Gabriela Amorós Seller. Desolation I .Grafito sobre papel. |
Mientras
escucho “A Love Supreme” (1965) de John Coltrane
PAINT ME A DESOLATION
.
la nieve se introduce en el mundo
ciñe todas las cosas
.
y un molde en vilo
un molde blando
se acabará desvaneciendo
.
como sin nada.
.
me pregunto
cuando dos personas se abrazan
cuál de las dos es la nieve.
.
.
.
© Gabriela Amorós Seller
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la nieve se introduce en el mundo
ciñe todas las cosas
.
y un molde en vilo
un molde blando
se acabará desvaneciendo
.
como sin nada.
.
me pregunto
cuando dos personas se abrazan
cuál de las dos es la nieve.
.
.
.
© Gabriela Amorós Seller
“La emoción trágica,
efectivamente, es una cara que mira en dos direcciones: hacia el terror y hacia
la piedad, y ambos son fases de ella. Habrás visto que uso la palabra “paraliza”.
Quiero decir que la emoción trágica es estática. O más bien que la emoción
dramática lo es. Los sentimientos excitados por un arte impuro son cinéticos,
deseo y repulsión. El deseo nos incita a la posesión, a movernos hacia algo; la
repulsión nos incita al abandono, a apartarnos de algo. Las artes que sugieren
estos sentimientos, pornográficas o didácticas, no son, por tanto, artes puras.
La emoción estética es por consiguiente estática. El espíritu queda paralizado
por encima de todo deseo, de toda repulsión”.
James
Joyce. Portrait as an Artist as Young Man.
Gabriela
Amorós Seller, dicen, nació en Santa Pola en 1971. Yo creo que nació mucho
antes y que vivirá mucho más allá de su muerte. Entre centauros ontológicos
místicos renacentistas con espíritu de gorrión nocturno. Abogada de la belleza,
además de poeta y pintora, ha dosificado su arte en dos libros
en los que las imágenes les hablan a los ojos que leen y a los que ven: La fragua cero (“Sombras”, “Destellos” y
“La luz” de 2014) y El estuario rojo (confluencia de alma y
materia, 2017). Gabriela, heraldo de lo platónico traducido a materia aristotélica,
tiene incandescencia de pabilo (como un Orfeo paciente en el Averno): por la
noche se ilumina como un árbol que da frutos. Dice este ser, emoción indómita,
que sueña de forma recurrente con habitar la semioscuridad y con despertarse
sin boca. A diferencia de la protagonista de Un chien andalou (y aunque se la pinte como persona), Gabriela la
traslada a sus pinceles, grafitos y teclados. Sus manos son su boca: por eso
nos besa con sus cuadros y sus poemas, desde una felicidad sin atrezzo, muy
suya, muy íntima, sin la asepsia felizoide del centro comercial que es el mundo
global. Le da la vuelta a lo inefable, como un calcetín: crea sentimientos del
vacío, del blanco del papel y del crudo del lienzo. Universos gabrielianos que,
a lo Bouguereau, a lo prerrafaelita, nos llevan a la aventura davinciana: Esos
vórtices de mujeres hacia el prado marino del Hades celestial, del bello
inframundo superior; esos vuelos femeninos que convocan al útero telúrico; esas
alegorías de la duración de centauras y ninfas que hibridan emociones, esa ilustración
científica… Renovada en cada paso, sigue siendo quien deja de ser, positiva,
valientemente epitélica. En su poesía cabe todo lo sublime porque “para tocarse
a sí misma, la luz tiene que pensarnos”, quién sabe si, sobre todo, durante un
baño en el mar por la noche, a la luz del espíritu almado de cuerpo.
Simbolismo
vanguardista, oníricamente clásico, esencial en su exuberancia evocativa, de un
minimalismo pletórico de sentir y seducir, de sintaxis y ortografía emotivas.
La poesía es una pintura y cada pintura como poesía: poesía encuadrada en el
espacio o entrojada en las palabras. En la desembocadura del alma hacia el
alrededor, una fragua que forja ideas para ser lanzadas como flechas dulces con
arco o con lira. Eso es lo que nos ofrece su arte.
Un
solo poema puede ser toda su poesía. En esa metonimia nos hacemos durar.
Hay
dos ejes dinámicos es esta propuesta de belleza: el del continente y el del contenido.
Y dos sensaciones: el frío y la calidez de su ausencia. Y tres espacios: el
superior, el inferior y el de su sinergia. Y la nieve como “kigo” de la estación del amor. El abrazo
de los árboles, tímidos por naturaleza, vendrá después.
El
mundo es un embudo y la nieve celeste embute el sentir para ser la tripa misma
que lo recubre. Entra para ser alrededor. Frío bello que es médula y molde y
nada del calor que ha generado. La nieve es el traje blanco del corazón: un
estuario que forja los destellos de la emoción sin horma.
En
el abrazo, que es también beso de brazos, el frío blanco de la pasión, alternativamente,
infunde nieve para que dialoguen los calores y se fundan en un solo hogar.
Somos árboles ateridos que nos buscamos en ramas para acabar siendo un solo
tronco rodeado de nieve. Ardemos abrazados para que la intemperie no agoste de
frío tanto follaje como tea de destellos telúricos. Como si nada, se desvanece,
evanescente y corpóreo, en todo blanco
en intuición roja de estuario fragua. Neptuno, manantial y mar, proteico, y
Vulcano, coronados y orlado de gorriones, se miran enternecidos por la
fertilidad de la simbiosis. Minerva esboza una sonrisa cómplice.
Los
puntos, estrellas en copos, zurcen el poema al silencio blanco en vilo de la
pantalla que quiere ser hoja.
Ambos
son nieve y brasa, que se ciñen desde dentro mientras desde afuera se abrazan.
Funden el frío con el fuego que fundan, blandos y dúctiles para ser, cuerpo y
espíritu, una aleación de amor. Los dos son frío ardiente en su cota más álgida
de verticalidad horizontal.
Vence
el amor a la belleza todo lo que, lágrima de lo infinito, como una espina,
entra y sale del cuerpo, almado y amado, como sangre que hiere y restaña de
amor la herida.
Privados
de consuelo nos consuela la belleza, nos alivia la transubstanciación de la
tristeza feliz en arte. Esperamos la epidemia de la belleza sin usura que nos
libere del liberalismo usurero. Esa
medicina la inocula su poesía.
Gracias,
Gabriela, por enseñarnos a ser paisaje de fuego nevado.
Querido Pascual, reitero mis palabras en el alter egos llamado "F", y estoy viendo algo consistente y a la vez pletórico de aire, es la vibrante forja de tu escritura conteniendo, como un enrejado mítico, a una pequeña criatura. Mil gracias.
ResponderEliminarGracias a ti, Gabriela, por regalarnos estas oportunidades. Tu poesía abre grietas en la realidad que van a dar al arte, que es el vivir.
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