miércoles, 19 de diciembre de 2018

El talento del espíritu santo (soneto asonante sin ISO)


 
Georges de La Tour. Aparición del ángel a san José (1640). Óleo: 93 x 81 cm. Museo de Artes de Nantes. El sueño revelador del marido de María, la madre de dios hecho hombre.




         En la tradición medieval heredera del “Risus Paschalis”, san José, excipiente humano y burocrático para la dinastía divina transustanciada de todo a carne, dinamiza, tutoriza y se responsabiliza de la gestión de un epicentro salvador. Un carnaval de magos soberanos, como “banners” que ondean rígidos en la pantalla, implementados por un destello de publicidad patrocinada por una ausencia de ánimo de lucro muy lucrativa, se postran ante la hipérbole de la posibilidad ovillada sobre el banco de la sala de espera de un aeropuerto del aeropuerto que es ya el mundo.

         La naturaleza, la vida en estado puro, tiene sus ciclos. La cultura los humaniza si sus extremos no los pervierten confundiendo civilización con usura.
El solsticio de invierno (ese sol quieto), con la oscuridad de su día, inaugura el año que celebra la luz en san Juan (la natividad luterana). El nuevo sol celta, al calor del tronco en llamas, baila en honor de la fertilidad y el amor, del control de la lluvia y el tiempo. Bajo el árbol sagrado, los druidas, de muérdago coronados, visten de ceremonia el rito del traspaso. La huida de las tinieblas romana inventa el carnaval pagano en sus saturnalias. Los esclavos son amos, los patricios, plebeyos y la plata regalada, andarivel de la generosidad, hace brillar las vías y los agros. Las incipientes fuerzas del yang, masculinas, rinden tributo al cielo y son promesa de expansión tras la introspección fértil de su prólogo femenino.

Yule, Saturno, Dong Zhi, Natividad: san Negocio global.

Hermes, heraldo de “fake news” inconsciente, se dejó embaucar por el “Big Good” del espejo del cielo. Fue su palabra la inseminadora de la transustanciación (“María, ¡alégrate: llena eres de gracia porque el Señor es contigo!”. Fue su verbo onírico el que incubó paternidad putativa en el carpintero. Fue su palabra la que anunció el nacimiento de quien, inspirado por la intuición del universo, cifró en la palabra la creación y bautizó a Jesús, verbo hecho carne.

Hay una larva de bárbaro en cada uno de nosotros, divinos y humanos, centauros ontológicos, eslabones blandos de la cadena de un progreso de buenismo egoísta con estética híbrida entre de testigos de jehová y de Benetton vestidos en Zara. Hemos pervertido la palabra, símbolo de la cultura, para afilarla como puñal o hacerla emoticono.

La naturaleza, ajena a nuestras tribulaciones, persiste en su querer ser mientras pueda. Pronto pediremos, gracias a la aplicación de Amazon de nuestros “smartphones”, dosis de realidad sin envasar para poder respirar entre tanta felicidad impostada.

Feliz natividad de cada instante de cada día, sin aditivos industriales ni más “wiffi” que la de la inspiración del espíritu (laico o santo), en el aeropuerto sin ingenieros de de cada persona.




                                                                 
El talento del espíritu santo
inseminó de idea a una hembra
que concibió en su vientre una era
numerada desde un mito encarnado .

         La paloma y la mujer se pensaron.
José, padre ignorante de tal siembra,
putativo, feliz con la cosecha,
busca el calor del hogar para el parto.

         Vagan por las terminales del mundo,
aeropuerto sin raíz, lastrado
de tanta ala sin vuelo profundo,

         y, sobre la paja de un duro banco,
dan a la luz un infante desnudo.

Los banqueros van a esponsorizarlo.

        

        




4 comentarios:

  1. Tallat amb bisturí, dissecció total!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ironía aguda, querido Galderich: de la que cura al cortar. Reivindico al carpintero y su valor como agente paciente, por encima del talento infuso por no acaba de saberse bien quien. María, la hembra, utilizada para el trasbordo. Todo muy actual. Gracias.

      Eliminar