Fotografías de Ramón Bodegón, a contrasol en Cabo Cope: el agua reclama el desorden de su ser, su naufragio en aire. |
La novedad abisma los presentes (sin la belleza machadiana de su “Limonero
lánguido”) Los sepulta hasta difuminarlos en olvido (ellos, que fueron, incluso, epifanías, son en los
ahora vigentes y efímeros, nada) Miramos por encima de nuestras posibilidades:
leemos por debajo de nuestras necesidades. El exceso de oferta ahoga una
demanda que se hace encontradiza, que tropieza en el caos organizado del cosmos
social con lo que, generosa o arteramente, un alguien o algo “amigo” comparte.
Todo canal puede ser bueno si tiene el uso adecuado (y hay una variada
diversidad de adecuaciones) Dime qué “amigos” tienes y te diré quién eres,
podría ser la adaptación del adagio popular. Los hay que, literalmente, siguen
a pies juntillas el nombre y se exhiben
tal cual: hacen valer el libro de jetas y postureo físico. Otros gesticulan con palabras ajenas
y propias, como si fuese un “thoughtface”.
Todo puede estar bien, pero unos y otros caminamos sobre la cinta transportadora
del progreso, enterrados los que fuimos (con todo lo que fuimos) por los que
somos. ¿Para cuándo un “thoughbook”,
un “conceptbook”?
Atomización del tiempo y del espacio en
unidades inaprehensibles, aceleradas y estériles (por frustrantes y
abortivas) en su movimiento ubicuo, portátil y transtemporal. El todo que puede
ser nada. Un atributo de la divinidad: el Árbol de la ciencia del bien y del
mal está ahora tras una pantalla. Es la segunda Caída: la segunda parte del
Pecado original, que pone en marcha un nuevo cronómetro para el hombre nuevo.
Desde la contemplación, el vórtice puede ser bello.
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Sin
lengua ni garganta, las sirenas cantan su silencio.
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Rúbrica: viejo
sabor de arabesco para savia nueva.
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La
libertad está sobredimensionada y ha pasado de aspiración a mito vital en
presente impaciente. Debemos leer más a Emilio Lledó: Para vivir la libertad,
para vivir en libertad y de la libertad, hay que forjar criterios en la fragua
del pensar. Habitamos una confusión que reprime nuestra capacidad de elección
al hacerla infinita. El embudo de embudos pasa su factura gratuita.
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Refulge la
quietud en la oscuridad del movimiento.
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Despalpitarse. Para poder ser pálpito consciente sin
anularnos: buscar el sonido sináptico del pensamiento sin interferencias.
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“Todo”, “mucho” y “siempre”: aperitivos de infinito,
puertas de su abismo.
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Homenaje a Juan
José Domenchina.
El perpetuo arraigo del nómada, del náufrago que es su
propia isla.
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Eclipse de luz: encandilamiento de los excesos.
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El enigma de la belleza está en lo que esconde. Unas
gafas de sol enriquecen los ojos que ocultan. Una fotografía da vida a la vida
que inerte en ella se intuye.
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Ulises y las sirenas. Herbert james Draper (1909) |
Pieza de cerámica ática (480-470 a. C.) |
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