Destellos XIV

Del pensamiento, ese continente amorfo, de desgajan las ideas, tómbolos primero, islas después que pueden fundar nuevos continentes. Algunas ideas no son capaces de adentrarse en el mar y permanecen ancladas al pensamiento por el cordón umbilical de su istmo. Otras se hacen península. Otras, noctilucas solitarias, se funden en la masa viva de las aguas y, como destellos, titilan fugazmente en lo negro que les da cuerpo y las exhibe.

Escorzo de una  ilustración de Monse Fransoy (1998)

El que no seré me espera al otro lado del yo.

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Los vértices del aire, alfileres en invierno, se hacen dulces en las noches de verano.

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Vive bajo la sombra del sol: dialéctico oxímoron que le permite, cínico, sentirse más vivo, agente de su propia vida.

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Desobjetualizar la realidad. Cosificar las ideas: ¡Qué universo dentro de “cosa”!

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Fundas de viento para la médula del aire. Hay quien danza en su vaivén coreográfico y quien es arrastrado en grave “rigor vitae” como si un acelerador de partículas de nichos sucesivos lo trasladase en andas ensartando todos los que será, sin ser ninguno.

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La transparencia de dios tiene sus asideros invisibles: te puedes colgar en ellos.

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“Las cerezas del cementerio”. Los cipreses de la guardería: la sombra del cerezo, verde y roja, también es alargada.

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En el silencio, la sombra ilumina la oscuridad y todo parece más claro. La sombra es tuya: la oscuridad, nuestra.

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