No hay pantalla en que respirar mar |
Leer a Max Aub nos pone ante
lo mejor de la condición humana. Maestro de la ficción, del trampantojo, enseña
a entender el mundo desde el juego trascendente y serio de la literatura. Así:
“in medias res” cuya anáfora está
fuera de la página, hacia la derecha, bajo el margen y cuya catáfora tiene que
hacer nido en el ático del lector. Complicidad irónica entre la realidad, el
emisor y el receptor, en un triángulo fértil que acaba sembrando el mundo de mundos
posibles por imaginables.
Estos Destellos son los
broches lógico-léxico-líricos que balizan el tejido de urdimbre y de trama que
es el devenir vital sobre el que naufragamos.
Perdonad: me he puesto algo
estupendo (no hace falta que don Latino me afee la pretensión, que ya la admito
yo).
Leer a Valle-Inclán, también,
nos enfrenta al espejo en el que no queremos reconocernos.
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Si la sinergia es la
complementación fértil que multiplica la fuerza agente, la dispergia es la
diáspora disipadora, poliédrica y atomizadora, que potencia con su atractivo
calidoscopio el espejismo del colaboracionismo egoísta. Y la resiliencia es la
coartada capital para sinergiar la dispersia monetizada y autoculpabilizadora.
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La vagina es un libro abierto. Su vaina engendra
argumentos para invaginar (que es imaginar desde lo telúrico abierto en
continente). Sinestesias vainillas son la banda sonora del acto creativo,
trigonométrico sin aristas. Senos, cosenos y tangentes dibujan el vaivén de
cabos y golfos, de ensenadas y tómbolos.
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El juego de rol del ”escape
room” que es ahora el mundo.
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“Premium” (así, sin acento, desde el
inglés colonizador y felizocrático) disfraza de lujo la realidad, la maquilla
de calidad superior, la tunea de mejora. Aunque reniega, acelerando, del latín,
le roba la intención y la hace suya. “Praemium” era la ganancia o el provecho
de quien llegaba primero: “prae” (antes) y “emere” (merecer, obtener). La
velocidad para llegar el primero es una escena del esperpento de las rebajas,
que en nada suenan al latín de Las
divinas palabras valleinclanianas, pero tienen toda su tragedia bufa.
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Mercenarios de la ilusión.
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(Stefano Mancuso, verde de envidia vegetal, se abstrae,
humano, del tiempo y piensa desde una duración que también es inteligencia):
Con paciencia ontológica de planta, el progreso se abre
como el corazón de una selva. La prisa mata la senda y la capacidad real de ser
agente y paciente adaptado en el mismo cambio.
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Transverberación sin trascendencia. Ajena a la palabra
extática de fusión holística, la pantalla es pródiga en amigos: entre la
prosopagnosia y la pareidolia intimamos sin conocimiento mientras, distraídos,
borramos con memoria digital los vestigios de la fosa común alegre de un
cementerio dinámico de felicidades.
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El prurito de la novedad desgasta la piel.
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Los juegos del
hambre. Juego de tronos. Ludificación de la épica como consumo.
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Pseudopaidocracia de futuro ludópata de obsesos en
jugabilidad.
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