jueves, 18 de enero de 2018

Haikus XLII








En el silencio, el reloj de bolsillo de mi bisabuelo, sobre un atril, dirige su tiempo de cuerda y engranajes. Bombea tictacs, lírico y marcial, acelerado pero anestesiando la prisa. Todo lo llena con el sutil metrónomo de su sangre sonora. Entre cada pulsación, un universo de duración.

Darle cuerda da vida. Tensa su corazón de muelle y nos recuerda la maniobra de reanimación del gesto. Hay un océano contenido en su continente de alpaca: viene su tiempo de lejos a este malecón del ahora.

Sobre el ruido, navega su altura, duración, intensidad y timbre, con sordina de nana. Acuna la prisa, viste de verso la prosa. La esfera de loza centrifuga la pausa de números esmaltados de humilde lujo klimtiano.

Porque hay una mecánica celeste en este artefacto bello que nos hace más humanos, un vaivén marino que acaricia el ritmo de mareas que todavía es, aunque el sonido de las monedas lo quiera enmudecer, el mundo.




Laten las horas.
Columpio del silencio.
Rezan las olas.














No hay comentarios:

Publicar un comentario