jueves, 17 de diciembre de 2015

Big data








                               A Ari Jai Alai,
por la presencia de una ausencia que me ha enseñado lo vulnerable que es la duración.



Nunca la plenitud fue más hueca, nunca la plétora más ajena ni el yo más él, naufragando por sus imbornales del barco que cree más suyo. Nunca el centro fue menos medular ni la libertad tan cara.  Ni la identidad  ha sido nunca más falsamente nuestra. Nunca el simulacro nos ha encandilado tanto: este minimalismo barroco en que nos dejamos llevar, en torbellinos amables de facilidad preñada de dificultades,  nos seduce con su canto de pantallas y luces y profundidades planas. Toda la nada, cifrada en bits,  cabe en ese limbo inalámbrico que ha sustituido a Dios, desde dios.

El resplandor de la sombra pasó por el ojo de la aguja de una cuna: Jesús ha sido la única puntada con hilo de Dios. De su humanidad nace la luz que ahora nos encandila desde su oscura imprescindibilidad. De su limitación nace su reencarnación: Steve Jobs, el nuevo mesías, el emprendedor, de la saga de las manzanas (la del Árbol de la ciencia del Bien y del Mal; la de la Discordia de Eris –semilla de la guerra de Troya- que exhibió a Hera, Atenea y Afrodita; la newtoniana; la de Blancanieves…): fin y principio de nube, sumidero cenital, cielo e infierno en un solo lugar sin lugar.

Para conjurar las inercias que nos pierden, esta sextina. Seis estrofas y una contera epifonemática para celebrar esta navidad que es ya todo el año. El trovador provenzal Arnaut Daniel, allá por el siglo XII de la era analógica, fue su inventor. Petrarca la ensanchó. Yo he llegado a ella desde  Fernando de Herrera y Jaime Gil de Biedma (con la leve licencia de no acabar todos los endecasílabos en bisílabo) Un ejercicio de contención ante la dispersión de un universo que, ajeno, se expande y deja de ser alrededor.

Este villancico lo diría en inglés, pero ni sé ni quiero saber.






Racimo infinito de datos, cuna
y tumba de la omnisciencia: dios
del vaivén binario que mece al hombre
y lo hace avatar feliz de su nada,
cómitre y galeote de una cruz
que vive usura y regalo del todo.


     Beber toda el agua, respirar todo
el aire: ansia de absoluto, cruz
de cuerpo insatisfecho desde su cuna
de gadges como muletas de hombre
que caerá en el pecado que dios
diseñó, fractal, hacia su gran nada.

     Eva, Newton, Blancanieves: la nada
disfrazada, personajes del Dios
del árbol de la manzana y la cruz
precursores del Tántalo del todo
que vive espejismos desde la cuna.
Gratuidad del abismo de ser hombre.

     Pasa a ser datos y espuma el hombre:
en un pulsar puede perderse todo
al evaporarse la nube, cruz
de la cara sin rostro del dios
impostado que gestiona esa nada,
caballo de Troya desde la cuna.

     La mente frágil la educa la cuna.
Prebendas envenenadas de todo:
la luz ensombrece para ser hombre
que se enhebra confiado a la nada
del sacrificio dulce de la cruz,
desagüe invertido que lleva a dios.

     Fagocita, oscuro, la vida dios,
es el agujero negro del todo.
El gran hacedor es por fin el Hombre
que, titiritero, cava su cuna
en montes y mares de bits y nada,
teje con datos robados su cruz.

     Dios se hizo hombre que pasó a ser dios:
cuna de hombre con hambre de cruz.
Todo y Nada han cabido en Jesús.




 








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