En
el gran centro comercial que es el mundo ya no es preciso desplazarse para
llegar. Pero todos quieren viajar. La experiencia de novedad no se satisface
solo en la quietud hiperactiva de una comodidad fuera de la zona de confort más
confortable. El avión conecta los centros comerciales que alimentan el gran centro comercial del
mundo. Y la pulsera de todo incluido pasa por gratuita para los turistas
clientes.
Moscas
engreídas en una tela de araña de luz y brillos. Moscas libérrimas que
chapotean en la miel amarga de la dependencia dulce, de sirenas sin cuerpo que
todo lo ocupan.
“La
transparencia, Dios, la transparencia”
Juan Ramón Jiménez
Un
libro. El mundo
en
su cabeza.
Una pantalla. Su cabeza
en
el mundo.
El
mundo: ese todaspartes
sin
lugar
de
la nueva intemperie
del
hogar portátil.
Falsa transparencia,
obscena
trasparencia.
Salomé
vestida de algoritmos
para
desvelar
al
animal que es,
decapando
cultura
hasta
llegar
a
la médula de deseo
que
le mueve.
Chantaje de los futuros
proyectados
que
hipotecan su presente.
Dictadura
de la libertad
sin
raíz.
Ajeno al otro lado
de
su realidad,
su
mundo, su celda, su hogar
es
el libro
que
centra
un
alrededor ajeno
y
enajenante.
En la pantalla castigada
a
de cara a la mesa,
ignora
una consigna
de
felicidad:
“Mejora
tu bienestar
de
forma
intensa,
rápida,
eficaz
y
fácil.
Para aprender a leer
tuvo
que arrastrarse
por
los desiertos
y
selvas
de
símbolos y garabatos
que
hoy le desvelan
cómo
aprender a ser.
Duerme
despierta
y velada
la
pantalla manchada
de huellas digitales.
Pasa
las páginas
del libro que ocupa
espacio y tiempo.
con su olor,
con su topografía
de límites,
en una ceremonia
que fija
la realidad
en dosis homeopáticas
de ficción.
Crepita
el fuego
del hogar antiguo
en el corazón del lector
de libros,
aislado y opaco
a un alrededor felicista
como boa constrictor
de grave
levedad
transparente
y sólida evanescencia.
Precioso Pascual. Me ha recordado "El defensor" de Salinas, la distinción que hace entre leedores y lectores, los muchos que hay de los primeros y pocos de los segundos. Porque indudablemente tu eres de los que él reconoce como lector.
ResponderEliminarGracias, Jose Luis Elías López. Que mi texto te lleve a Salinas ya es mucho para mí. Un abrazo. (hacía demasiado tiempo que nadie comentaba por aquí lo que intento decir)
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