jueves, 16 de junio de 2011

Destellos XIII

Destellos ciegos, poesía sin imágenes pero no muda porque no hay silencio en la oscuridad radiante de las palabras. Braille lírico, al brillo del tacto de los ojos. Dice María Zambrano:
“Las palabras son los ojos con los que vemos lo invisible”
José Ángel Valente, mallarmeanamente, abole el paisaje e inaugura el decorado lingüístico: hace poesía que comunica conocimiento. Metapoéticamente (de “poiesis”, creación,  fuerza genésica):
         Palabra
Palabra
hecha de nada.

Rama
en el aire vacío.

Ala
sin pájaro.

Vuelo
sin ala.

             Órbita
de qué centro desnudo
de toda imagen.

                             Luz,
donde aún no forma
su innumerable rostro lo visible.

(De “Material Memoria”, en El fulgor. Antología poética (1953-1996).Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 1998, pág. 202. Selección y prólogo de Andrés Sánchez Robayna)

O poéticamente:

                Ícaro

Sobre la horizontal del laberinto
trazaste el eje de la altura
y la profundidad.
                              Caer fue solo
la ascensión a lo hondo.

(Op. Cit., “Mandorla”, pág. 247)


Miguel Hernández nos ha regalado imágenes imposibles de ver, posibles de imaginar explicadas con palabras, acercadas al pensamiento con la hipérbole. Bastan dos momentos de su “Elegía” a Ramón Sijé para disfrutarlas:

“Tanto dolor se agrupa en mi costado,
  que por doler me duele hasta el aliento”

“No hay extensión más grande que mi herida”

(“El rayo que no cesa” en Obra completa I, 
Madrid: Espasa Clásicos, 2010, pág. 435)

Gabriel Ferrater, en su “Cambra de tardor” de Les dones i els dies (1968), es capaz de hacernos ver un tono, un ambiente, manipulando las palabras en adánica sinestesia familiar, extrañada:

“La persiana, no del tot tancada, com
un esglai que es reté de caure a terra,
no ens separa de l’aire. Mira, s’obren
trenta-set horitzons rectes i prims,
però el cor els oblida. Sense enyor
se’ns va morint la llum, que era color
de mel, i ara és color d’olor de poma[...]

                            (Barcelona, Edicions 62, pág. 57)

Carlos Marzal, en La vida de frontera (1991), traslada la transubstanciación de las palabras a su poética misma:

Por las aguas del cuerpo y de la mente,
la ciudad fluye hacia ninguna parte.
De vivir nos consuela solo el arte,
que es estar con la gente sin la gente.

Sabe que también la experiencia es un paisaje del que hay que dar cuenta contándolo:

“La poesía es una aventura verbal que trata de dar cuenta de la aventura vital de una consciencia”

Georg Christoph Lichtenberg, ese profesor de física experimental autor de aforismos escépticos, irónicos y satíticos, iconoclasta por igual ante los viejos conservadores y los jóvenes “sturmunddrangueros”, construyó una vez la existencia de

“un cuchillo sin hoja al que le falta el mango”
La emoción indomable” de Gabriela Amorós Seller aparece en los limbos blogueros como una inflexión, como una frontera  entre el ver y el explicar: siente en la vida y nos devuelve su impresión o su pasión en forma de mundos verbales, con sus estalactitas y estalagmitas de palabras dinámicas o estáticas. Rebeldía de la fuerza surrealista encauzada, que no domada, por el parnasianismo que la objetiva. De la palabra a la imagen de una mirada llena de mundo.
Ignacio Aldecoa puede sorprendernos al poetizar una acción tan poco lírica como la de preparar el hielo de las neveras del pesquero Aril en su Gran Sol (1958): gongorinamente (que es mucho decir en una novela “taxonomizada” como realismo social –“sui generis”, eso sí-) hace que las palabras embellezcan la “realidad” que traducen a literatura en una maniobra lírico-épica.
“El pico hacía un ruido corto y preciso al dar en la masa de hielo. La pala daba un sonido agrio y largo. Punto del pico, raya de la pala. Escupía Macario la saliva del trabajo, pastosilla y ahogante. Punto del pico, raya de la pala. El ruido del hielo al desmoronarse era entre metálico y cristalino”
(ALDECOA, Ignacio. Gran Sol. Barcelona: Noguer, Biblioteca Universal Contemporánea, 1. 199717ª, pág. 103)

El gran masturbador (1929), Salvador Dalí


Salvador Dalí, creador del realismo onírico, versionó o creó (no lo sabemos) en palabras dos de sus mundos surrealistas: El gran masturbador y La metamorfosis de Narciso. Son imágenes y poemas: ¿gallina o huevo?

