viernes, 12 de octubre de 2018

“Surmenage”


 
José María Quiroga Plá en la casa rectoral de Salamanca. Difuminado por el tiempo y la ignorancia inducida, él es quien me dicta en sus versos mi destino sin tragedia.



         La poliedria no es una actitud vital nueva, pero sus aristas romas han sido afiladas por la prisa y la eficiencia impuesta. Y algunos de sus filos se clavan por dentro por la presión del alrededor amorfo por lo detallado de sus algoritmos.

         Surmenage”. Así en francés. Cansancio mental, colapso espiritual, encrucijada intelectual y emocional paralizadora. Hamlet calla y el “stress”, en inglés, atenaza los calcañares del alma. Síndrome de fatiga crónica, síndrome del desgaste profesional, erosión del entusiasmo por el asperón leguleyo de la pedagogía sin amor, incendio que funde la ilusión en yermos. Ponosis, panastenia, astenia laboral.

         Unamuno, Cortázar y Tarkovsky asisten a los nuevos enfermos de felicidad. Agonía como proceso vital, alimento de las grietas y duración. Arte como medicina. Cultura como asidero en el fluir del rabión de la vida. Celda ascética desde la que ser mundo sin exhibición. Aquí y ahora eternos sin clonación en pantallas. Prójimos en un pueblo global sin aeropuertos.

         Destila la herida una silva blanca centrada mientras suena la Symphony III de Henryk Górecki en la ramificación fractal sin frutos.



Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada

                  

Julio Cortázar. “Casa tomada” en Bestiario (1951). Madrid: Alfaguara, Alfaguara Literaturas, 88, 1993, pág. 21.
                                              

“Homo sum; nihil humani a me alienum puto dijo el cómico latino. Y yo diría más bien, nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. Porque el adjetivo humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre.”

Miguel de Unamuno. “El hombre de carne y hueso” en Del sentimiento trágico de la vida (1912). Madrid: Austral, Humanidades, 2005.




                  
El mundo era su casa.
Solo en dos de sus estancias era,
pero nada humano le era ajeno.
Hombre centricentrado,
tras la fagocitosis del gran todo,
pasó a vivir periparapetado.
En la depresión feliz de sus valles
alzaron atalayas
para mejorar la felicidad,
diseñaron la trazabilidad
del feliz proceso de la evidencia.
Costoso peaje de la osmosis:
los alegres vigías,
tan poliédricos como evaluadores,
bajan para abrazarse a los árboles
que crecen al amor
de tanto escombro de juguete roto.

Hoy tiene el deber de ser feliz
con la casa tomada.





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