Recuerdo de esa fotografía más de lo que hay en ella. Pero es la fotografía la que me lo trae. He crecido sobre ese niño. El jarrón que me corona sigue habitando el mundo a setecientos kilómetros de distancia. La sombra de la lámpara sigue dando luz. Vive, que algo queda. Así se construye la identidad.
Ingenuidad de la inocencia. La
verdadera patria del hombre no es la infancia, como escribió Rilke: es el
exilio del niño que fuimos en el país de la persona adulta que somos. La
libertad de nacimiento en la que somos niños, libres de culpa, cándidos, sin
maldad, sin voluntad de perjudicar, la vivimos sin consciencia: hay que perderla
para valorarla. En esta nostalgia alegre buceamos y voceamos (que cuando infantes
no necesitamos hablar ni podíamos). “Se canta lo que se pierde”, dice
Machado. Pero el niño que fuimos sigue vivo, no se ha perdido aunque ya no sea:
lo objetivamos para comprendernos, lo rescatamos y bebemos a sorbos. Ser adulto
pide inventar una noria en el alma mental en la que elevar en el tiempo de la
duración cangilones de alegría que alimenten el presente amarillo con aquellos presentes
verdes.
Este destello ha sido domado por dos
aurigas: es un soneto colaborativo escrito a cuatro manos y dos mentes que han
complementado inquietud lírica. Es un soneto asonante franco-hispano, metonimia
de lo ecuménico, aguileñizada.
Sin puntuación, el soneto mantiene un
diálogo en diferentes niveles: entre los autores; entre los autores y
Baudelaire; entre los autores adultos y su infancia; entre lo francés y lo
español; entre el alma y el cuerpo; entre el campo y el mar; entre las palabras
que riman; entre la forma y el fondo… Un detalle filológico: “sembraron” podría
haber sido “han sembrado” pero el matiz de un acto acabado en el tiempo del pretérito
perfecto simple de indicativo da un sentido más cabal: la infancia acabó; lo que
no ha acabado (pretérito perfecto compuesto de indicativo) es su actualización.
El yoga ha concertado, en una playa,
aquello que fluía en cauces diferentes.
Gracias, María Seng, por la complicidad
fértil.
« Mais le vert paradis des amours enfantines »
« Moesta et errabunda », Les fleurs du mal, LXII
« Le génie c’est l’enfance retrouvée à volonté »
Le peintre de la vie moderne
Charles Baudelaire
Busco
desconsolada aquella foto
salpicada de alfalfa regada
tras correr tú y
yo entre las jaras
y girasoles gigantes de sol
Busco esperanzado aquel recuerdo
bañado en horas sin tiempo
cuajadas
en el amor de una mar
cabalgada
por la luz eterna de mi presente
mientras
todo alrededor lanzaba
su reclamo cuando nada
acallaba
los pájaros que cabían en ti
Alma y cuerpo del antes y el aquí:
Brisas de campos y risas de
aguas
sembraron esta renovada
infancia.
María
Seng y Pascual Gálvez: 29 / VII / 2021
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