laberintos, dinamizada por el doctor Manuel Aznar Soler y alentada y nutrida por un grupo de investigadores movidos por su interés en los estudios sobre los exilios culturales españoles, se ilumina ante los ojos de sus posibles lectores en una versión digital, abortada su aventura física de cuidada presentación en papel en su número 12. Aquí la podréis leer en esa versión “facsímil” a la que nos lleva el “pedefar” los volúmenes para hacerlos superficies sin fondo enmarcadas en la pantalla, emergidas de sus profundidades.
Si tocáis la imagen que sigue a este párrafo, os quedan horas de lectura para llegar a su quilla hundida sobre el lecho de arena de la indiferencia. Entre las páginas 179 y 209 vive “La poesía de José María Quiroga Plá: una realidad reflejada en el espejo desazogado de la historia de la literatura”. Es un repaso a su obra completa con un “Menú degustación poético” (páginas 193-209) con el que hacer veinticinco paradas en veinticinco textos que nos acercan al poeta que fue y que quiere seguir siendo. La inmersión es vuestra: yo bajé a pulmón.



AZNAR SOLER, Manuel (director). Laberintos 13. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles. València: Biblioteca Valenciana, 2011.
 



Destellos XLI

[…]Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En tus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido.”

Cernuda, Luis. “A un poeta futuro” en Como quien espera el alba (1941-1944), recogido en La realidad y el deseo (1924-1962)

Puedo asegurarte que cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación, duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria…

Bécquer, Gustavo Adolfo. “Cartas literarias a una mujer, II”, publicada en El Contemporáneo (martes 8 de enero de 1861)


Si ahora pudiese estar mirando tus ojos
iba a estar escribiendo aquí esta canción

García, Manolo. “Carbón y ramas secas” en Arena en los bolsillos”  (1998)


Tiempo de barbecho entre dos extremos de mi yo. Tiempo de vivir para poder escribir. En el hombre que vive habita larvado el poeta futuro, realidad de un deseo que fue deseo saciado de realidad y ahora es presente pletórico de vida recordada. Sentir para contarlo en esta extensión trasversal que es Ábradas: destila la palabra aquí aquello que los ojos tocaron allí. Y todo es esto.

No hay otra forma de retener el tiempo que viviéndolo. Poder contarnos después esa vivencia es un lujo. Contárnoslo mientras lo vivimos, un privilegio de poetas.

Destellos: ecos de la vida de un viajero a velocidad cero; chispazos de soledad de chinchorrero.



Un fotógrafo anónimo trae hasta aquí a Francisco Serrano Robles, el Sable, como orgulloso chinchorrero a la luz del día en la playa de Calabardina. Como marinero encargado del bote de la luz en el arte de la traíña, la  oscuridad de la noche y la soledad bordan su espera. Los potentes focos  fingen ser luna para arracimar a los peces y hacerlos pescados. 



No estaba perdido: estaba encontrándose.
Sin conexión, sobre una pantalla negra, el reflejo de la imagen de un muchacho solo y desvalido.
Cero: huella de la nada de cada cosa.

Se agosta agosto, se autoinmola. Y, sin ruido apenas, empieza a septiembrear y se transforma en otoño.

Exuberancia minimalista del desierto.

Obviedad trascendente: cuando buceo, pienso en lo que veo; cuando buceo, vivo lo que siento.
Cementerio. Jardín de muerte: abono de la memoria.
El mismo traje de agua que te da la vida es tu mortaja. Las aguas del mar te bautizan cuando te acogen y te ungen con la extremaunción que te inmortaliza en agua.
Pasan lentas las horas y rápida la vida. La eternidad, que asesina el minuto, ríe burlona.
La aureola del alrededor centra e ilumina el presente.

viernes, 20 de julio de 2012

Destellos XL

A Francesc Gomila,
agrimensor de vacíos,
                              cubicador del reposo,
conejo de Alicia en el país de las obviedades, calculador de la distancia entre Aquiles y la tortuga.