Metamorfosis de Narciso (1937), Salvador Dalí

La filosofía, la poesía, la ciencia, la pintura incluso, la vida misma, tienen, a veces, más consistencia en las palabras que en las realidades que las provocan o las imágenes con las que las imaginamos (pero que necesitamos explicarnos con palabras). Palabras: palabras para ver el mundo y hacerlo nuestro, interior. A contratiempo: “palabra”: “parabla”(hacia 1250): “parabola”(del latín, compararación, símil): “parabole” (del griego, alegoría, derivado de “paraballo”, comparo, pongo al lado). La realidad está fuera, las imágenes son simulacros: las palabras nos pertenecen aunque no sean del todo nuestras.
Debemos abolir la inefabilidad como imperativo creativo porque, precisa y wittgesteinanamente, “de lo que no se puede hablar hay que callar”... Y si escribimos es porque podemos. Y quien lee nos da la razón: en su mente lectora emergen las imágenes de los mundos construidos con palabras., con la alquimia de las palabras. Como imágenes mentales, como destellos ciegos.

El fondo va desnudándose de su forma y nos muestra tal como somos: vida vivida, pálpito y vida por vivir.
Atalaya del placer, espérame en la cresta de la ola. Sus espumas son cosa tuya.
Te has marchado sin irte, pero sin poder quedarte. Sin embargo estás aquí.
Vértigo: vuelvo los ojos y sorprendo el abismo en mi interior. No hay más baranda que la de tu mirada, desde fuera.
El rayo cesó por fuera, pero ya era infinito y eterno por dentro: había instalado su vida en el relámpago.
Cosmogonía agónica del día: génesis adánica de sus noches; estertores crepusculares de sus días.
Somos navegantes del aire, lastrados por el peso de nuestras miserias a las que fingimos llamar “gravedad”.
Lugar común poblado de ausencias que se buscan y no encuentran más que un denso vacío que las justifica.
Clonación del abismo, del agujero, del vórtice hacia toda la nada.
Añorar lo que se tiene es la mejor afirmación en el presente: el deseo hay que cumplirlo después. Esa es su única exigencia.
Trampantojo: hipálage, sinestesia, metonimia, eclipse. Llegar a la contemplación sin llegar a ver, sin llegar a tocar. Sinécdoque de los ojos que saben.
Que en esta densa noche deseo y razón abran horizontes concéntricos  donde las cosas cumplan su pacto secreto con las palabras.

4 comentarios:

  1. Gracias por tu visita. Devoré el tuyo de post, hasta la última letra. Es muy posible que vuelva y lea el post anterior a este, me llamó el título.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Dalí es mi favorito, tengo una conexión con él que se prolonga aún después de muerto, pues su energía está puesta en sus cuadros y cuando veo alguna imagen de las suyas, algunas me empiezan a contar cosas...me pasa con otras imágenes también, pero de eso no hablaré. Gracias de nuevo, vuelve cada vez que quieras, las puertas de mi casa están abiertas. Charlotte, o sea yo, es una mujer tranquila y sosegada, cuando lo es, cuando no, pues no.

    ResponderEliminar
  3. La palabra funda, inocula, establece y erige; pero la palabra también es borradora de realidades, desvanecedoras de "entornos"... Una vez "algo" es narrado, aquello deja de ser y se convierte en una inventiva de quien narra. Mas, gracias a la palabra, hoy, nos encontramos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Oh, Ábradas,... estaba disfrutando de esta estupenda entrada tuya y de leer todo aquello que me voy perdiendo y que a veces puedo recobrar y resulta que has nombrado mi humilde escritura junto con todos estos grandes y universales poetas y escritores... francamente que estoy emocionada... volveré en otro momento... gracias.

    ResponderEliminar