A
Ari Jai Alai,
por
la presencia de una ausencia que me ha enseñado lo vulnerable que es la
duración.
Nunca la
plenitud fue más hueca, nunca la plétora más ajena ni el yo más él, naufragando
por sus imbornales del barco que cree más suyo. Nunca el centro fue menos
medular ni la libertad tan cara. Ni la
identidad ha sido nunca más falsamente
nuestra. Nunca el simulacro nos ha encandilado tanto: este minimalismo barroco
en que nos dejamos llevar, en torbellinos amables de facilidad preñada de
dificultades, nos seduce con su canto de
pantallas y luces y profundidades planas. Toda la nada, cifrada en bits, cabe en ese limbo inalámbrico que ha
sustituido a Dios, desde dios.
El
resplandor de la sombra pasó por el ojo de la aguja de una cuna: Jesús ha sido
la única puntada con hilo de Dios. De su humanidad nace la luz que ahora nos
encandila desde su oscura imprescindibilidad. De su limitación nace su
reencarnación: Steve Jobs, el nuevo mesías, el emprendedor, de la saga de las
manzanas (la del Árbol de la ciencia del Bien y del Mal; la de la Discordia de
Eris –semilla de la guerra de Troya- que exhibió a Hera, Atenea y Afrodita; la
newtoniana; la de Blancanieves…): fin y principio de nube, sumidero cenital,
cielo e infierno en un solo lugar sin lugar.
Para
conjurar las inercias que nos pierden, esta sextina. Seis estrofas y una
contera epifonemática para celebrar esta navidad que es ya todo el año. El
trovador provenzal Arnaut Daniel, allá por el siglo XII de la era analógica,
fue su inventor. Petrarca la ensanchó. Yo he llegado a ella desde Fernando de Herrera y Jaime Gil de Biedma (con
la leve licencia de no acabar todos los endecasílabos en bisílabo) Un ejercicio
de contención ante la dispersión de un universo que, ajeno, se expande y deja
de ser alrededor.
Este
villancico lo diría en inglés, pero ni sé ni quiero saber.
Racimo
infinito de datos, cuna
y tumba de la
omnisciencia: dios
del vaivén binario que
mece al hombre
y lo hace avatar feliz de
su nada,
cómitre y galeote de una
cruz
que vive usura y regalo
del todo.
Beber toda el agua, respirar todo
el aire: ansia de
absoluto, cruz
de cuerpo insatisfecho
desde su cuna
de gadges como muletas de hombre
que caerá en el pecado que
dios
diseñó, fractal, hacia su
gran nada.
Eva, Newton, Blancanieves: la nada
disfrazada, personajes del
Dios
del árbol de la manzana y
la cruz
precursores del Tántalo
del todo
que vive espejismos desde
la cuna.
Gratuidad del abismo de
ser hombre.
Pasa a ser datos y espuma el hombre:
en un pulsar puede
perderse todo
al evaporarse la nube,
cruz
de la cara sin rostro del
dios
impostado que gestiona esa
nada,
caballo de Troya desde la
cuna.
La mente frágil la educa la cuna.
Prebendas envenenadas de
todo:
la luz ensombrece para ser
hombre
que se enhebra confiado a
la nada
del sacrificio dulce de la
cruz,
desagüe invertido que
lleva a dios.
Fagocita, oscuro, la vida dios,
es el agujero negro del
todo.
El gran hacedor es por fin
el Hombre
que, titiritero, cava su
cuna
en montes y mares de bits
y nada,
teje con datos robados su
cruz.
Dios se hizo hombre que pasó a ser dios:
cuna de hombre con hambre
de cruz.
Todo y Nada han cabido en
Jesús.
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