"Le compte exact" (2001), Gilbert Garcin






“La legitimidad del cambio de toda forma es la característica –creemos- del pensamiento revolucionario auténtico”

                                                 María Zambrano
(filósofa y poeta –y viceversa- que pensaba que la poesía era los ojos con los que podíamos ver lo invisible)



Razonamiento lírico. Todo se puede nombrar: hasta la “nada”. La Nada, que no vacío. El vacío existe: su vibración, invisible pero medible, es la partícula de dios, el germen primigenio de todo ser. El minúsculo bosón de Higgs: fe en la ciencia. Cuadricular la imaginación, someter a las derivadas el delirio y analizar los patrones de la anarquía: fingir control sobre los que fluye paralelo a la razón, poetizar la matemática.
Fotografías líricas de la realidad: lo que hay más lo que no se ve en lo que hay (no se puede ser más prosaico). Disfrazar con palabras la vida hasta perder en interés por ella y enamorarse del disfraz que usurpa su trono (no se puede ser más barrocamente asesino de la esencia del ser)
El bosón de Higgs: el universo de lo más que efímero de unos tiempos siempre nuevos que nos llevan a la duración de la permanencia, a dios.

“El verdadero vacío, la maravilla de las cosas”
 
Tradición zen ensanchada por Vicente Gallego en su libro Mundo dentro del claro (poema “Milenios”, Tusquets editores, Nuevos textos sagrados, 273, 2012, página 29):


“Todo está lleno y vivo de su nada”



Destellos: pálpitos del vacío en el abismo de la nada; todos acotados en un espacio infinito que los diluye en los limbos insondables.




Sobre el mar de la rutina navega el rumbo de la sorpresa.
Engranaje de la aceleración que fluye gracias al engrase de los detalles en los que se entretiene el arte.
La paradoja de aprender a saber en la agonía de cada existencia: la de nuestra vida o la de las mónadas del momento que son la vida.


La impaciencia por vivir el instante siguiente es un sinvivir: el carpe diem de la espera es su antídoto.

Paronimia con trampa: “urgir”, “ungir”, “uncir”

La nada está llena de vacío: no es una obviedad, es una revelación
Plenitud fractal: eternidad acotada en el instante.
Inmediatez de lo superfluo. Implante digital al final de las manos: el móvil.
Longevidad en la espera para preparar la hipercinesia necesaria. Las colas de los parques de atracciones de la vida. Atracción por el vértigo domesticado.

"L'espace et  le temps" (2006), Gilbert Garcin


"Les fils du temps" (2000), Gilbert Garcin

martes, 17 de julio de 2012

Librería de papel en la biblioteca de Babel


Si tocáis sobre la imagen podréis oír las declaraciones de Esther Gorchs a Cugat.cat sobre el cierre de su librería.



“La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible”
“Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera, aunque sin duda hay libros que discuten y niegan y demuestran esa posibilidad y otros cuya estructura corresponde a la de una escalera”
“Letizia Álvarez de Toledo ha observado que la  vasta Biblioteca es inútil; en rigor, bastaría un solo volumen, de formato común, impreso en cuerpo nueve o en cuerpo diez, que constara de un  número infinito de hojas infinitamente delgadas. (Cavalieri a principios del siglo XVII, dijo que todo cuerpo sólido es la superposición de un número infinito de planos) El manejo de ese vademécum sedoso no sería cómodo: cada hoja aparente se desdoblaría en otras análogas; la inconcebible hoja central no tendría revés.

Jorge Luis Borges, “La Biblioteca de Babel” (1941) en Ficciones (1944), Obras completas II (1941-1960). Barcelona: Círculo de Lectores, 1992, páginas 56, 60 y 61, respectivamente.
 

