No hay pretensión de fulgor, que El fulgor es patrimonio de José Ángel Valente, semilla, flor y fruto de una poesía del conocimiento. Estos son, simplemente, destellos, resplandores vivos y efímeros. Etimológicamente (¡qué bella contradicción aparente!), este relumbre relaciona su fuego con el agua: la gota que cae, al ser herida por la luz, provoca el brillo. “Destellar”, gotear, llega a nosotros desde “destillare” (y este de “stilla”, gota). La vía culta nos regala “destilar”: separar por medio del calor, en alambiques, una substancia volátil de otras que no lo son para, una vez enfriado su vapor, reducirla nuevamente a estado líquido, ya aislada. La transubstanciación de gota en resplandor la quintaesenció el substantivo “destello”. Los “estels” (estrellas) mallorquines también alumbran desde los destellos líquidos del cielo.
En un mundo desvaído a fuerza del abuso de los colores, estos destellos acuosos, como perlas cristalinas atravesadas por rayos de luz, estas iluminaciones “de estels” terrenales, destilan pensamientos que, sin proponérselo, unen el fuego, el agua y el cielo, para beberlos con los pies firmes en la tierra.
●Como las hojas en los árboles, como el cabello y las uñas, la muerte nos crece desde dentro, a su ritmo, sin tiempo: ajena a nuestra voluntad, paralela a la vida.
● En el rescoldo del hogar vive también la llama: solo hay que soplar.
●Si vivir es sentirse vivo, es necesario sentir para vivir: tocar, oler, pensar... En el amor todo vive en expansión.
●Entre el arrebato y el horizonte plano del electrocardiograma hay todo un universo: nuestra vida.
●Un beso, adánico, robado a la inercia de la vida reinaugura la ilusión del instante y siembra emoción en la costumbre.
●El beso nuestro de cada día: ¿el que tú no me das? Hay besos que sin darlos se reciben porque así se puede imaginar.
●Mirar desde los ojos del querer comprender al otro: así, la vida alcanza su plenitud en el doble sentido que nos da y en que nos damos.
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