sábado, 6 de junio de 2015

Educación y progreso: pedagogía de la paciencia



 
Sócrates en la nube. Imagen tomada de
                             http://www.relpe.org/traslada-tu-aula-a-la-nube/




         Como Thomas Mann, Unamuno, Baudelaire, Pío Baroja, Valle-Inclán, los Machado o Franz Kafka, me siento a contrapelo de las inercias sociales, extranjero o turista en mi presente, desahuciado de la esencia que creía habitar. El estar eclipsa al ser: el valor añadido, el complemento y los faralaes han pasado a ser la “cosa misma”. Juan Ramón Jiménez sin tuneo no es ahora nada.

        Sastres del movimiento. Con nuestra experiencia es un sinsentido. Quizás el nuevo hombre sí lo conciba y vista la hiperactividad atendiendo a la diversidad y construyendo felicidad a demanda. Utopía con exigencia del “hic et nunc”: felicidad hecha a medida, gratuita. Felicidad egoísta: “eudaimonia onfálica”

        Hay dos hechos concretos que justifican mi desasosiego: las redes sociales y mi vocación, en crisis hoy, de profesor. Reciclarse nunca ha sido una condena tan sisífica como ahora. Este parece el mundo de los opinadores de todo que son maestros en casi nada. Es el efecto de la aceleración estéril del conocimiento individual que empobrece, aunque parezca lo contrario, el mundo.

        En la Feria del libro de Madrid, un reclamo publicitario (¿cómo, si no, incentivar la cultura –la de leer parado- hoy de otra forma?) habla de las edades de la lectura y prescribe su secuencia de efectos y causas, según la etapa madurativa, con infinitivos: “imaginar” en el niño, “comprender” en el joven, “saber” en los adultos. Como las tres estaciones del camino de perfección del aprender y aprehender conocimiento.

        Tres intervenciones en mi ámbito del universo “facebook” me traen aquí. He intentado documentar su base, pero los rastros para llegar al original, en dos de los casos, requieren un tiempo que es inversamente proporcional a la facilidad a la que se comparte sin rigor. La degeneración del mensaje podría llegar al absurdo, como la fotocopia de una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia de fractalidad abisal. Como el juego del teléfono, pero sin su valor lúdico. Las mejores intenciones, sin base, pueden conducir a la cultura del presente: un rumor, un chismorreo que damos por cierto.

        Empiezo por una misteriosa reflexión de una supuesta profesora mejicana. No he podido validar con rigor ninguna de las afirmaciones del inicio de este párrafo: en ninguna de las reproducciones del texto que he podido leer se cita la fuente. Y hay diferencias entre los diferentes textos, omisiones, añadidos, falta de entrecomillado para distinguir el texto original del que lo presenta. Desde esa incertidumbre lo copio aquí, en una de sus versiones. Su título es, creo, «Gramática para los “ignorantos” y las “ignorantas”»:

Yo no soy víctima de la Ley Nacional de Educación. Tengo 60 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. En jardín (así se llamaba entonces lo que hoy es "educación infantil", mire usted) empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña".

Luego, cuando eras un poco mayor, llegaba "Semillitas", un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Semillitas, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.

En Primaria estudiábamos Lengua, Matemáticas, Ciencias, no teníamos Educación Física. En 6º de Primaria, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de "b en vez de v" o cinco faltas de acentos, te bajaban y bien bajada la nota. En Bachillerato, estudié Historia de España, Latín, Literatura y Filosofía. Leí El Quijote y El Lazarillo de Tormes; leí las "Coplas a la Muerte de su Padre" de Jorge Manrique, a Garcilaso, a Góngora, a Lope de Vega o a Espronceda... Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.

Y... vamos con la Gramática.En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene identidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "ente". Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”.

Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).

Les propongo que pasen el mensaje a vuestros amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!”


        Pensemos, como hace alguno de los generosos vecinos del patio de las redes sociales que lo comparten (pero sin decirlo), que la tesis que vertebra la argumentación la ha hecho un veterano y experimentado profesor (persona: hombre o mujer). Estaría hablando desde el “privilegio” de haber aprovechado un sistema educativo con más defectos que virtudes: su defensa de cierta pedagogía estaría avalada por su propio éxito académico y personal, pero olvidaría a todas sus víctimas,  a los que quedaron en los márgenes del camino del progreso que inculcaba. La disertación es gramaticalmente muy sólida, pero sin la necesaria capacidad de adaptación que la propia lengua lleva en sus genes desde que se reconoció como degeneración natural del latín. En su reducción al absurdo parece tener más razón de la que tiene. Y tiene, también, razón.

        Otra batería de consignas. Esta vez en formato más actual: una fotografía de un cartel viral, con poco texto, ideas aparentemente claras y una confianza ingenua en la condición humana. Apto para divulgar (y vulgarizar) sin tener que cortar y pegar palabras (que son ideas): se comparte como una imagen, como se hace con una fotografía de la jeta de alguien con un fondo que no importa.

