sábado, 25 de noviembre de 2017

Los progresos del progreso



 
Cola evolutiva ante el "Black Friday" hecho expectativa vital.




Pasado el Día de acción de gracias, el “Thanksgiving Day”, para ser más de este ahora sutilmente impuesto, con sus oraciones, su megapavo y su puré con “gravy” y su salsa de arándanos con los que celebrar las cosechas de invernadero, llega el “Black Friday”. Y con él la verdadera celebración y acción de gracias de este escaparate que es el mundo, la cosecha más fértil por carecer de raíz, por ser todo fruto, por ser la siembra del mañana. Después del jueves, el Viernes negro. Las rebajas más caras. No hace falta investigar para tener razón sobre el origen esclavista de esta estrategia comercial. Como “meme”, como “fake” le hace un atajo intelectual para argumentar lo que no necesita más que el propio análisis del presente como evidencia. Los comerciantes de esclavos (negros, claro) no los venderían rebajados el día siguiente al de Acción de gracias (en esa precisión difusa que es el viernes posterior al cuarto jueves de noviembre).Los esclavos modernos son prisioneros de su libertad y celebran su condena durante un “Black Friday” con vocación de adviento (ese “adventus Redemptoris”, esa cuarentena consumista con coartada religiosa que casi empalma el clientelismo vacacional estival con el clientelismo invernal). El calendario se llena de chocolatinas como migas de pan de Pulgarcito hacia el incienso, el oro y la mirra de la condena de redención fatal. Y el “Cyber Monday” como caballo de Troya griego, como chollo aqueo hibridado con becerro de oro: ante esta quimera sin horizonte, colas de racionamiento del exceso.

Gocemos pues de esta fiesta que regula tráfico, flujos peatonales, luces y “jingles”, entre espumillón, “lovemarck” y “spam”, en un “social gaming” de “vending” globalizado “ad personam” (bueno, “customizado”, aunque pudiera parecer, a distancia, de rebaño y el mundo un gran redil de “leds”). Gocemos de este Edén terrenal de consumidores ganando pírricos trofeos para el pódium de su ocio. Gocemos de este exhibicionismo del bienestar que hipoteca el ser. En la evolución del progreso, los jugadores de fútbol, esos esclavos de lujo, son modelos pedagógicos.

Mientras las campanas anuncian el “Black Friday”, la radio nos recuerda que en Estados Unidos hay personas que venden su sangre para sobrevivir. Mientras las colas atienden pacientes y expectantes la víspera de su gozo, la televisión hace apocalipsis de la sequía.

Inseminamos el progreso de tantos progresos, obnubilados por prebendas y sinecuras, maravillados por los brillos, que nos hacemos rehenes de un futuro que nunca será el nuestro, como apilando cachivaches de la hoguera del humanicidio.






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