Ni
microrrelato. Hiperbrevedad. Una pista minimalista sobre la que construir un
argumento. Sin título que determine desde su escaño los hilos de la trama que
tejerá el lector. Literatura interactiva: una oportunidad para concretar con
libertad las posibilidades que preñan un indicio de historia. Iceberg al amor
del calor de la imaginación submarina. Sin imagen que pastoree, denotativa, el
rebaño de connotaciones que campa sin redil.
Un
homenaje a Augusto Monterroso: para que viajar al centro de la fábula se
multicentre y los dinosaurios puedan también no estar cuando se despierta.
Una
secuoya dentro de un bonsái. Una novela que habita en un haiku. Un instante
lleno de horas. Reciprocidad. Interpenetración: que el soluto de las grafías
quede a este lado de la pantalla y que confluyan y se mezclen las disoluciones
y den vida a la palabra, la alumbren en la vislumbre de sus ecos.
Guiño. Intento
de seducción. Fragmento de un todo promesa. Tiempo regalado para pensar, soñar
o geometrizar. Economía sin usura.
Primero de
los relatos osmóticos.
Podría ser mi hija. Pero no lo es.
Sino hay prueba de ADN ahora no nos creemos nada. Pero con prueba adelante aunque pueda haber algún error...
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