 
El camino más corto para llegar no siempre es la línea recta. Existen los buscadores en internet, cuya referencia endogámica acaba siendo, casi siempre, internet: no trazan líneas, superponen planos sin espacio y los lanzan, a la velocidad de la luz, hacia nosotros. Es el atajo más rápido, pero no siempre el más eficiente.
La cultura clásica, la que hemos heredado de griegos y romanos, es ya prehistoria. Lo que pasó (pretérito perfecto simple, muerto ya en su tiempo acabado) hace cinco minutos pertenece ya a la Antigüedad.
Hay quienes todavía cultivan la palabra: siembran vocablos con las semillas que atesoraron para que de su simiente puedan nacer, mimadas por la duración, nuevas palabras como árboles que den sombra y conocimiento y nuevas voces con los viejos ecos.
Entre las abigarradas librerías de viejo y los libros expuestos en exhibición aséptica en las grandes superficies comerciales (especializadas o no en cultura) existieron librerías con libros de papel y libreros que conocían su oficio y equilibraban las novedades consumibles de los escaparates para clientes con los fondos literarios para los lectores amigos. Borges, desde los parámetros de la realidad que conocía, ideó lo más parecido a la biblioteca universal actual, el gran simulacro de la totalidad inabarcable desde nuestra limitación humana: todos los libros caben en un futuro e-book (que primero será libro electrónico y ecolibro, luego libro digital y ciberlibro; después dejará de ser libro para ser texto, hipertexto sin excipiente. ¿Substituirá el e-reader a los abuelos y padres lectores del borde de los sueños infantiles?). Como el Borges ciego, tampoco los podremos ver. Pero cada vez nos costará más imaginarlos: tan etéreos, tan incorpóreos, tan efímeros y sin alma… El librero que regentaba su librería de libros de papel ha sido asesinado, fagocitado por la virtualidad. El librero de viejo será arqueología viva, reducto acotado como especie en extinción que se preserva como la vida en un zoo. Os invito a pasear con calma por el blog del amigo Galderich piscolabis & librorum: es la mejor síntesis de la simbiosis entre el libro a lo Gutenberg y su expansión infinita en la nada que lo contiene todo. Condenados como estamos a vivir bebiendo de una nube, ganamos espacio en la galera. Los best-seller, es cierto, tendían a ocupar el volumen de unas obras completas y eran poco manejables en el metro: demasiado engorro para “pasar el tiempo” (esto es: dejar que pase en espera de algo mejor). Un libro es tiempo contenido en su continente. Tiempos retenidos entre su lomo y sus tapas, custodiados por sus guardas, cajos, estracilla, tarlatana y cabezadas; presentados en sus sobrecubiertas, portadillas y portadas; promocionados en sus solapas (¡cuántos lectores de solapa huérfanos ahora!) y sus fajas. El paseo infinito por entre los anaqueles de las galerías hexagonales de la Biblioteca de Babel queda abolido con la desaparición de los tejuelos, obsoletos ante el clic que nos lleva de viaje estático a través de nuestras pantallas.
Hubo una vez una librería en el corazón más rural de una ciudad, en su plaza más céntrica: allí excavó su caverna (platónica y aristotélica) y consiguió desviar a los paseantes hacia sus tripas. La ciudad parecía despertar a la cultura literaria y la librería contribuyó, como un afluente, a ese río que quería ser. El Festival de Poesía de Sant Cugat empezaba a consolidarse. Bajo sus techos de “volta catalana” latían poemas y filosofías sin usura. Era una madriguera para la poesía. Esther Gorchs, dinamizadora de la empresa, supo  darle profundidad: Gerard Vilar, Félix de Azúa o Victòria Camps, por ejemplo, alimentaron a los lectores que empezaron a entrar en la cueva. Nacieron allí talleres de creación y pensamiento, clases magistrales y ciclos de conferencias y tertulias. Poetas como Jesús Lizano, Jacinto-Luis Guereña, José María Quiroga Plá o Javier Pérez Escohotado también atendieron su necesidad de ensanchar la normalidad y nos regalaron allí sus aventuras poéticas de misticismo libertario y otras lizanías; nos sorprendieron con biopoéticas o desembocaduras de la palabra vital; nos enseñaron los matices amargos de la esperanza; compartieron con nosotros su vivir,  su extraviarse y su encontrarse en la poesía de la prosa.

