domingo, 12 de diciembre de 2021

Haikus LV

 

La huella del tiempo de dios en el que se diluyen los momentos humanos

 

 

 

 

El tiempo y es espacio están en la proyección del pensar. Y pensar no es sinónimo de razonar: se razona con la asepsia de la lógica neuronal; se piensa con la razón trufada de emociones.

Hemos aprendido a medir tiempo y espacio para tranquilizar el magma existencial, para balizarlo de referencias. La mecánica binaria de un reloj acompasa en su vaivén la eternidad. Y, disfrazada de metrónomo, desriza el momento que se desliza en el aire. Nos orienta en el ritmo de una marcha militar o de la música mediático-comercial: cuando es melodía de ola (suena en mí Satie o Debussy o Mertens) nace origen de revelación, ritmo cósmico como el que Bécquer nos desvela en su rima IX (“Besa el aura que gime blandamente […] al río que lo besa, vuelve un beso”.

Somos cuando nos pensamos en el espacio en que encuadramos la vida. En la agonía o en la ducha de un domingo cualquiera con todo por aprender todavía.

(Para aterrizar desde el vuelo retórico, una mirada en el espejo que me devuelve dos haikus encadenados, como encadenado está el pensamiento a la percepción ante los ojos y las orejas en su cotidiano baño de realidad)

 

 

       En la piel vieja

florecen pelos negros

en las orejas

 

         En la presbicia

hay moldes de belleza

en las ojeras

 

 

 

 

 

 

 

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