 
Pedagogía blanca. Pedagogía alba. Pedagogía ingenua



        Parece una proclama en las antípodas de los valores del mensaje anterior de la supuesta profesora mexicana. Todo muy bonito. Quisiera saber los detalles de ese proyecto curricular, su secuenciación en unidades didácticas, los espacios y tiempos que los agentes de su aplicación (los educadores: maestros y profesores y monitores y padres y personal no docente de los centros y vendedor de videojuegos y florista y…) tendrán en su horario laboral para poder, como se dice ahora, “implementarlo”. Normas en positivo, motivación “ad personam”, atención a la diversidad y sus necesidades pedagógicas, respeto de los ritmos… Un “locus amoenus” de “carpe diem” a lo Walt Disney donde sembrar los horizontes de excelencia que necesitarán en la batalla de la competitividad feroz para alcanzar las más altas cotas de confort. Quizás cambiar la educación no sea tan difícil. Si cada unos de los agentes del crecimiento de quienes se están formando (¿tomando qué forma?) tuviese dentro el “daimon” socrático y pudiese, con infinita sabiduría (factual, conceptual, procedimental y actitudinal, competencial, práctica, en todo caso), pasear por los jardines del conocimiento para engañar a sus tiernos alumnos y hacerles creer que están aprendiendo lo que quieren aprender, la propuesta me parecería revolucionaria. Cuadricular ese deseo es lo que devalúa la utopía. Claro, que los acólitos del cambio tienen argumentos potentes: la asistencia de la tecnología, la necesidad de sinergias entre profesionales de la educación, las ventajas de la globalización del vivir en los “icloud” de turno. Hay un disfraz de neocomunismo altruista del neoneoliberalismo capitalista del bienestar que anestesia o hechiza con su canto de sirenas a demasiadas personas.   

Y ahora el tercer vericueto de este laberinto. Para mí, el que mejor se ajusta, en forma y fondo (si es que se deben distinguir) a un compartir pensamiento con rigor, digestión y control. Su autor es Manel Muntada i Collell, un habitual de las redes sociales, psicólogo, neuropsicólogo, experto en planificación estratégica y desarrollo organizativo de empresas… En su Blog.[cumClavis] publicó el 7 de mayo de 2015 el artículo “Dificultades al aprendizaje informal”. A diferencia de los anteriores, este necesita tiempo de lectura. Un buen alumno del tiempo en que se formó la supuesta profesora mexicana entendería que para entenderlo hay que leerlo. Para uno de los frutos de los que se educan por imágenes, lo anterior no es ni una perogrullada ni una obviedad. La mayoría ni siquiera entraría en el “reto” de entrar.

Os invito a la aventura de entrar en su reflexión, muy amplia de mente, muy atinada en causas y efectos: la vida real que retrata plantea el conocimiento como un proceso paralelo al de vivir, sin obviar las dificultades organizativas y contextuales que comporta. Si entráis en esta referencia lo hallaréis esperando vuestra lectura: 

MUNTADA I COLLEL, Manel. “Dificultades al aprendizaje informal” en Blog.[cumClavis]:
[Rescatado el 6 / VI / 2015]

Quizás trenzando los tres laberintos podamos salir de su confusión y aprender a aprender a educar como  nos merecemos: en igualdad (desde la diferencia crítica), en libertad (desde las obligaciones de la convivencia) y la fraternidad (que es, a fin de cuentas, la comprensión intelectual y sensitiva de lo que nos rodea)

        Reivindico el control personal de la potencia y de la velocidad. Quiero ser un conductor vital pendiente, también, de retrovisor y espejos laterales (sin ángulos muertos, asesinados por el monopolio caciquil de la mirada al frente)

Frente a la pedagogía de la impaciencia, reivindico la pedagogía de la paciencia.






4 comentarios:

  1. Muy interesante confluir de formas de pensar, querido Ábradas. Excelente ocasión de entrecruzar coyunturas, de hacer convergir planteamientos pedagógicos (con intención de serlo o no)
    Difícil (y demasiado a merced del sistema y quienes lo mueven) es la responsabilidad, siempre mal reconocida, de los profesores. Quizás seáis los héroes de la tragedia: tanto que sois los únicos que podéis domar el destino para reconducirlo hacia la comedia en cada unos de los finales necesarios para volver a empezar.

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    1. Hay una intención en esta renovación del paradigma pedagógico, querido don José María, que, aunque de difícil concreción, no está mal. Cada claustro, como un solo organismo, debe ser un Sócrates multicentro de extremos perfectamente coordinados. Esa máquina docente, coordinada a su vez con todas las demás, seguro que programa, desde la cuadriculación a priori de los currículos (y la previsión de todos los “a posteriori” que de puedan dar) la generación más preparada de toda la historia de la humanidad. El problema está en que articular y programar finalidades, objetivos y evaluar por competencias hace una previsión de futuro siempre imposible. Siempre se educa para el hoy, aunque se proyecte hacia el mañana.
      El profesor quiere sentirse importante: genera futuro, dicen. Pero está al servicio del futuro que desde el presente diseñan los arquitectos de la sociedad del bienestar.
      En la distancia corta siempre hay un profesor y un alumno, con sus experiencias personales, su formación y sus esperanzas. Sócrates en persona siempre vuelve, por mucho contexto y nomenclatura que se le quiera poner.

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  2. “…el efecto de la aceleración estéril del conocimiento individual que empobrece, aunque parezca lo contrario, el mundo”

    Hola Pascual, Me ha llamado poderosamente la atención esta frase de tu escrito, me ha llegado y ha arrojado mucha luz a un desasosiego que no acababa de coger forma y no sabía muy bien cómo interpretar. Totalmente de acuerdo.

    Muchas gracias por llevarme a tu espacio y por el feedback de tu valoración, gracias.

    Un abrazo!

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    1. Es un placer, amigo Manel Muntada, leerte desde aquí. Eres de los que, formado en la solidez (según mi criterio) utiliza estas plataformas comunicativas para comunicar. Y no es una perogrullada.
      Compartir inquietudes contigo nos enriquece y enriquece. Gracias.

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