jueves, 8 de febrero de 2018

Destellos LXXXVI



 
Quien vive para exhibirse, muere de exhibición.


         Los “Destellos”, motor genésico de estos Limbos (evolución que fueron de esos SMS antediluvianos) quieren volver. Su aborto luminoso, su promesa truncada, aparece cada vez con más frecuencia madurado, como “Destellos domados”, como “Arquitrabes”, como “Sonetos de carne” o “Haikus abradeños”… Debe de ser mi propia madurez, la solera de la barrica, la paciencia para hacer vino del mosto. Pero algunos se rebelan y quieren ser a medio hacer. No les negaré ese derecho.

         Es carnaval. Todo se mezcla. No hay trascendencia que no contenga frivolidad ni ligereza que no esté fecundada de gravedad. Abro el cajón de sastre.
        



“-El maestro ha muerto –dijo Zaratustra.
-¡Viva la incertidumbre!- exclamó el condenado a ser libre.
-¡El autodidactismo es la clave para un mundo global! – tuiteó el bohemio.

El carnaval arrasó a una humanidad tan ensimismada que acabó muriendo de risa.”

(Lo piensa el Big Algoritmo desde la nube que se hizo construir con los datos de sus felices esclavos autoexiliados)



La duración contiene un largo prólogo antes de llegar a la tregua de su centro.

        
La totalidad de la profundidad del detalle: vivir pletóricos en el universo de un punto y seguido, morir en la pasión de un punto y aparte o ser olvidados en el abismo de un punto final, apostando el todo más absoluto en esa empresa.



El alma por fuera. El alba por dentro.



Ataron el caos con lazos de colores, lo llamaron arcoíris y lo exportaron a todos los rincones del mundo como la quintaesencia de la libertad, la igualdad y la fraternidad. El sistema, ese gran preboste alimentado por todos, bostezó que todo estaba atado y bien atado.



Cuando la globalización, “mainstreamcogitat, sea ya, plenamente, mera globización de tanta nube y tanto hípster “influencer” soplando, habremos conquistado la cima de la opulencia mísera trufada de miseria opulenta tuneada.



Entre la cuchara y el gran cañón del colorado hay posturas que el Kamasutra no ha explorado.



Así, alegre y sumisamente feliz, el ejército, con su uniforme de libertad, cruza los presentes para conquistar el progreso.



A la intemperie, en exhibición suicida, los libros mueren de claridad y lluvia.


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