Idea sin prisa. El trazo como hilo de Ariadna del centro hacia el alrededor.Y del alrededor hacia el centro. |
Elegía.
Canto con pie quebrado. Paridad truncada de desaliento que busca salida al
callejón sin salida, al fondo de abismo:
agujero de luz en el que enhebrarme en palabra para escapar de un narcisismo de
Averno.
Un
día, un niños de los gestionados desde una de las franquicias de Silicon Valley
preguntará: ”¿Qué fue primero, la dialéctica de ceros y unos o la vida? ¿Qué,
primero, la alternativa binaria o el ritmo yámbico del corazón?”
La
caligrafía, con su torpe humanidad, puede salvarnos un poco en su trazo sin
prisa.
A Sara
Milián, desorden creativo del orden.
A María José Lozano, orden bello del desorden.
A María José Lozano, orden bello del desorden.
Con
el gris en la mirada
frunce el ceño,
tensa la luz de su
cara,
lastra el gesto.
De aquella mirada
larga,
ver sereno
y duración destilada,
queda el hueco
preso entre tanta
montaña.
Las prisas, las coyunturas,
precipitan
con su perversa
impostura
de alegría
las torres de la
hermosura:
su franquicia
cava fosa y es burbuja
y es herida
que coagula en culpa.
Busca
sus negros de dentro.
Crece
el mundo
sobre
un futuro incierto
e
inculto
de
pitonisos ingenieros
que
con humo
van
diseñando un progreso
de
tan suyo
alineado
y ajeno.
En el fondo de su centro
tiene
un huso
donde
devana sus sesos.
Y,
desnudo,
hila
con palabras versos,
vence
el pulso
caligráfico
al silencio:
con
su puño
hace
arabescos de fuego,
traza
palabras de hielo.
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