sábado, 4 de noviembre de 2017

Arquitrabes XXVI:








Érase que se era un burro y un toro. Los dos competían en un mismo circo. Los dos se veían como los protagonistas del éxito y de la atracción del público que subvencionaba su  vida.

Pero el circo cayó en la subcontrata y cada estrella pasó a ser protagonista de su función. Competían entonces en dos circos dentro de un  mismo negocio. La crisis hizo el resto.

Cada uno en bajo su carpa (y los dos bajo el mismo cielo), acabaron sus días dorados a la intemperie, exiliados en la nada, entre vítores e insultos de masas de individuos insatisfechos. El jaleo, de zambra o sepelio, encaró a las dos “vedettes”. El ring, centrado de focos, hacia el mundo su alrededor. 

El ruido no permitía el diálogo. Los dos, como solución, lanzaron sus bocas hacia los testículos del contrincante. Con la bolsa escrotal entre los dientes, pensaron.

Una quimera, mitad asno y mitad toro, nació del pensamiento. 

Desde su hibridez, pasta feliz en el locus amoenus del nosotros más fértil.








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