Fiesta de la lectura, moderada por Gerard Vilar, para inaugurar el nuevo local para la librería Mythos: de la plaça de Barcelona a el carrer Santa Maria
El río humano quiso hacer más suyo el local y Esther Gorchs refundó su Mythos en la artería principal de la ciudad. La poesía, en el mismo pórtico de la nueva caverna parecía querer salir a la calle. Sus fondos luchaban por ser raíces sobre las que germinaran las novedades. Los clásicos hacían de cicerones a los novatos y les bajaban los humos y la pedantería desde la que querían dominar el espacio. Y allí, ahora en la primera planta (la misma donde vendía los libros de texto escolares), consiguió ser altavoz de la cultura: Sam Abrams, Sílvia Bel, Belén Gopegui, Roser Amills, Laura Dalmau, Lluís Calvo, Santi Borrell,  Marta Pessarrodona, David Parra, los “emmirallaments” de Mireia Vidal-Conte y Mireia Calafell o los poetas de Papers de Versàlia, entre otros, dieron cuerpo a un proyecto que daba sentido a un negocio. Los lectores han sido parte de su equipo asesor: en sus estanterías el diletante literario podía encontrar aquel libro que no sabía que existía: allí estaban, físicamente, cara a cara, el lector y la recomendación de otro lector.

En el paso del mito al logos abrió la ruta de nuestra cultura. El logos siguió necesitando del mito para crecer y multiplicarse y conseguirá, sin morir del éxito que lo nutre, abolir la economía especulativa (que sí que debe morir de engreimiento y fatuidad estéril) Una librería del llamado pequeño comercio vive del equilibrio funambulista entre el servicio y el negocio. 

La o del primer logotipo de Mythos contenía la escena de dos condenados por Zeus: Atlas y Prometeo. En fondo del kylix es toda una alegoría: Prometeo, un ingenioso benefactor de la humanidad que crea al hombre con un destello del sol sobre el barro, que engaña a los dioses y les roba el fuego para dar luz a la vida terrenal, se ve condenado, como una Penélope trágica encadenado a una roca del Cáucaso, a sufrir de día cómo un buitre o águila le devoraba unas vísceras que cada noche se le volvían a regenerar. No atendió a los cantos de sirenas de Zeus en forma de Pandora. Ese mensaje era el que podían leer los griegos después de apurar el kylix en sus simposios (leer El banquete de Platón es aquí una nota a pie de página): Dionisos y Apolo en fraternidad fértil. Ese fuego robado a los dioses fue el que aniquiló la biblioteca de la abadía de El nombre de la rosa de Umberto Eco y el que, seguramente, acabó con la de Alejandría. Fueron otros hombres en nombre de esa metamorfosis de lo mismo que es siempre la divinidad. Divinidad-mito hoy substituida por el logos-economía.
La librería Mythos (1999-2012) es ya una ausencia y un recuerdo presente, como la fonda Tadeo, de quien fue vecina sin haberse conocido y con quien se diluirá como referente en Sant Cugat en los buscadores de sitios de nuestros dispositivos electrónicos. Algunos recitales dejaron pequeño el espacio de la librería Mythos: tan pequeño que ya no existe.
Una forma de resistencia, el último ensayo lírico de Luis García Montero, me espera en otra librería de papel porque no lo podré comprar ya en la Mythos.

sábado, 14 de julio de 2012

Haikus IX

Dos miradas (dos espacios, dos tiempos) que crean una posible realidad falsa: alguien que mira el esplendor de la buganvilla, alza la cabeza para tomar aire ante tanto esplendor vertical y sorprende en el cielo, oxigenado ya, a los vencejos mejorando en piruetas el vuelo de los aviones que los ignoran.
No fue cierto. Ahora sí.



      

La buganvilla:
magenta enredadera:
papel de seda.





Trenza el vencejo
(desleal competencia)
la recta estela.




Para saber más sobre los vencejos (y para poder admirarlos en hermosas fotografías) no dejéis de entrar en el siguiente enlace de Tomás Crespo Andando por las ramas