Beber
del hueco de tu sonrisa es más que saciar la sed: es beber y vivir la alegría
del sorber, que es mejor que saber que uno es deseado. Porque, deseante
deseado, en el acto mismo del deseo, sacia con sed el beber.
Beber
alegría, en boca horizontal o vertical, siembra lúbrica insatisfacción fractal
en su proceso. El relámpago habita en los huecos y se hace trueno, se hace
lluvia fértil contra el yermo. Habita una fecundidad en el vacío que reclama
piel y saliva ajenas para inundarse y ser. El cauce de la columna puede ser una
senda hacia la idea. El laberinto de la oreja, la caracola en que cabalgar el
murmullo del mar.
Onfálico,
el hueco es el centro del universo. Abduce el amor como el agujero de un
aspirador a ser dentro.
Como
la lluvia alimenta los charcos,
el amor llena de mi
luz tus huecos:
vacíos de la sed
quieren, resecos,
ser puertos abiertos
para mis barcos.
Cada hendidura dibuja el marco
en el que navegan
deseo y eco.
Diálogo de saliva en
el que peco
lubricando mi flecha
en tu arco.
Hoyuelos de Venus, escotaduras,
corvas, pliegues del
codo y axilas:
nidos de besos que
acercan cinturas.
Valles claviculares, calcañares,
puente plantar y
cuenco de tu mano.
Boca y sexo: pozos,
sonrisas, mares.
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