Fotograma de Simón del desierto, película de Luis Buñuel de 1965. Quienes se identifiquen con la profesora de lengua viva del texto sabrán leer la imagen. |
Fuera, caen
las hojas que fertilizan el suelo presente.
Dentro,
por ese milagro de las coyunturas de la organización, cinco compañeros se
arraciman en torno a la nespreso de
marca blanca que hace de hogar. La banda sonora es de soniquete fractal de
móviles agazapados en los bolsillos (pepitos grillo del onlinelife). Dos minutos y cuarenta y dos segundos de costumbrismo
actualizado. Forjadores de futuros sin golpes, cuatro dialogan, uno hace.
-Nos ha tocado vivir un momento apasionante
de la historia- dice el psicopedagogo con los ojos iluminados de sinergias
inclusivas, competencias, talentos y empoderamientos.
-Vivimos la oportunidad de las
oportunidades. Lo ponemos todo al alcance de todos –dice el responsable de logística
y sistemas de comunicación virtual.
-Sin fronteras lingüísticas, desde
la lengua ecuménica, franca y natural –dice el profesor de inglés nativo
esforzándose por articular en lengua extranjera (más bien es lo que piensa, que
su castellano es menos fluido y los sonidos tienen más de reprobación por
obligarle a esforzarse que de ilusión por afirmarse en la panacea de la
globalización lingüística)
El
zumbido del café se trenza con voces y tonos intercomunicadores. El aroma liberado
por la sodomización de las cápsulas de aluminio, por la irrigación del aluminio
denso de sufrimientos lejanos, conecta en un instante sinestésico a los
convergidos por el azar universal
La
profesora de lengua viva (que había reciclado su doctorado en clásicas para
poder vivir de su saber) baja los ojos, declina “pasión” en su etimología y
calla.
La
cocinera, azacaneando con cuchillo, pan y fiambres, pregunta de qué quieren el
bocadillo, señalando con la punta del arma incruenta el muestrario de su restauración store.
Mientras
haya árboles, las hojas seguirán cayendo. Pero sobre el cemento la fertilidad
tiene los días contados.
Pasiones: contemporánea y de Rogier van der Weyden |
Collooooooons... Darrera frase mortífera!
ResponderEliminarNomés és literatura, estimat Galderich. Més preocupant és la pedagogia, que fa el ciutadans del futur...
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