Sobre un pequeño cerro, muy cerca de un torrente y una fuente, los árboles hacen suya la ruina de una ermita para, contrafuertes, paliar el olvido de la memoria del presente. Restos restaurados de la ermita de sant Vicenç del Bosc a Collserola.
A Noèlia Berenguer Sancho, per la seva sòlida fragilitat fraternal.
“La Nature est un temple où de vivant piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L’homme y passe à travers des forêts de symboles
Qui l’observent avec des regards familiers”.
Charles Baudelaire. “Correspondances” en Les fleurs du mal (1857). Barcelona: Círculo de Lectores, 1992, pág. 36.
La vida es siempre lo nuevo: aquello que hace equilibrios entre lo que hemos sido y lo que seremos. La voluntad de ser y la capacidad mental para serlo radica en el corazón del pensamiento.
El paseo de hoy estaba diseñado. Pero no hay camino si no se camina. Dos ermitas, dos fuentes y cinco torrentes: la del Crist de Llaceres (siglo XVIII –con historia desde el X y con pinturas murales de Josep Grau Garriga de 1956) i la de Sant Vicenç del Bosc (siglo X); la de Sant Vicenç y de l’Ermetà; el de Sant Crist de Llaceres, el de la Torre Negra, el de Sant Vicenç, el de Can Gordi i el de l’Ermetà.
La belleza del sendero está en su dualidad. Los pinos culminan su vocación de catedral gótica y acogen en su seno una vegetación de medio punto románica. El alma busca el cielo. El cuerpo se agacha para seguir sus pasos. Una ruta de ermita dentro de una catedral, con el agua como frontera del vadear los desniveles que nos ponen en nuestro sitio en su alerta osmótica. El camino es cauce para fluir. De un árbol robusto y verde cuelga, perenne, un ahorcado. El torrente seco y con zancadillas de árboles contempla ese recuerdo olvidado.
Si el pulpo tiene nueve cerebros y puede sentir, las personas tenemos una mente trina. Pensamos con el cerebro, con el corazón y con los pulmones. Pero tenemos un esqueleto que no nos permite entanarnos, que nos obliga a, como las hojas, estar al pairo de los vientos de la vida. Debemos educarnos en cuál de las tres formas de pensar nos convienen en cada circunstancia. Corazón, cerebro y pulmones son la llave de la correspondencia con el alrededor. Respiramos pensamientos. Sentimos pensamientos. Pensamos pensamientos. La lógica de la razón pone la estructura, los puntales y los andamios pero no es suficiente para vivir. Lo inefable, magmático, da sentidos a todo lo pensado. Y nos queda una incertidumbre de sinestesias que es lo que acaba siendo el destino, independiente siempre de lo que los algoritmos determinan.
El bosque en su claroscuro ilumina mejor que el sol del desierto. Bajo su protección añoramos el mar, ese espacio en el que volar mojados en la apnea que nos da la raíz del soñar.
Este haiku desobedece la regla pascualina de la rima asonante de los impares porque las autoimposiciones están para poder respirar cuando hace falta. Y respirar es vivir el presente pleno.
Sobre las ruinas
levantamos la vida
a contraolvido
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