El dinero es obsceno. Y la sangre cruel. Por eso el
trueque es silencioso, intangible para activar la materialidad: confesarse ante
un cajero automático mientras circula la vida por el cuerpo sin pedir permiso.
El peaje de vivir sigue siendo doble en un trenzado de eje amoroso: salud,
dinero y amor, como rezaba la canción, son los mimbres del ser. Pero el dinero
es obsceno y necesitarlo, cuantificarlo, enriquece la usura. Y la salud, cuando
se hace consciencia, empaña el vivir. El amor, como el vacío taoísta, todo lo
llena. Su ser inalámbrico es la única conexión real.
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¡Qué sensación de independencia
este depender de quien vende la libertad!
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El punto es el nódulo axial de la dirección y sentido de
cualquier recta. Inicio y fin de camino, jánico. Puente, cruce entre tierra y
agua o carretera y vía o vereda y sendero o arena y mar. El punto también abre
una senda hacia adentro. La más importante: la del trayecto de la duración del
presente.
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Azar: algoritmo tan complejo que solo un superordenador
de las dimensiones del universo puede cifrar en orden humano.
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Lo nuevo
reclama su derecho a envejecer.
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Este instante
contiene todos los tiempos. Sabes de qué te hablo, amor.
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Cultura de voz de navegador.
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Anagogía delicuescente: como una columna de humo,
enajenarnos en la vocación de eternidad.
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Hay un silencio lleno de voces: las de la esencia de la
belleza que no caduca, las de la voz sin lengua de los sentimientos, las de
todos los relativos del absoluto.
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Contagiar
felicidad es esencia de la felicidad misma. La felicidad en soledad es una isla
sin mar.
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