El paisaje cabe
en el manantial entre dos piernas. Arde la flor, destila la luz de su sombra
más recóndita y deseante. Sombra que busca, lúbrica, el mar del alrededor
elegido. Fluye la llama, crepitan los pétalos que sacian y provocan la sed de
la que se nutren. Canta el aroma. Huelen los chasquidos que se decantan en el
alambique del deseo. Y dios lo sabe porque el jugo juega al olor del dolor
irremediable del que el amor es isla y néctar.
Fuego de
rosa.
Jugo de olor de amor.
Llama de aroma
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