Atardece en el cementerio. Debería ser un amanecer. Tanta novedad sin abono conduce a leños secos con las raíces al aire artificial y feliz de lo ajeno. |
El caos mismo del nuevo orden parece
que me obliga a domar los Destellos y me hace olvidar estas melenas
aforístico-líricas sin peinar. Que no las comunique no quiere decir que no se
vayan pariendo con el semen de la realidad en el útero de mi pensamiento. Mis
libretas dan cuenta de los abortos.
Son estos tiempos de engendrar duración.
Que todo parece vacunado contra el tiempo, precipitado de obsolescencias
eficientes y lucrativas para el mercado de escaparate en el que vivimos. La
mirada que cuaja en visión lírica, claro, no cotiza en la bolsa usurera. Es
este un tiempo en que las iniciativas de los profesionales de la educación (ese
oficio usurpado a los antiguos maestros y profesores por pedagogos, psicólogos,
médicos, economistas y padres-clientes, profesionalizado por las subcontratas
estamentales disfrazadas de sinergia colaborativa ecuménica) usurpan el
progreso de sus educandos, desde una pedantería de futuro que menosprecia el
pasado y hace holístico un presente sin raíz por exceso de alas.
Aquí van nuevos destellos que viene de
lejos: de la raíz entrojada en tiempo y espacio que quiere dar aliento y
duración al flujo hacia la nada más prometedora.
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Internet de las cosas: objetos
conectados en un mundo de hombres desconectados de ser para estar, para dejarse
llevar por la facilidad material que induce a la simplicidad mental.
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La solidez de un árbol. La fragilidad del hiperactivo hiperconectado y
felizmente desubicado y desarraigado.
Ese ser de su tiempo necesita abrazarse al árbol del
destiempo para saber que está en su ser.
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El mar siempre es igual en su eterna diferencia. Es la
costa la que cambia para competir con su duración.
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El epitafio
azul de calma del mar.
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Biyección: implosión.
Ósmosis frustrada de las sinergias de
ser. Quiere el hombre ser en su medio y los que alimentan su estar acaban
perforando su ser para inocularle la presión de proyectarse como cliente hacia
afuera.
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La felicidad del “fast-food”
o de las “fast-pictures-appereance-snapshot”
es la pornografía del erotismo: vacío inmediato sin más sexo que el del orgasmo
sin proceso.
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Heraclitianamente, nunca puedo ser. No soy ni quien era
ni quien seré. Ese no-yo en el estar, ese transyo. Siempre es todavía, machadianamente,
sí: pero yo no soy el que fui y aún no soy el que seré. Por eso, la poesía:
esencia en el tiempo, sustantivo sin verbo, raíz léxica que se ramifica como un
sauce llorón fértil.
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Confusión clarividente. Perdido siguiendo la estela de
olor azul de la luz verde.
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El tiempo se hace plano en el tiempo, se desgasta la
ilusión de lo nuevo. El corazón se acomoda y los cambios pierden orografía, tan
lejos de la ingenuidad infantil de lo desconocido que las cuevas de la base son
suficientes para dar luz al progreso que es ya de otros.
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