sábado, 4 de noviembre de 2017

Sonetos de carne IX: Huecos



 
Fotografía de José Ignacio Martínez Navarro.



         Beber del hueco de tu sonrisa es más que saciar la sed: es beber y vivir la alegría del sorber, que es mejor que saber que uno es deseado. Porque, deseante deseado, en el acto mismo del deseo, sacia con sed el beber. 

         Beber alegría, en boca horizontal o vertical, siembra lúbrica insatisfacción fractal en su proceso. El relámpago habita en los huecos y se hace trueno, se hace lluvia fértil contra el yermo. Habita una fecundidad en el vacío que reclama piel y saliva ajenas para inundarse y ser. El cauce de la columna puede ser una senda hacia la idea. El laberinto de la oreja, la caracola en que cabalgar el murmullo del mar.

         Onfálico, el hueco es el centro del universo. Abduce el amor como el agujero de un aspirador a ser dentro.

                                              



                                                                 
Como la lluvia alimenta los charcos,
                                   el amor llena de mi luz tus huecos:
vacíos de la sed quieren, resecos,
ser puertos abiertos para mis barcos.

         Cada hendidura dibuja el marco
en el que navegan deseo y eco.
Diálogo de saliva en el que peco
lubricando mi flecha en tu arco.

         Hoyuelos de Venus, escotaduras,
corvas, pliegues del codo y axilas:
nidos de besos que acercan cinturas.

         Valles claviculares, calcañares,
puente plantar y cuenco de tu mano.
Boca y sexo: pozos, sonrisas, mares.




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