domingo, 5 de agosto de 2018

Haikus XLVII


 
Nada especial: lo exótico habita en la profundidad de ver, en la fertilidad de recordar lo vivido.




Al mar, por dejarme fluir en su vientre a ritmo humano.


Haiku subacuático. Pertrechado con el accesorio mínimo para viajar en el agua, vivo lo que veo que, de conocido, es siempre nuevo. Oigo mi respiración sin lecciones de “mindfulness”, porque soy, gestáltico sin teoría de pago. Los balcones de posidonias; el brillo de los bancos de salpas; el azul cobalto eléctrico de los benjamines de castañuelas; la curiosidad ostentosa y retadora de los pulpos en su tana; la sordera del nácar de las orejas de mar; el rojo desubicado de las estrellas; los vaivenes de mi líquido amniótico, raíz del tómbolo del Fraile, freo amable como cordón umbilical entre la especulación y el gárum romano: un universo que podría ser sala de estar y es siempre espacio de ser.

Como un fuego de agua suena el mar.



       Bañera azul.
Crepitares del agua.
Respiro luz.


        

 
Eclipse de Punta de cigarro contra la Isla del fraile. En su intersección todo es ganancia.







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